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Así actuó en nuestra familia santa Dimpna, patrona de las personas con trastornos mentales

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Larry Peterson - publicado el 10/07/16

Todo empezó cuando mi suegra nos trajo una reliquia de la santa adolescente...

Mi esposa Loretta y yo vivíamos al norte de Nueva Jersey, EE.UU., con nuestros dos hijos, de 6 y 2 años. Queríamos más hijos, y confiábamos en que ya llegaría la niña, pero los médicos le dijeron a Loretta que nunca podría volver a tener hijos.

Que así sea. Hemos sido bendecidos con dos niños sanísimos.

Cierto día, mi suegra, que volvía a su casa de visitar la abadía de San Benedicto en Massachusetts, decidió pasarse a vernos un rato.

“No vais a creer lo que traigo”, anunció alegremente nada más entrar por la puerta.

Metió la mano en su enorme bolso y sacó un hermoso recipiente dorado.

“¿Qué es?”, pregunté.

“Mira a través del cristal. Es una reliquia de primera categoría de santa Dimpna. Es la santa patrona de los enfermos con trastornos mentales y emocionales. Pedí al sacerdote de San Benedicto si podía tomar prestado esto para Marion y Kelly. Voy a llevarlo al hospital para que lo toquen y pedir auxilio a santa Dimpna”.

Marion, nuestra sobrina de 14 años, estaba en el hospital luchando contra la anorexia. Kelly, de 16, pasaba por la misma situación, y las dos se habían hecho amigas en el hospital.

Kelly había bajado a poco más de 20 kilos y Marion, dos años más joven, rondaba los 30 kilos. Mi suegra se sentía desesperadamente impelida a ayudar a estas chicas que, poco a poco, se estaban matando a sí mismas.

Mi cuñado vino esa misma tarde y se llevó a su madre para visitar a las chicas. Una vez en el hospital, sostuvo la reliquia cerca del pecho de las niñas y rezó a santa Dimpna para que intercediera por ellas y las ayudara a recuperarse.

El tiempo diría cómo habría de responder Dios.

Los médicos decían que Kelly no sobreviviría pero, milagrosamente, las dos chicas se recuperaron.

Sin embargo, santa Dimpna no había terminado de traer sorpresas a nuestra familia, y a mí me esperaba una muy grande.

Llegó seis semanas más tarde. Loretta y yo habíamos contratado a una canguro y nos fuimos a cenar al restaurante italiano local. Mientras comíamos la lasaña, Loretta comentó como si tal cosa: “Oh, por cierto, estoy embarazada”.

Me quedé mirándola con los ojos como platos, sosteniendo el tenedor con lasaña delante de mi boca. Al momento, con lágrimas bajando por sus mejillas, añadió: “Usé la reliquia”.

Había abrazado la reliquia de santa Dimpna contra su vientre y rezado a la santa adolescente. Le pidió si podría ayudarla con sus problemas con el embarazo. Siete meses y medio más tarde, nacía nuestra hija. La llamamos Mary Dymphna.

Al día siguiente en el hospital, mientras acompañaba a Loretta, que sostenía a Mary Dymphna en sus brazos, una señora mayor que repartía periódicos asomó la cabeza por la habitación.

“Nunca hablo con los pacientes, pero por alguna razón tenía que hablar con vosotros”, dijo. “¿Me podríais decir el nombre de vuestro bebé?”.

“Claro. Se llama Mary Dymphna”, respondió Loretta.

Y la señora estalló en lágrimas. “Lo sabía, lo sabía. Santa Dimpna me salvó la vida hace mucho tiempo. Sabía que esta niña tenía algo que ver con ella”.

La señora se acercó, acarició el rostro de Mary y la contempló con dulzura. Podía ver en ella algo que nosotros no podíamos, fruto de un momento espiritual inexplicable, nacido de la fe.

Así que, ¿quién es esta santa que intervino personalmente en nuestras vidas?

Dimpna, o Dymphna, era la hija de un rey pagano de nombre Damon, que vivió en el siglo VII en Irlanda. La madre de Dimpna era cristiana. Cuando Dimpna cumplió 14, hizo un voto de castidad y dedicó su vida a Jesús.

Poco después de aquello, su madre falleció y su padre cayó en una profunda angustia. Damon, bajo presión por la necesidad de casarse de nuevo, insistía en que cualquier nueva esposa debía parecerse a la primera.

Sus sirvientes buscaron por todas partes, pero no pudieron encontrar a nadie que se pareciera a la reina muerta, a excepción de su hija, Dimpna.

Damon, completamente desquiciado, pidió a Dimpna que se casara con él. La muchacha huyó de Irlanda junto con su confesor, el padre Gerebernus, y llegaron hasta Bélgica.

Pero Damon los localizó. Ordenó la muerte del padre Gerebernus y exigió a Dimpna que volviera con él a Irlanda. Ella se negó. Entonces su propio padre desenvainó la espada y la decapitó. La muchacha tenía 15 años.

Cuando se encontraron los restos de santa Dimpna, empezaron a ocurrir milagros inmediatamente. Varias personas que padecían enfermedades mentales fueron curadas.

Así que erigieron una iglesia en Geel, Bélgica, en honor de la santa adolescente. A día de hoy, las gentes de Geel aceptan en sus hogares a discapacitados mentales y a personas con trastornos mentales y los integran con toda naturalidad en sus vidas. Los sociólogos aún estudian el éxito de este fenómeno.


Más para leer: La ciudad que integra a las personas con problemas mentales.


La conexión entre mi familia y la santa adolescente es algo hermoso. Y aún perdura.

Loretta murió de melanoma hace 14 años. Luego me volví a casar. Marty, junto a la que llevo nueve años, ha sido diagnosticada con el mal de Alzheimer.

¿Adivináis quién es la santa patrona de los pacientes de Alzheimer? Santa Dimpna.

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