El monasterio del que era superiora la madre María Elizabeth Hesselblad es hoy “Casa de vida”
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El papa Francisco proclamará el próximo domingo la santidad de María Elizabeth Hesselblad, quien en plena Segunda Guerra Mundial no dudó en arriesgar la vida, abriendo las puertas del convento del que era superiora en Roma para acoger a judíos perseguidos.
Piero Piperno, de 87 años, le debe la vida a esa mujer sueca, que tras haber sido enfermera en Nueva York, abrazó el catolicismo y fundó la Orden de las Hermanas Brigidinas.
Piero, que entonces tenía 15 años, asegura que la religiosa no sólo le salvó la vida; en realidad hizo mucho más, respetó y custodió su dignidad como persona y como judío.
En diciembre de 1943, en la capital italiana, como en el resto de Europa, los judíos eran perseguidos por los nazis. Dos meses antes, el 16 de octubre, las SS habían invadido las calles del ghetto judío, deteniendo a 1.024 personas, de las cuales más de doscientos eran niños.
Al concluir la guerra, del campo de concentración de Auschwitz regresaron sólo quince hombres y una mujer, y ninguno de los doscientos pequeños.
Para los doce miembros de las familias Piperno y Sed, la salvación pasó por una pequeña puerta de madera, adosada a la iglesia de Santa Brígida, en la Plaza Farnese de Roma, así como por el valor de la madre Elizabeth.
“Cuando nos acogió en esta casa —explicaba en una reciente entrevista concedida a Aleteia el señor Piperno–, la beata madre Elizabeth nos dijo que teníamos que seguir nuestras tradiciones religiosas. Era difícil que en aquella época una representante de la Iglesia dijera eso”.
De hecho, había que esperar al Concilio Vaticano II para superar ese muro que separaba a católicos de judíos.
La madre Elizabeth sabía que tanto ella como las religiosas de la comunidad que había fundado arriesgaban la vida en caso de que las SS alemanas descubrieran que protegían a judíos.
“Siempre surgen profetas, y la madre Elizabeth lo fue, anticipando el futuro —sigue diciendo Piperno sin ocultar la emoción—. Nos salvó la vida, pero sobre todo, en aquellos tiempos oscuros, reconoció la dignidad de nuestra religión”.
La madre Hesselblad invitaba a sus huéspedes judíos a rezar sus oraciones y a mantener las costumbres propias de su pueblo. En ningún momento se sirvió de su posición para hacer presión y buscar su conversión.
La madre superiora de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida fue reconocida como “justa entre las naciones” por Yad Vashem de Jerusalén en 2004.
El 15 de enero de 2015 la Fundación Internacional Raoul Wallenberg declaró el convento del que era superiora como “Casa de vida”.
En la imagen superior del artículo, Piero Piperno, y la sucesora de la madre Hesselblad, la madre Tekla Famiglietti, desvelan el reconocimiento del convento de las brigidinas en Roma como “Casa de vida” por parte de la Fundación Wallenberg.