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Soltero o casado, sólo el egoísta desperdicia la vida

hombre brazos abiertos atardecer

Editora Cléofas - publicado el 26/12/15

A pesar de una notable evolución, cuántos solteros aún piensan que sus vidas son desperdiciadas

Algunos difícilmente logran disimular el pesar, y buscan vengarse con los demás y con la vida. Existen también los que se proporcionan una vida agradable a cualquier precio, buscando los placeres conforme a sus propios apetitos. Otros, finalmente resignados, terminan por acomodarse, no se preocupan ya con el problema, cumplen concienzudamente con sus deberes profesionales y, si son cristianos, buscan en el respeto a las reglas morales y religiosas una seguridad tranquilizadora o una compensación a su sensibilidad, en un misticismo sin vida.

Comprendiendo la decepción, la rebeldía, la lucha y el sufrimiento de ellos es necesario que se les diga a unos y otros, delicadamente, cuán equivocados están, el celibato no es un fracaso, es una invitación a realizarse plenamente, pero en otro nivel que el del hogar. Sólo el egoísta es estéril.

Nunca encontraste a tu “alma gemela”.

Le gustabas a pedro, pero tus padres – por cuestiones económicas – impidieron que el romance continuara.

Rechazaste a Luis, para ti él no era el hombre “perfecto” con quien soñabas.

Pablo murió.

Absorta por los deberes familiares o por la dedicación a algún “trabajo”, una labor más o menos clara, te quedaste “sobrando”.

A medida que pasaron los años, tu soledad se fue volviendo más pesada.

Te quedas mirando a las parejas que se abrazan.

Ves a los hijos de tus amigos…y sufres en tu propia carne, en tu corazón.

Al final, ¿quién eres?

Para tus padres, si vives con ellos, eres un niño:

“¿Cerraste bien la puerta?”, “¿No has apagado la luz?”, “Llegó carta, es de fulana o mengana”, “No te peines así”.

Para el vecindario eres “una solterona”: “Qué pena, no se pudo casar”.

Para ti misma, muchas veces, una frustrada.

Es verdad que el hombre solo está, de cierta manera, incompleto: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18).

Todo hombre, por haber sido creado a imagen de Dios está llamado a la comunidad y a la unidad con otra u otras personas.

Él es llamado a ser creador, en el amor. Todo hombre debe “desposarse”. Todo hombre debe “engendrar”, pero hay muchos niveles de realización para esa comunidad y esa paternidad.

Existen otro tipo de unidad además de la unidad física de un hombre y de una mujer en el matrimonio: “y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24).

La unidad espiritual con todos los hombres, nace de un corazón amigo y disponible, la unidad sobrenatural con toda la humanidad en Cristo, nace del amor caridad con todos.

Existe otra fecundidad además de la fecundidad física: la fecundidad espiritual.

Y aún existe otra fecundidad, además de la espiritual, es la fecundidad sobrenatural, en Cristo.

Tú no eres un “frustrado”, porque como soltero, tienes que realizar tu unidad y tu fecundidad en niveles superiores.

Tú estás llamado a un equilibrio y a un desarrollo más difícil, por lo tanto, más profundo y más fecundo.

La propia vocación es para cada uno la mejor y la más bella, sin embargo, la virginidad que se acepta y, más aún, la virginidad consagrada es un estado de vida superior al matrimonio, porque el cuerpo limita al hombre, sólo el espíritu le ofrece el infinito (Ver 1 Co 7,27. 33-34. 37-38).

Estéril es aquél que vive sin amor. El amor siempre es portador y creador de vida. No importa su estado, ama y darás vida.

Ninguna vida puede florecer, expandirse si no es plenamente aceptada.

Toda vocación es una respuesta conciente y libre a un ofrecimiento de Dios. Si sólo lo soportas, no lograrás vivir.

Si quieres conocer la alegría de la plenitud y la fecundidad, es necesario que la aceptes y te adhieras a ella libremente.

Lo que te hace sufrir desde hace mucho tiempo es la incertidumbre sobre tu vocación. ¿Tengo que pensar en un hogar? ¿Tengo que organizar mi vida de soltero?

Ninguna vida es “prefabricada”, los dones de cada uno, los acontecimientos permitidos por Dios orientan la existencia.

Es dentro de la noche donde debemos descifrar las cartas de amor que Dios nos envía. El más puro lee más deprisa, el más desapegado comente menos errores en la lectura y en la aplicación.

