Hablar de la condición femenina dentro del Islam resulta complejo, y uno de los puntos clave del diálogo (y conflicto) con Occidente
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Una de las cuestiones en las que la tradición islamica y la sociedad occidental suelen entrar en conflicto es el estatus de la mujer. Conviene profundizar en el argumento, precisamente para discernir las posibilidades y los límites al diálogo.
¿Existe paridad entre hombre y mujer en el islam? No. Si nos atenemos a los versículos coránicos y la Tradición podemos encontrar una afirmación explícita de la superioridad del hombre sobre la mujer y su deber de tutelarla. Algo que ha influido decisivamente en la concepción del marido como figura de autoridad.
Hablar de la condición femenina dentro del Islam resulta complejo. Especialmente porque son distintos los aspectos que tienen que ver con la mujer. Desde su mención explícita en el texto coránico al derecho familiar-matrimonial, la maternidad o su actual rol social y profesional.
Corán y Sunna han dedicado varios versículos que han servido de apoyo a los jurisconsultos para interpretar, aclarar o prolongar la enseñanza tradicional sobre el papel de la mujer. En el Corán se afirma que la mujer fue sacada del hombre (4, 1). En 2, 2 se pone la sangre de la menstruación en la categoría de lo impuro, al romper el estado de sacralidad necesaria para la oración y el ayuno. El testimonio de la mujer posee la mitad de valor que el de un hombre. En cuestiones de herencia, la mujer recibe la mitad de lo que le corresponde a un hombre.
Por ejemplo, en la azora 2, 228 se afirma que los hombres tienen preeminencia sobre las mujeres. Si nos detenemos en la azora 4, 38 podremos complementar esta visión teológica de la autoridad masculina ligada al hecho de que es el hombre quien procura a la mujer su mantenimiento.
Sin embargo ¿qué ocurre cuando esto no sucede y contemplamos a una mujer que trabaja y es autosuficiente? ¿O incluso cuando es ella la que procura el mantenimiento de la familia? Pues que, evidentemente, el argumento de autoridad masculina se derrumba. Y como occidentales, podemos afirmar que se trata de una consecuencia lógica y positiva. Sin embargo, dentro del complejo ámbito musulmán tal colisión de principios provoca tensiones y debates muy vivos sobre la legitimidad de que la mujer crezca y se desarrolle en el ámbito profesional. Y no en pocas ocasiones, usando argumentos teológicos sesgados.
Por tanto, no puede negarse que hablar del binomio Islam-mujer ocasiona las más diversas reacciones dentro y también fuera del ámbito musulmán. A los principios teológicos, se superponen las diferencias culturales y, por supuesto, las condiciones sociales, políticas y económicas en que la mujer se desenvuelve. Tampoco puede olvidarse que junto a los niños y los ancianos, la mujer es el eslabón más débil en situaciones de conflicto.
Hay autores musulmanes que justifican esta inferioridad de la mujer en el Islam con argumentos tales como su fragilidad física y su carácter eminentemente emocional. Utilizan las diferencias existentes entre la naturaleza del hombre y la mujer para subrayar la necesidad de su sumisión. De un modo muy generalizado, en los países islámicos se acepta esta condición, transmitida de madres a hijas. En círculos más cultos, la figura del marido resultará clave. Si posee una mentalidad tradicionalista, la situación de la esposa será tanto más difícil e inaceptable cuanto mayor sea su formación y cercanía a la modernidad occidental.
Es muy frecuente que al emigrar a ámbitos occidentales, chicos y chicas sean educados por igual en la escuela. En algunos casos, las jóvenes musulmanas aceptan continuar la tradición como esposas y madres. En otros, llevar a cabo sus aspiraciones profesionales resulta una decisión compleja, que lleva aparejada la renuncia a su tradición. Un conflicto generacional de mujeres que se sienten a caballo entre culturas: la occidental y la islámica.
Leer más sobre Islam y mujer en el especial de Aleteia: El Islam desde un punto de vista católico