La conformación racial de los “Sprinbooks” sigue respondiendo a la minoría blanca
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La entrevista a Francois Pienaar, capitán de los “Springbooks” (equipo sudafricano de rugby), tras ganar la Copa del Mundo en 1995, regalaba la reacción espontánea de un mítico estadio sudafricano de Ellis Park, que parecía haber entendido el mensaje de unidad al que llamaba su presidente Nelson Mandela.
“No sé qué decir”, empezaba Pienaar al escuchar que eran los campeones del mundo. Al borde de la lágrima, recordaba las mejores seis semanas de su vida.
Y remataba con la única frase de esa histórica entrevista deportiva luego plasmada en la película Invictus: “No tuvimos sólo el apoyo de 60.000 sudafricanos (en el estadio), fueron 43 millones de sudafricanos”.
A metros de Pienaar esperaba Mandela, el arquitecto de la unidad sudafricana, o al menos de que no se desatara una guerra civil tras el Apartheid, para premiar al capitán de un plantel de rugby con un solo jugador negro.
“Madiba” y Pienaar se estrecharon las manos y se agradecieron mutuamente lo que habían hecho por su país; se confirmaba así una entrañable amistad entre ellos.
El deporte tradicionalmente blanco era ahora orgullo de la Sudáfrica negra, por lejos la más populosa.
Pero 20 años después, el milagro de Mandela y los “Springbooks” parece no haber tenido continuidad.
La obligación mediante la implementación de cuotas para que se integren jugadores negros en el seleccionado no es nueva. Ya en los 90 había sido impuesta, pero había fracasado para 2004.
El sucesor de Mandela, Thabo Mbeki , proponía resignar éxitos deportivos durante un corto período de tiempo hasta lograr la integración. Pero ese intento fracasó.
Diez años después se anunció nuevamente la medida de cuotas, tanto para los representantes nacionales (Springbooks, Blitzbooks, y Junior Boks) como para los equipos de la Copa Vodacom, la Copa Curry, y los que jueguen la internacional liga Super Rugby.
Es que más allá del liderazgo de Bryan Habana en los últimos años, la conformación racial de los “Sprinbooks” sigue respondiendo a la minoría blanca de la población sudafricana.
Y por estas semanas el ministro de Deportes del país decidió presionar para el cumplimiento de esa medida.
Fikile Mbadula revocó el privilegio de los seleccionados nacionales de atletismo, cricket, netball y rugby, para poder alojar torneos internacionales, estocada directa a los “Springbooks”, que aspiraban a alojar el Mundial de 2023.
Aunque Mbadula dice que revisará la decisión con los resultados de esta temporada, el golpe duele aún más a los seguidores de los “Springbooks” al ver que la sanción de Mbadula no alcanza al seleccionado de fútbol, que según Mbadula, ha conseguido la integración.
Siempre el fútbol ha sido más popular entre la mayoría negra de Sudáfrica, y el manto de corrupción sobre su gestión pesa como sobre todo el fútbol internacional.
La decisión de Mbadula no ha estado exenta de críticas. En algunos jornales se ha calificado su cuota de fascista, temiendo que se imponga también a cuestiones culturales o religiosas, mientras que la organización AfriForum, que defiende los intereses de las minorías en Sudáfrica, anunció que estudia cómo cuestionarla ante organismos internacionales.
Más allá de la representatividad en los seleccionados nacionales, el desafío del rugby sudafricano tiene que ver con desarrollar programas de desarrollo en las provincias, de captación de talento, de trabajo con las escuelas.
Si bien la Asociación de Rugby manifiesta trabajar en ello, la aspiración por un seleccionado competitivo que tenga al menos la mitad de sus deportistas provenientes de la mayoría negra parece lejana.
“Las cuotas raciales son necesarias, pero no podemos bajar el estándar. Queremos seguir siendo el equipo número uno; por eso tenemos que garantizar una transición suave”, había pedido en una entrevista de 2014 al diario La Nación la estrella negra del Mundial de 1995 Chester Williams.
“La popularización del deporte sólo beneficiará a los “Springboks”. El equipo nacional tendrá más apoyo. Saber que todo el país está realmente detrás de uno vuelve más exitoso al equipo, y es importante además aprovechar el talento de toda una nación y no únicamente el de una minoría”, aseguraba el ala, pilar del milagro del Mundial con Mandela y Pienaar.
Cuestionada por unos, y defendida por otros, la imposición de la cuota racial en los “Springbooks” pone de manifiesto que aquel milagro de Mandela, Pienaar y Williams necesita renovarse con el esfuerzo de otros sudafricanos comprometidos con la paz en su país.
Las diferencias no están desterradas.