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John Landis, el director que hacía terror… con humor

Ramón Monedero - publicado el 06/06/16

La semana pasada el director de “Un hombre lobo americano en Londres” recibía el premio “Maestro del Fantástico” en el marco del Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid

John Landis nunca se tomó la vida en serio. Tal vez por esta razón, cuando rodó su quinto largometraje y decidió meterse de lleno en el género de terror lo hiciera con toneladas de sentido del humor. Tanto, que cuando Landis fue paseando el guion de Un hombre lobo americano en Londres en Hollywood la respuesta siempre fue la misma, demasiado horrible para ser una comedia y demasiado divertida para ser una cinta de terror. Nadie pillaba que la gracia residía precisamente ahí, en su mezcolanza de género que por aquel entonces no era demasiado frecuente en el cine.

A John Landis se le ocurrió la idea de un hombre lobo americano en plena metrópoli londinense mientras trabajaba como ayudante de dirección en Los violentos de Kelly. El equipo se encontraba rodando en Yugoslavia y un día a Landis le pilló en la carretera junto a un miembro yugoslavo del equipo y se tropezaron con un funeral gitano. A Landis, que tenía 19 años, le llamó la atención que el difunto estuviera cubierto por ristras de ajos y que se le enterrara de pie, a gran profundidad, según le explicó su compañero, para evitar que regresara de entre los muertos.

Era 1969 y a Landis le chocó que al mismo tiempo que el hombre pisaba la luna unos gitanos enterraran con miedo a un difunto pensando que se podía convertir en un zombi. ¿Vivimos en el mismo mundo? A Landis le fascinó ese contraste entre superstición y una sociedad avanzada. ¿Habría sitio, en nuestro mundo moderno, para un hombre lobo?

John Landis estaba cocinando un guiso muy delicado. No solo se trataba de mezclar comedia y terror sino además, de hacer verosímil que un hombre bestia pudiera pasearse por una gran ciudad como Londres. De hecho, la misma elección de la capital británica como epicentro de la acción no es gratuita. Europa tiene una profunda tradición folklórica y de hecho, existen documentos oficiales que certifican la condena a muerte en Inglaterra de vampiros a principios del siglo XX. Todavía se puede respirar en Londres cierto aura a villa, a ciudad antigua gracias a su fisonomía y a sus peculiaridades intrínsecas como una urbe europea que el desarrollo no ha logrado eclipsarlo.

Landis, que era un enamorado de las películas clásicas de terror tiró de referentes y arrancó su película, nada menos que una típica taberna inglesa en pleno páramo británico alejado del mundanal ruido. Las tabernas en el cine de terror clásico siempre fueron un escenario fundamental, no solo era donde se encontraban personajes sino también donde se planeaban estrategias, donde se cuchicheaban malos augurios y el primer lugar para evidenciar que algo raro pasa en ese lugar.

Eso es lo que les pasa a David y Jack, dos americanos cargados con un par de mochilas cuando llegan a una remota aldea y entran en una concurrida taberna de singular nombre, “El cordero llegado”. Es poner un pie dentro y se hace el silencio. El lugar este repleto de símbolos supersticiosos y de referencias a hombres lobo. Al final David y Jack salen apresuradamente con una advertencia, “cuidado con la luna”.

Seguramente John Landis se acordó de los hombres lobos por la vinculación tradicional que han tenido con los gitanos como hemos vistos en cientos de películas. También porque dentro de la galería de monstruos, el licántropo es probablemente el hermano pobre del conjunto, no tiene la omnipresencia de los fantasmas ni el colchón literario de personajes como Frankenstein o Drácula.

Landis, que además de un enamorado del Blues siempre tuvo algo de heredero descocado de la serie B americana no ha filmado una sola superproducción o por lo menos, una superproducción que luciera como tal. Su película más cara fue Granujas a todo ritmo y buena parte del presupuesto se fue en su descacharrante persecución final pero Landis siempre ha sido un hombre de presupuestos B. De hecho, cuando le dieron un blockbuster con todas las de la ley, Superdetective en Hollywood III, no supo combinar los ingredientes con acierto. Siguió haciendo una película de serie B.

Landis se fue de Madrid con un premio como “Maestro del fantástico” bajo el brazo aun admitiendo que se sentía un poco extraño con ese título. No me extraña, aunque su aportación al género fue decisiva, Landis fue ante todo un tipo que decidió tomarse solo una cosa en serio, no tomarse nada en serio. Al menos eso es lo que intentó porque la vida no siempre le permitió actuar así.

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