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Padre Llanos: De los ricos y poderosos a los pobres y marginados

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Alvaro Real - publicado el 27/04/16
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La impactante historia de este jesuita español enigmático y comprometido: Muy reconocida por el mundo de la izquierda y denostada, olvidada e incluso obviada por algunos sectores del catolicismo más conservador“Un hombre de testimonio profético, evangélico, que nos mostró con su vida la opción preferencial por los pobres”, así reconocía el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro la figura del jesuita español José María de Llanos en un acto con motivo del 110 aniversario de su nacimiento.

La figura del Padre Llanos ha sido siempre una figura controvertida. Muy reconocida por el mundo de la izquierda y denostada, olvidada e incluso obviada por algunos sectores del catolicismo más conservador, en parte por su militancia comunista en los últimos años de su vida. No es de extrañar. La vida del Padre Llanos fue desgarrada y enigmática. Pasó de ofrecer ejercicios espirituales a Falange y Franco, a hablar de la guerra del 36 y de religión con Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, a quien dicen que confesó y ofreció la comunión en sus últimos días. 

Una figura que quizás ha sido demasiado politizada

Vivió una época de gran repercusión política. Una época de dictadura, transición y primeros albores democráticos, donde cualquier acción y movimiento era interpretado en clave política.

Para entender la vida del Padre Llanos, quizá habría que dejar de lado la cuestión política (que tiene que ver más con su carácter arrojado y combativo) y escuchar a quienes le conocieron, con quienes compartió el pan y el sufrimiento, las confidencias, su labor pastoral y las reivindicaciones de quienes se convirtieron en su gran preocupación: los pobres y marginados.



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La Asociación de Vecinos del Pozo del Tío Raimundo, una barriada periférica del madrieño barrio de Vallecas, lo definió así con motivo de su 85 cumpleaños: “José María de Llanos vino al Pozo camino de Dios, tropezó con el hombre y de su mano llegará a el”. Así de simple.

Su opción, estar con los que sufrían en su barrio y ayudarles

Por eso, y con carácter evangélico, crearía escuelas, asociaciones de vecinos, colectivos reivindicativos en un barrio asolado por la pobreza, por la droga, por la marginación.

Se acercó a su gente. No dudó en meterse bajo las chabolas para impedir su derribo a la vez que organizaba y presidía procesiones. Se hizo de Comisiones Obreras mientras seguía elevando el cáliz y mostrando a Jesucristo. Su casa estaba abierta a todos y… en el Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas, hablar de todos es hablar de drogadictos, de obreros, de inmigrantes, de niños, de mujeres, de hombres, de convictos, de marginados…

El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro pudo conocerlo cuando aún era seminarista. Acudió al Pozo del Tío Raimundo para entrevistar al sacerdote con motivo de un libro. En el acto homenaje, contó lo que allí se encontró: “Un hombre que dio un salto espectacular. Pasó de un mundo de clase alta, en el que vivía cómodamente, al mundo de los obreros, de los inmigrantes, donde vivió heroicamente como uno más, sin luz ni teléfono, sin servicios higiénicos…”.

Así cambió su vida

Fue un paso radical, tal y como muestra su biografía. Hijo de un general de infantería, fue capellán del Frente de Juventudes (órgano juvenil del Régimen Franquista). Un buen día, en 1955 dejaría la vida acomodada y cercana al poder, para asentarse en el Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas, junto a los más empobrecidos. Su vida, y la de todos los que allí vivían, cambió. El Padre Llanos les acercó a Dios, y los vecinos de Vallecas le hicieron conocer el verdadero sufrimiento del hombre. Una parábola del buen samaritano moderna. Un cambio tan radical de vida que aún hoy muchos no han sabido, o quizás no pueden, reconocer.

Como dijo alguien que le conoció bien, el también jesuita p. Urrutia: “De las desviaciones que en los últimos años tuviera el P. Llanos, -con la tolerancia de sus Superiores- le habrá juzgado Dios que conoce los corazones. Pero al fin y a la postre también tantos actos meritorios de su vida religiosa, y los largos años primeros de su extraordinario y fecundo apostolado, ya se los habrá premiado para siempre jamás como solo saber hacerlo Cristo Jesús, a quien siempre intentó seguir”.

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