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Hermanas samaritanas: A la espera del pecador que vuelve a Dios

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Kamil Szumotalski - publicado el 16/07/16
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Fieles a la acción de la gracia que vemos en la evangélica samaritana

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Deus caritas est. Dios es amor. Una inscripción creativa, de cuyo diseño no se avergonzarían ni los actuales artistas gráficos, de hace casi cien años sigue dando la bienvenida a los huéspedes de la noble casa solariega, ubicada a unas cuantas decenas de kilómetros de Varsovia.

“La madre de Wincenty (Vicente) compró esta tierra en el año 1931 con la idea de que las jóvenes hermanas novicias, estando lejos de la ciudad y en silencio, se pudieran preparar para comprometerse con la vida dentro del convento y para prestar su samaritano servicio dentro de nuestra congregación. Es un lugar extraordinario para cada una de nosotras. Lugar de los primeros momentos que pasamos en la congregación. Lugar del encuentro y reconocimiento de Jesucristo y del diálogo del amor que fructifica con el servicio a la misión allá donde Él solo nos envía”, relata sor Anuncjata, madre superiora de la Congregación de las Hermanas Benedictinas Samaritanas de la Cruz de Cristo.

San Benito, escribiendo hace más de 1500 años su Regla, probablemente no sospechaba cuántas personas verían reflejado en él a su padre. El benedictino Leon Knabit dice que para la mayoría de los internautas esta es lo primero que les viene a la memoria cuando oyen las palabras la “familia benedictina”.

Mientras tanto, en Polonia, esta familia también incluye tres congregaciones activas femeninas, congregaciones contemplativas y oblatos.

“Ser parte de la familia significa conformar una unidad, sentir la identidad, ser in unum [en unidad, n.d.red.]. Es una experiencia única de pertenencia, que se expresa por vivir de acuerdo con las mismas reglas, a través de la oración común, un vestido distintivo, hábitos comunes”, explica sor Anuncjata.

Y añade: “La Regla de San Benito tiene más de 1.500 años. Su carácter evangélico hace que lo importante sea inmutable, como es el mismo Evangelio”.

Ordo et Pax, que es el orden y la paz, es el lema benedictino que utiliza la comunidad que pertenece a la familia benedictina.

¿Quiere decir esto que el ama de casa perfecta (del programa de TV de un mismo título) no tendría nada que hacer en los monasterios? Es muy posible, pero la comprensión del lema por san Benito conduce a la orden mucho más allá de la ausencia de polvo y de desorden en el escritorio.

“La Regla de San Benito muestra la importancia de cada parte de la vida, de cada momento de mi acercamiento a Dios o de mi alejamiento de Él. San Benito deseaba que todo lo relacionado con los servicios del monje le acercara a Dios”, explica la madre superiora.

Las Samaritanas, como se hacen llamar las hermanas de su congregación, se inspiran en la vida no sólo de su padre espiritual.

La Constitución (las normas) de la comunidad dice: “Una característica distintiva de cada una de nosotras tiene que ver con una profunda fe, el sincero arrepentimiento y la entrega inmediata a la acción de la gracia que vemos en la evangélica samaritana.”

La Madre Wicenta Jaroszewska, fundadora de la Congregación de las Hermanas Benedictinas Samaritanas de la Cruz de Cristo, no esperaba que, probablemente, décadas más tarde el papa Francisco anunciaría en su Iglesia el comienzo del año jubilar dedicado a la Divina Misericordia.

“Una Samaritana nos enseña cómo introducir la lógica del encuentro con Dios en la realidad de nuestra vida, que a menudo se enreda en el pecado”, dice sor Anuncjata, que durante muchos años trabajó como cuidadora de niños discapacitados en uno de los hogares de bienestar social a cargo de la congregación.

“La mujer samaritana es la imagen de un hombre perdido, que necesita de la misericordia de Dios y la encuentra y la recibe en nombre de Jesús”, añade.

La paz y el orden, la oración y el trabajo. Estas son las actividades que generosamente llenan cada hora de cada día de la vida de las hermanas samaritanas.

Incluso una breve estancia en su compañía y unos pocos minutos empleados en la oración común en la capilla, o el intercambio de unas palabras antes de entrar en el monasterio, pueden motivar a mirar el mundo desde una perspectiva diferente.

Y para las hermanas este hecho es una fuente de una gran alegría. Porque, como dice sor Anuncjata, cuando un pecador vuelve a Dios, todo el universo se vuelve a ordenar.

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