Hamill responde, pone “Me gusta” a los tuits de sus seguidores, dialoga, bromea: un hombre sencillo al alcance de quienes le buscan
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La carrera artística de Mark Hamill tuvo un prematuro momento de éxito cuando en los inicios de su andar cinematográfico asumió el rol de Luke Skywalker en Star Wars. Desde entonces, y pese a que con distintas, aunque pocas, performances ha buscado despegarse de aquel papel, ha entendido que su nombre estará siempre ligado al del Jedi.
Alguna vez le preguntaron si su personaje había sido para él una bendición o una maldición. “Todo es relativo. Lo que es difícil de aceptar para mi es que de alguna manera Luke tiene una vida propia que no puedo controlar. Pero no es nada que considere diariamente. Fue una parte divertida, pero nada más”, relativizó al Aftonbladet de Suecia, en 1997.
Su carrera artística lo llevó por Broadway, aunque no lo alejó totalmente de la pantalla. Sin embargo, no fueron sus llamativos ojos o sus habilidades para el manejo del sable lo que le han hecho resaltar, sino su habilidad para crear voces de personajes. Hamill “ama” dar voz a las animaciones “porque la gente no puede verte y tomas decisiones que nunca tomarías en una actuación en vivo”.
Desde el Guasón en las nuevas aventuras de Batman, a personajes secundarios en Scooby Doo y en una de las últimas apuestas de Disney en Miles del Mañana, la voz de Hamill está en centenares de episodios de dibujos animados. Mientras ese curso tomaba la carrera de Hamill, el mundo Starwars le pidió que encarne a Luke en el recientemente estrenado episodio “The Force Awakeness”.
Pero encontrar a Mark no es tan difícil como encontrar a Luke en este episodio de la saga. Por lo pronto, se le puede escribir a su cuenta de Twitter @hamillhimself. En su muro, diariamente se leen desopilantes diálogos entre el actor y sus seguidores. Hamill prácticamente no deja tuit sin responder, y lo hace siempre con humor, con pocas palabras, a veces con sarcasmos.
“¿Qué sentiste cuando viste que en el último guion de Star Wars que tenías poco para decir?”, le preguntan. “Sin palabras”, responde. Otro le envía un pequeño video del joven Hamill jugando con un avión de Starwars y le pregunta si lo sigue haciendo. “Lo estoy haciendo ahora mismo”. Otro le escribe: “Soy un gran fan tuyo. Sería un honor que me escribas de vuelta”. “De vuelta”, responde. “¿Podrías decir algo en español?”, alguien en nuestra lengua se anima. “Algo”, responde.
Otra parte del muro la usa para asesorar a sus seguidores en la compra de productos de colección firmados por él en su juventud, consultoría que hace esperando que no tengan que pagar mucho por ella. “Es tu firma la que está en esta foto”, le preguntan. “No, es la de un robot. Paremos a la piratería”.
Hamill responde, pone “Me gusta” a los tuits de sus seguidores, dialoga, bromea. Los recursos retóricos que utiliza y los horarios de respuesta son evidencias que confirmarían que no hay ejército de clons respondiendo o escribiendo en su nombre.
Hamill es una celebridad cercana, un personaje accesible para sus seguidores de todo el mundo a través de su cuenta de Twitter. Un artista cuya carrera tuvo un momento prematuro de exposición, pero consciente del valor simbólico que supone para varias generaciones de cinéfilos no escapó de esa fama. Pareciera que el éxito no lo llevó a una galaxia muy lejana. Se quedó aquí en la tierra. El verdadero Luke es mucho más accesible que el personaje. Una lección de vida para las efímeras estrellas locales que pronto estrellan sus naves.