Vive tu vida presente, y mantente disponible. No porque un chico y una chica se gusten mutuamente deben, por fuerza, casarse. El afecto sensible es una señal que por sí solo no es suficiente.

No porque desees mucho casarte, estás obligatoriamente destinado al matrimonio; la atracción es sólo un elemento, entre otros, en la vocación de cada uno.

Desconfía de tu imaginación. En sueños es fácil construir un hogar, en sueños es fácil educar hijos.

La renuncia asume para ti aspectos de un esfuerzo sobrehumano, porque son tus sueños lo que debes abandonar, y, con toda seguridad, la realidad contrariará esos sueños.

Además de las apariencias tranquilizadoras, ningún hombre conoce su propia fecundidad.

No porque estés soltero debes renunciar a ser adulto. Ser adulto es ser interiormente autónomo. Si eres esclavo de un deber mal entendido, tú no tienes el derecho de restringir tu vida al ritmo de vida de tus padres.

Hay ramas que es necesario podar, hay parásitos que es necesario cortar. Tienes miedo de sumergirte en lo desconocido. Tienes miedo de hacer sufrir a los demás. Temes las incomprensiones, las lágrimas, los juicios severos y, so pretexto de amor filial y de devoción, escondes tu propia debilidad, paralizas tu desarrollo y frustras a tus padres en la madurez a la que tienen derecho. No obstante todas las apariencias, tú les impides progresar…

No es para sí mismos que los hombres crían y educan a los hijos, sino para los otros y Dios (cualquiera que sea su estado de vida).

Mientras que ellos no entreguen totalmente a los hijos, su misión no está terminada.

Aunque te hayas colocado en condiciones exteriores que faciliten tu equilibrio humano, no habrás hecho nada, para el completo desarrollo y fecundidad de tu vida: si continúas en tu torre de marfil, si te “instalas” en la vida, si rechazas involucrarte en un mundo para el servicio de tus hermanos.

Para que tu vida de soltero tenga éxito es necesario sublimar todas las potencialidades de tu persona, pero sublimación no quiere decir refugiarse en el sueño, evadirse en el idealismo, buscar compensaciones evidentes o disfrazadas, sino al contrario, a plena luz aceptar tus propias fuerzas, incluso cuando tu vitalidad fuera, a veces, inquietante, organízalas, concéntralas y oriéntalas concientemente para un desarrollo superior.

El celibato no estanca las facultades afectivas, reclama, por el contrario, tu crecimiento infinito, ensanchando el corazón hasta los límites del mundo.

Frecuentar sólo a una amiga, empobrecerá tu sensibilidad. Frecuentar sólo un ambiente de solteros, limitará mucho tu desarrollo. Visitar siempre un único hogar podría ser peligroso, pues “el espíritu está dispuesto pero la carne es débil”.

No te apegues mucho a un sacerdote, podrían haber prejuicios sobre ambos, acoge bien a los demás, comenzando por los más cercanos, una vecina anciana, una viuda que busca empleo, los novios que buscan una casa, el adolescente que se busca a sí mismo…

Ábrete completamente a los problemas del mundo, comprométete sin miedo en el servicio concreto de los hombres, en el sindicato, en el partido político…

No te “defiendas”, es un deber para ti unir tu vida al destino de tus hermanos.

Si sacrificas un hogar, que sea para el servicio de todos. Si dudas de tus posibilidades, ganarás nuevamente confianza en ti mismo, si has sido “machacado”, te sentirás más firme, si sufriste a causa de la soledad, si tu fe se marchitó, se fortificará y se volverá adulta.

El Señor necesita de ti. No te “refugies” en la piedad sentimental, tu amor a Dios no pasaría de la búsqueda de una satisfacción personal. Pero, en un único esfuerzo, abre toda tu alma a Dios, a los hombres, y sin apegos, disponible y en paz, conocerás la alegría de aquél que se dona a sí mismo.

En medio de las rupturas inherentes a toda vida, déjate guiar por el Espíritu: Si sabes reconocer tu debilidad, permanecer atento y pobre, responder a sus invitaciones, a través de los acontecimientos Él te mostrará el camino.

Después de haber andado mucho, mira hacia atrás. Mira el camino recorrido. Comprenderás por qué Dios te había reservado especialmente ese camino, entonces sin ninguna reserva, podrás decirle: Gracias.

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