El mal trago que le hizo pasar al periodista argentino Marcos StupenengoEl pasado 5 de mayo, día en que los estadounidenses “celebran” la victoria del ejército mexicano sobre el ejército francés de Napoleón III (en Puebla, el año de 1862), trae siempre detalles chuscos u ocurrentes de los presidentes de Estados Unidos o de los aspirantes –como en este año electoral—a sucederlos.
Este 2016 trajo dos: el ¡Viva Mejicou! en el español chapurreado de Barack Obama (siempre se ofrece un banquete presidencial con enchiladas, guacamole y tacos) y la ocurrencia de Donald J. Trump al mandar un tuit comiéndose un taco, diciendo que el mejor taco se hace en su Torre de Manhattan y que, de pasada, quería decirle a todo el mundo que él, lo que se dice él, “ama a los hispanos”.
Evidentemente, se trataba de un ardid publicitario (dado que él mismo se asume como su publicista en jefe); algo así como un guiño simpático a los mexicanos, sobre todo al saber que los senadores del país vecino, es decir, los senadores que componen la Cámara en México, se han organizado ya para llevar a cabo una campaña en su contra.
“No es para tanto”, diría Trump devorando un sospechoso taco en su comedor particular. “Como tacos y quiero a la gente que nos invade, aunque la mayor parte de ella sean criminales, rateros, violadores y algunas otras cosillas más que yo me sé”.
De inmediato ha vuelto a las andadas. Ahora fue con el periodista argentino –que vive en Nueva York- Marcos Stupenengo.
Había sido citado en la Torre Trump para entrevistar al magnate inmobiliario (que le ha dicho a la prensa estadounidense que su pago de impuestos no le incumbe a nadie, mucho menos a sus electores) y, al final, se quedó sin entrevista y con un sabor de boca de los mil demonios.
¿Que cuál fue el pecado cometido por Stupenengo? Especulando, podrían haber sido dos: ser argentino y vivir en Nueva York (ciudad que, tal parece, le pertenece a Trump) o, simplemente, ser argentino (y recordarle a Trump el rapapolvo que le puso el papa Francisco de regreso a Roma desde Ciudad Juárez).
Ni uno ni otro. El pecado de Stupenengo fue… contestar en español una llamada a su celular previa a la entrevista.
Suficiente afrenta al que “ama a los hispanos” es hablar en español en su propia Torre.
Nada más escuchar ese aberrante idioma (ups, pobre Trump, es el segundo idioma más hablado del mundo, después del chino mandarín), el equipo de campaña del organizador de los concursos Miss Universo –que había citado ahí al periodista argentino para hacerle una entrevista a Trump por parte de TV Azteca, la segunda cadena más importante de televisión de México—dijo que no, que ya Trump no tenía interés en hacerla.
“Puedo decir que es lo peor que me ha ocurrido en 13 años de periodismo”, puso Marcos Stupenengo en redes sociales. Y el millón de seguidores que tiene su perfil le habrán dado la razón.