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Así era la Navidad… de la familia Trapp

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Alfa y Omega - publicado el 05/01/16
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Una enorme corona de Adviento, la carta al Niño Jesús, la temida y esperada visita de san Nicolás, el ensayo de los villancicos… así vivieron los niños que inspiraron “Sonrisas y lágrimas” la primera Navidad que pasaron con María

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Durante años, Sonrisas y lágrimas fue un clásico en la programación televisiva de Navidad; si bien más por película familiar que por temática navideña. ¿Cómo vivía la Navidad la familia Von Trapp?

Es fácil suponer que sería una de las fiestas más importantes del año, dada la profundidad de su fe católica y cómo esta fue dando forma a toda su vida; y que las celebraciones religiosas, las costumbres austriacas y la música tendrían un papel fundamental.

Pero no hay que suponerlo. En sus memorias –en español Sonrisas y lágrimas (Espasa)–, María von Trapp cuenta con todo lujo de detalles cómo fue la primera Navidad que pasó en la mansión de los Trapp en 1926, solo unos meses después de haber llegado desde la abadía de Nonnberg para ser institutriz de parte de las siete hijas del capitán Georg von Trapp.

En otra de sus obras, En torno al año con la familia Trapp –inédito en español–, profundiza en todas las costumbres católicas que iban marcando este y los demás tiempos litúrgicos durante los años siguientes.

Y, cuando alcanzaron la fama uno de sus discos fue de villancicos, tanto populares como clásicos.

¡Cazados! ensayando villancicos

En ese primer año, “alrededor de la mesa grande teníamos largas conversaciones sobre qué [regalos] hacer para Padre, para la baronesa Matilda y para la Abuela. Incluso sugerí que sería bonito si cada niño tuviera una sorpresa para cada hermana y hermano. Eso nos mantuvo ocupados. La mesa, grande y redonda, estaba cubierta de papel y pinturas, lana y agujas. La habitación de los chicos pronto pareció un taller, con el olor del pegamento compitiendo con el de los ratones de Werner”.

“Mientras las manos estaban ocupadas, las bocas tampoco estaban tranquilas. Estábamos aprendiendo villancicos, uno cada noche. María, que ya tocaba melodías sencillas con el violín, iba a intentar tocar con nosotros”.

Fue durante uno de estos ensayos cuando el capitán Von Trapp los descubrió. En vez de enfadarse, como la institutriz había temido, se quedó maravillado y se unió al pequeño coro.

La corona de Adviento

Otra costumbre que María introdujo fue la de la corona de Adviento. Pero, por supuesto, no comprada, sino fabricada con ramas de abeto enrolladas alrededor de la rueda de un carro viejo, sobre las que clavaron cuatro velas.

Con la colaboración de todos, en la misma tarde de la víspera del primer domingo de Adviento, la enorme corona quedó colgada del techo del salón.

“Esta noche la familia se reunirá bajo la corona y vuestro padre leerá el Evangelio del primer domingo de Adviento. Entonces encenderemos una vela, y toda la familia cantará canciones de Adviento y villancicos“, explicó la candidata a monja.

Esa noche, en la mesa, además, ardía una gran vela roja. “Fue mi sorpresa para los niños. La había traído de [la abadía de] Nonnberg en mi última visita. “Es la vela de Adviento”, les expliqué. “Es un símbolo de Cristo, a Quien llamamos la luz del mundo. Tiene que arder todas las noches hasta Navidad””.

La carta al Niño Jesús…

Aunque los niños preparaban sus regalos, también recibían otros. Pero no de Papá Noel.

Todos los niños, grandes y pequeños, de Austria, tienen que escribir una carta dirigida al Niño Jesús el primer domingo de Adviento. Se cree que baja del cielo en persona en Nochebuena, acompañado de ángeles, y trae el árbol de Navidad y las cosas maravillosas que hay bajo él”.

“Esta carta es muy importante, porque en ella tienes que revelar tus deseos más secretos, y al final hacer una promesa personal. Entonces la pones en el alféizar de la ventana antes de irte a la cama, y la mañana siguiente tu primera mirada es para ver si ha desaparecido”.

