El Pontífice invita a recuperar el valor del silencio en medio de un ritmo de vida frenético
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“En la vida quien se cree justo y juzga a los demás y los desprecia es un corrupto e hipócrita”, sentenció el papa Francisco este miércoles 1 de junio durante la audiencia general en la plaza de San Pedro del Vaticano.
“El orgullo afecta a toda buena acción, vacía la oración, aleja de Dios y de los demás”, añadió.
En esta ocasión, reflexionó sobre la parábola del fariseo y el publicano, que suben al templo para orar.
“Jesús nos enseña la actitud correcta para orar e invocar la misericordia del Padre”, subrayó.
El Pontífice invitó a los 15.000 fieles presentes a repetir en coro tres veces: “Oh, Dios, ten piedad de mí, pecador”.
En otro momento, dejando las hojas de la catequesis preparada preguntó: “¿Se puede orar con arrogancia? ¡No! ¿Se puede rezar con hipocresía? ¡No! Solamente debemos rezar a Dios así como nosotros somos, pero el fariseo rezaba con arrogancia e hipocresía”.
Dios prefiere la oración sencilla…
El obispo de Roma rememoró: “Si Dios prefiere la humildad no es para degradarnos: la humildad es más bien la condición necesaria para ser realzados por Él, con el fin de experimentar la misericordia que viene a llenar nuestros vacíos”.
“Si la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, la humildad del miserable lo abre de par en par. ¡Dios tiene una debilidad por los humildes! Ante un corazón humilde, Dios abre su corazón”, anotó.
El modelo del fariseo (soberbia)
En la catequesis, el Papa insistió en que la oración no es un acto de vanidad.“El fariseo hace una oración de agradecimiento en la que se complace consigo mismo por el cumplimiento de la ley, se siente irreprensible y desprecia a los demás. Su soberbia compromete toda obra buena”, constató.
El modelo del publicano (humildad)
De esta manera, la oración, según papa Bergoglio, requiere la humildad y presentarse ante Dios tal y como somos.
“El publicano ora con humildad, arrepentido de sus pecados, mendiga la misericordia de Dios. Nos recuerda la condición necesaria para recibir el perdón del Señor y se convierte en imagen del verdadero creyente”, constató.
Y señaló: “la oración del soberbio no alcanza el corazón de Dios, la oración humilde obtiene su misericordia”.
Dios en el silencio…
Acto seguido evocó la cotidianidad de un mundo que crece a ritmo frenético poblado de personas que corren sin saber a donde ir y que no saben orar o buscar el tiempo para el silencio del encuentro con Dios.
Francisco sostuvo: ‘Todos somos presa del frenesí del ritmo diario, a menudo a merced de sentimientos, que aturden y confunden”.
“Es importante aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y el silencio, porque ahí es donde Dios se encuentra con nosotros y nos habla”.
“Nosotros hoy, más que preguntarnos cuánto rezamos, podemos preguntarnos cómo lo hacemos, o mejor cómo es nuestro corazón para valorar los pensamientos y sentimientos, y eliminar toda arrogancia”, explicó en español.
La Virgen, maestra de humildad
Por último el Papa saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
“Que la Virgen María, nuestra Madre, que proclama en el Magnificat la misericordia del Señor, nos ayude a orar siempre con un corazón semejante al suyo”, concluyó.
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