Testimonio de vida de Roberto Colin: Dios, ¿donde estabas?Si alguien te dijera: “Oye, tengo en mis manos una enorme bendición para ti, lo único que necesito es que pases 1022 días con cáncer”. ¿Qué harías?.
Créeme, yo hubiera preguntado por otra opción en el menú.
La cuestión con esto, es que no se trata de una moneda de cambio ni un sistema para poder ganar puntos con Dios. Se trata más bien de una realidad que se impone por la fragilidad humana, signo inequívoco de su caducidad, pero también de su vocación al Reino. Que jamás se nos olvide que en este valle estamos hechos de células que enferman, que mutan, que mueren y se multiplican, pero nuestra esperanza es que esas mismas células se revistan de la sangre del resucitado y se fusionen en perenne abrazo con su creador.
El 4 de marzo del 2012 me diagnosticaron cáncer. El 14 de enero del 2015 me han dicho que todo ha valido la pena y que hoy vuelvo a recibir las riendas de mi vida con plena libertad para dejar de desperdiciarla.
A mi lado hay gente que pasará mucho tiempo sentada en estas salas de espera, incluso gente que será llamada al abrazo amoroso de Jesús. ¿Qué determina el destino de unos o de otros? NO TENGO IDEA, pero nos hermana la inevitable sombra de la muerte y el dolor, tanto como la esperanza de encontrarnos antes o después en las habitaciones de la casa del Padre.
Hoy, recuerdo aquella noche obscura en la que pedí llorando que un milagro maravilloso me quitara mágicamente el dolor, fruto de las quimioterapias. Recuerdo haber hecho y dicho todo lo que se supone, sirva para negociar con Dios su acción Divina. Recuerdo que a pesar de todos mis esfuerzos, no pasó nada y recuerdo mi grito desesperado: ¡DIOS!, ¿Dónde estabas?. Recuerdo el hermoso silencio de amor, ese silencio que nos es vacío, sino amor coherente de un Padre que no actúa por control remoto, sino por acción de abandono de sus hijos.
Hoy recibimos la medalla al valor que brinda el Reino de Dios, aquellos que salimos por la puerta, sanados y los que salen enfermos. La recibimos por el mérito de no salir corriendo o no entregarnos a la desesperación. Pero sobre todo, la recibimos por el enorme amor gratuito de Dios que nos ha honrado con cada cicatriz, cada moretón y cada historia pues gritarán por nosotros la realidad del Dios vivo y nadie podrá arrebatarnos la verdad de nuestro testimonio.
Gracias Señor, por estos 1022 días en los que pude dejar de oír de ti y empezar a sentirte en mi realidad desbordada por tu amor.
Puedes leer la historia completa de Roberto Colin en su libro Digital “¡Dios! ¿Dónde estabas?”, encontrar su material musical en itunes y spotify ó directamente desde su web.
Artículo originalmente publicado por Catoliscopio