“Las cartas de los niños buenos siempre desaparecen la primera noche. Algunos, sin embargo, tienen que esperar dos o tres días, y si es tu caso te pones muy nervioso. Ayuda mucho a hacer que te comas las espinacas”.

… y la visita de san Nicolás

Después del primer domingo de Adviento, pronto llegó San Nicolás. Toda la familia esperaba al santo obispo en el hall.

“La mano de Martina apretaba con fuerza la mía, y su pequeña figura casi se escondía del todo detrás de mi falda. Casi podías oír latir el corazón de Johanna, y Hedwig interpretaba muy mal su obvia superioridad”.

Cuando por fin llegó, nadie reconoció a Hans, el mayordomo, escondido bajo la larga barba y las gafas de la cocinera, ni sospechó que su libro con todas las acciones de los niños era en realidad un tomo de la enciclopedia.

En este libro mágico estaban escritos todos los muchos crímenes, grandes y pequeños, que habían cometido los niños de la casa. Era increíble lo bien informado que estaba san Nicolás: sobre cómo Werner había hecho novillos tres veces en vez de ir a clase de griego; cómo Hedwig había pellizcado a Martina; cómo Rupert había fumado en secreto; y cómo María había tocado el violín más de lo que el médico le había aconsejado”.

Afortunadamente, al final, después de que todos prometieran solemnemente enmendarse, “hubo fruta y caramelos para todos”.

¡Silencio! Los ángeles están trabajando

Cuando solo quedaban siete días para Navidad, la puerta de la sala de dibujo grande, que estaba siempre abierta, amaneció cerrada: el Niño Jesús, con sus ángeles, estaban dentro preparando el árbol.

“Desde entonces, los niños solo pasaban cerca de puntillas”. En el silencio de la noche, poco a poco se fue preparando el árbol, cubierto de galletas, caramelos y chocolatinas, figuritas de mazapán, manzanas y mandarinas, y 120 velas de cera: y la habitación “comenzó a parecerse al departamento de juguetes de unos grandes almacenes”. “Me sentía como en el país de las hadas. Estaba borracha de Navidad”.

“Ya no puedes esperar más”

El 24 de diciembre por la mañana, “fuimos a la iglesia con los mayores. Todo el mundo se confiesa en Nochebuena, así que había que hacer cola. En la iglesia no había luz eléctrica, ni por supuesto calefacción. La gente había traído velas de casa, las había sujetado a los bancos, y sujetando sus libros con manos cubiertas de gruesos guantes, leían la antigua canción de Adviento Cielos, derramad al justo.

En el belén, puesto en un altar lateral de la iglesia, “el buey y la mula, las ovejas en el prado y los ángeles en el aire parecían aguantar la respiración, esperando en santa expectación a que viniera el Niñito. La humanidad había esperado este momento pacientemente miles de años. Ya no podía esperar más; y ese mismo sentimiento es el que te llevas a casa en el corazón después de una última mirada al pesebre vacío”.

El desenlace… y una oración

Nochebuena era “día de ayuno, así que la comida, una sopa espesa, acabó pronto”. Después, los niños se fueron a ordenar sus cuartos, hasta que la familia se reunió por última vez bajo la corona de Adviento para volver a recitar himnos de espera.

Les interrumpió el sonido de una campanilla. “¡Había llegado el Niño Jesús!”.

Encabezada por el capitán Von Trapp, toda la familia se dirigió a la sala de dibujo. “Todos nos paramos en un semicírculo, contemplando en asombrado silencio el árbol de Navidad. El capitán comenzó a cantar “Noche de paz”. Después de cantar las tres estrofas, hubo un momento de completo silencio”, hasta que todos comenzaron a desearse “una santa Navidad” unos a otros y a abrir regalos.

Esa noche, María dejó la casa para ir a la Misa del Gallo en la abadía de Nonnberg. Pero le distraía continuamente la imagen del capitán viudo que, cuando estaba a punto de salir, le había dicho: “Hasta ahora había tenido más miedo a la Navidad que a ningún otro día. Pero este año ha hecho que sea muy bonita para todos. Gracias”.

A pesar de la distracción, pudo hacer esta oración al Niño Dios: “Muchas gracias por haberme enviado allí. Por favor, ayúdame a acercarlos más a Ti”.

Por María Martínez López

Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega

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