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“La ventana indiscreta”. Una obra de culto que nos invita a vivir sin despellejar al vecino

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Carlos Aguilera - publicado el 07/03/16
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¿Cómo rezar si no miramos con sana curiosidad lo que nos rodea?

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La venta indiscreta es considerada como una de las mejores películas del genio del suspense Alfred Hitchcock. Nos cuenta la historia de un reportero fotográfico que se ve obligado a estar en reposo con una pierna escayolada. El tedio le lleva a utilizar sus prismáticos para curiosear la vida de sus vecinos en un caluroso verano de un barrio de clase baja. Un edifico lleno historias serán el entretenimiento para un hombre que terminará sospechando de uno de sus vecinos cuya mujer ha desaparecido.

El Gran Hermano de los años 50. Una época sin redes sociales ni el picoteo rápido y distraído al que Internet nos ha llevado. Impresionante la panorámica de Hitchcock para presentarnos ese edificio colmena lleno de historias desnudas esperando ser espiadas por la cámara y el espectador. Con un dominio prodigioso de la técnica, una mirada afinada sobre la naturaleza humana y un sólido guión, esta película nos permite recordar la importancia de una sana observación para no solo mirar sino contemplar lo que sucede a nuestro alrededor.

Esta película se encuentra en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por ser considerada de gran valor cultural, estético e histórico. Y es citada cuando se aborda el tema del vouyerismo o del espía/detective amateur en películas como: Misterioso asesinato en Manhattan (Woody Allen/1993), Body Double (Brian de Palma/1984), Disturbia (2007), Lo que la verdad esconde (Robert Zemeckis/2000) e incluso en el episodio de Los Simpson “Bart of Darkness” o en la serie de televisión Castle (capítulo 100) en donde se homenajea explícitamente a Hitchcock.

En torno a la historia principal, la que genera todo el suspense de la película, se entrelazan otras historias secundarias que permiten a Hitchcock crear un microcosmos, que no solo soporta bien el paso del tiempo, sino que logra interpelarnos hoy con más eficacia que muchas de las producciones contemporáneas. Un patio vecinal mostrado con una gran fotografía y un acertado guión, que logran un ritmo y una atmósfera perfecta para despertarnos ese instinto curioso, que el propio Hitchcock afirmaba que ningún hombre podría evitar si contemplaba a una mujer desnudarse antes de irse a dormir o simplemente a un hombre que ordenaba las cosas de su habitación. Así justificaba su película en el libro de referencia “El cine según Hitchcockdel también director F. Truffaut.

Una escayola pone en marcha todo un proceso humano desconcertante que o termina en voyeurismo o en una ocasión para recuperar una sana e inteligente curiosidad por la realidad. El voyeurismo quizás se convierta en obsesión cuando no se logra fijar la mirada en alguien que responda a las exigencias de lo humano.

Lo que la gente debería hacer es salir de su casa y buscar un cambio, le dice su enfermera (Kelly) a James Stewart cuando le empieza a hacer partícipe de su obsesión. Aunque más que “salir de casa” a lo que apunta Hitchcock es a salir del egocentrismo autosuficiente que parece invadirlo todo, entonces y ahora. El microcosmos de personajes revela también una lograda caracterización psicológica de los protagonistas.

La ventana indiscreta es una obra de culto, en donde todo lo técnico está al servicio de una historia, que nos invita a mirar la vida diaria sin despellejarla. ¿Cómo meditar o rezar si no somos capaces de mirar al otro con un mínimo de ternura?

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