Una comedia humana, cotidiana, cercana, y que sabe muy bien cómo introducir destellos emocionales
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El próximo 8 de enero, y de la mano de Twentieth Century Fox, llega a las salas Joy, la última película del reputadísimo director de cine neoyorkino de 57 años, David O. Russell -escrita junto a Annie Mumolo-, que tiene en su haber títulos loables (The fighter, 2010); entrañables (El lado bueno de las cosas, 2012) o bochornosos (La gran estafa americana, 2013) y en la que desde la primera secuencia deja claro cuál es su estilo. Y es que esta nueva propuesta ya huele a Oscar, es decir, que podemos decir que nos encontramos ante su mejor trabajo. El domingo 28 de febrero, durante la ceremonia de entrega de los Premios, saldremos de dudas.
El filme biográfico, rodado en Boston y también en Haverhill, Massachusetts, sigue los pasos de Joy (Jennifer Lawrence), una madre soltera de dos hijos, un niño y una niña, que vive junto con su madre, Terri, su abuela, MiMi, y su ex-marido, Tony. Su padre, Rudy (Robert de Niro), casado tres veces, y divorciado otras tres, le ha dado una hermanastra mayor a la que no puede ni ver. Ambos trabajan en un taller de reparación de coches, mientras que su madre se dedica a ver telenovelas en su cuarto durante todo el día.
La última conquista de Rudy es la italiana Trudy, cuyo fallecido marido le había dejado una pequeña fortuna y un velero con el que surcar la costa este de los Estados Unidos. Trudy, con buen ojo para los negocios, invita a la familia de Rudy a pasar el día en el barco, cuando de repente un fuerte oleaje sacude la embarcación y hace que Joy tire las copas de vino sobre el suelo de madera. Al escurrir la fregona con la que lo había limpiado, se llena de cortes las manos y se le ocurre la solución definitiva a aquel problema, que seguro estaban viviendo millones de amas de casa del país, la MiracleMop. Con la ayuda inicial de Trudy, comienzan a producir la fregona milagrosa, pero desde el primer momento surgen una serie de problemas que impiden que Joy tenga éxito con su invento. Ella persigue sus sueños y consigue llegar a QVC, una cadena especializada en teletienda, donde conoce a Neil Walker (Bradley Cooper) quien le ayudará a que su producto sea más conocido en los hogares.
Joy, que toma como modelo la women’s pic y la comedia clásica del Hollywood de los años 30 y 40, no es Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000) pero sí un producto competente, bien hecho, que funciona, con capacidad para sentir empatía por él y con él.
Se trata, pues, de una comedia humana, cotidiana, cercana y que sabe muy bien cómo introducir destellos emocionales -y eso a pesar de lo previsible del relato- y, sobre todo, cómo liderar un negocio familiar en un mundo implacable, donde hay también espacio para la familia, la lealtad y el amor. De esta manera, además, Joy conecta mucho con la idiosincrasia de los americanos y da pie al lucimiento actoral de Jennifer Lawrence, Robert De Niro (anteriormente candidatos al Oscar gracias a David O. Russell), Diane Ladd e Isabella Rossellini, si bien no llegan a tanto Bradley Cooper y Edgar Ramírez, a pesar de contar con una excelente dirección de actores.