Nos retrotrae en la distancia a otro famoso diario: el de Anna Frank
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Para mantener viva la memoria de las víctimas del Holocausto, no hay mejor forma que hacerlo a través de la mirada diáfana y sincera de los niños. Esos pequeños que en las escuelas comienzan a asomarse al mundo y se preguntan: ¿Cómo es posible que los adultos sean capaces de tanto horror?
El poeta decía que “la verdad nos llama, nos atrae con la rica inocencia de un niño”. La Shoah en el diario intimo de una niña católica de nueve años conmueve, además porque abraza en la distancia el recuerdo de otra niña judía menos afortunada: Annelies Marie Frank.
Ella, más conocida como Anna Frank, con apenas 12 años escribe con sensibilidad admirable la ocupación alemana en Ámsterdam durante la II Guerra Mundial. Anna escribió sus recuerdos en la clandestinidad, marginada y escondida en un viejo almacén. En 1944 fue escrita la última página del diario.
En el día internacional en conmemoración de las víctimas del Holocausto, compartimos la página sincera de este diario escrito hoy por una niña que llamaremos Linda, estudiante de un colegio católico en Roma.
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Roma 26 de enero de 2016
Querida Victoria,
Hoy la maestra ha leído una página del diario de Anna Frank y fue muy conmovedor, desde hace algunos días hablamos de este tema.
Anna era una niña que cumplió diez años y recibió como regalo un diario, donde describe toda su vida.
Como ella, otros niños judíos, no podían ir a la escuela y pasear en el parque sólo por ser de una religión diferente a la nuestra. Estos niños no habían hecho nada, eran sólo judíos, y se les negaba una vida sana y feliz.
Ayer, la maestra nos pidió escribir sobre los testimonios de los niños judíos que fueron capturados por los nazis y llevados en camiones y vagones de tren a campos de concentración…destinados a la muerte (a morir).
Es algo horrible. Se necesitan nueve meses, tanto tiempo ¿no crees? para meter al mundo una criatura…¿Cómo es posible que esos señores acaben en segundos con la vida de tantos niños? Esas personas no saben que cuando nacieron ellos mismos eran criaturas, criaturas de Dios.
Anna ha concluido sus páginas de diario con estas palabras: “¡Quien es feliz hará felices a los demás también!”.
Querida Victoria, gracias por haberme acompañado en este recuerdo conmovedor.
L.L