La nueva terminal de conexión del WTC en Nueva York tiene toque hispano
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Hay imágenes que no se borrarán más. Las Torres Gemelas, que dejaron de existir el fatídico 11 de septiembre de 2001, son hoy la cara invisible del World Trade Center (WTC). Han dejado un hueco en la panorámica de la Gran Manzana que no se entiende.
Pero Nueva York siempre sorprende. Si uno cree que es una ciudad en la que sorprender con la edificación parece imposible, puesto que todo en ella ha sido hecho, se equivoca. Y la sangre hispana algo tiene que ver.
Sí, las similitudes con la Ciudad de las Artes y de las Ciencias en Valencia, el recientemente inaugurado Museo del Mañana en Río, la estación de Lieja Guillemins en Bélgica, el puente de la Mujer en Buenos Aires, son acertadas. Porque el arquitecto responsable del nuevo diseñador del intercambiador del World Trade Center es el valenciano Santiago Calatrava.
Al ingresar en esta estación, narraba la columnista Caryn Rivadeneira en la sección For Her de Aleteia en inglés, uno tiene la sensación de ingresar a una luminosa catedral que se extiende hasta el cielo.
Es que la estructura externa, el denominado Oculus, busca conectar cielo y tierra con sus 108 metros de altura.
La altura es la nada para Nueva York, pero emplazado en un hueco con tanta historia, en un trozo de tierra que busca homenajear a los que han muerto y dado su vida aquella mañana del 11S, comunica mucho más.
Ese fue el objetivo de la obra encomendada a Calatrava en 2004: suplir la necesidad concreta y funcional de quienes utilizan el intercambiador y rendir homenaje para la posteridad a las víctimas de la tragedia en el World Trade Center.
La confianza depositada, traducida en millones de dólares, fue mucha. La obra de Calatrava fue muy criticada por su costo, unos 4 mil millones de dólares, y su demora de 7 años. Sin embargo, desde lo visual y la invitación a la memoria, parece cumplir.
“Es necesario que el espacio público prevalezca”, sostuvo el arquitecto al New York Times.
Y ese espacio público supone que además de los miles de transeúntes diarios que conectan tren y metro debajo del Oculus, cualquier visitante puede ingresar a contemplar la maravilla arquitectónica de manera gratuita. Y lo gratuito no es algo que abunde en la ciudad de la Gran Manzana.
El hall central de la terminal será utilizado para eventos, y numerosos centros comerciales abrirán sus puertas allí. El desafío al transitar por esta terminal que se acaba de inaugurar, será el que Rivadeneira escribe en For Her:
“Sería bellísimo que en el fugaz momento que pasamos por allí consideremos lo que el edificio representa, incluso de manera imperfecta. Pasando debajo de los rayos de sol o a través de los túneles, se nos ofrece la posibilidad de recordar a los que allí murieron, a los que salvaron vidas, a los que pelearon en otros lugares por lo que allí pasó, y a los que siguen adelante todos los días a pasear de lo que allí pasó”.