Paciencia, bondad, generosidad,…
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En la actualidad sigue habiendo matrimonios que llegan a cumplir 20, 40, 60 años y más, acrecentando su amor al calor de las miradas, esas miradas que al mismo tiempo vigilan y están al tanto del sabor del vino que se está produciendo.
Sí, son matrimonios que quizás ya llevan un paso cansado, pues el tiempo desgasta los pies, pero el amor que se profesan se renueva constantemente, logrando ese exquisito sabor de un vino añejo, un vino de calidad inmejorable, un vino de espléndido aroma.
Estos matrimonios tienen, en primer lugar, algo en común: han acudido a Dios, que es en esencia amor, a este Corazón divino que nos conoce, porque Él mismo nos ha creado, y nos dice cómo debe ser vista, respetada y amada la persona.
Él nos da las reglas y la gracia para ir ensanchando el corazón de forma que podamos crecer cada día en el amor. ¿Qué cualidades debe haber en el amor para que madure y adquiera un mejor sabor?
• El amor debe ser paciente. Aceptar los errores propios y comprender los de la pareja; es como permitir que llegue al vino la luz adecuada para que los azúcares se disuelvan a su debido tiempo y aporten su mejor sabor. No se puede producir un buen vino manteniendo una actitud ansiosa, nerviosa o de irritación.
• Bondadoso. Esta actitud aporta al vino la calidez, dulzura y delicadeza. Es necesario evitar reaccionar impulsivamente ante los momentos difíciles, ofrecer disculpas y disculpar los errores de la persona amada.
• Generosidad. Busca y apoya el bien del ser amado, lo que lo engrandece y lo perfecciona, sabe que la envidia sería como echar el vino en barriles contaminados, esto afecta la relación y puede hacer que el olor sea insoportable.
• No es orgulloso. No se jacta sobre lo que aporta en la producción de ese vino, pues es un vino de dos, que consigue el color y el sabor de dos. Es decir, reconoce las propias fortalezas y debilidades, las aprovecha para hacer el bien al ser amado y no se vanagloria por ello ni busca reconocimientos.
• Es decoroso. Busca lograr un vino de excelencia procurándole una luz y una temperatura adecuada. Respeta su cuerpo y el de la persona amada, no se presta a vivir con desórdenes sexuales.
• No busca su interés personal. Antes, encuentra gozo buscando el interés de la persona que ama, da con gusto lo que se necesite dar.
• No se irrita. Evita que el vino se avinagre aceptando la individualidad, temperamento y diferencias de la persona amada; llega a acuerdos que benefician a los dos a través del diálogo cordial.
Al seguir estas reglas la pareja se encamina hacia una relación con un sabor único, un sabor a donación, a plenitud, gozo y paz.
Vale la pena valorar la manera en que estamos cultivando y llevando el proceso de nuestro vino. Y escuchar siempre a María, quien nos dice: “Hagan lo que Él os dice”. Y con esta motivación llevar a la práctica las sabias reglas del amor que nos ha dado Dios.
Artículo originalmente publicado en Desde la fe