Inmigración, andalusismo y pluralismo religioso, las tres notas características de la vuelta del Islam a España
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
En España, el Islam ha permanecido ligado en gran medida a un pasado histórico medieval y moderno. Una época tan esplendorosa como agitada. Origen de paraísos mentales más o menos románticos y también de desencuentros que muchos han pretendido prolongar hasta la actualidad. Y que explicarían el deseo de retornar a ese al-Ándalus como paraíso perdido.
- Origen
Sin pretender agotar una temática tan amplia, este artículo pretende dibujar de modo sencillo una panorámica de la presencia del Islam en la España de la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, adentrase de un modo riguroso en su presencia en la España actual requiere contar con elementos objetivos que nos explican esta realidad. El fenómeno migratorio, el pluralismo religioso y los problemas de seguridad han revitalizado su presencia en los medios de comunicación y en las investigaciones que lo asocian al presente. Es un hecho que la presencia de minorías islámicas en Europa se ha incrementado en las últimas décadas. Y en España, este fenómeno ha adquirido perfiles propios que han hecho de las Comunidades Islámicas un actor sociopolítico y religioso de creciente influencia.
El crecimiento de asociaciones islámicas en España está unido a la modernización del Estado democrático. La secularización, el reconocimiento de la libertad de conciencia y culto han sido fundamentales para que evolucionen desde una presencia testimonial a una confesión con pleno reconocimiento. De modo paralelo el interés del mundo islámico en potenciar su capacidad de influencia en occidente, se tradujo en un fuerte apoyo a la difusión del Islam. No sólo como proselitismo sino con la predilección emocional que suscitaba el “retorno del Islam” a tierras de al-Ándalus.
A comienzos del siglo XXI, el debate sobre derechos individuales/colectivos de las minorías se orientó hacia el multiculturalismo y la denominada “protección de la diferencia”. La no discriminación y la lucha contra la intolerancia han sido objetivos europeos permanentes. Sin embargo, la consolidación de estas minorías como “cuerpos intermedios” de representación ante el Estado ha provocado tensiones entre derechos. Por un lado, los que provienen de la pertenencia a un grupo religioso. De otro, los otorgados como ciudadanos.
En España, el fomento de la libertad religiosa las minorías, y en especial de la musulmana, se realizó de forma contradictoria. Para profundizar en la “laicidad” del Estado se fomentó su crecimiento y fuentes de financiación hasta adquirir el perfil de un grupo de presión. Un lobby capaz de orientar y modificar aquellas políticas públicas que les afectan.
- Fases y objetivos
La evolución de las Comunidades Islámicas en España dibuja su construcción como minoría sujeta al reconocimiento legal del pluralismo y a una acelerada evolución sociológica. En una primera fase (1960-1975) asistimos a los orígenes de un asociacionismo, regulado por la Ley de Libertad Religiosa de 1967. Una normativa adoptada a consecuencia de las demandas de respeto a la libertad religiosa emanadas del Concilio Vaticano II. Entre 1968 y 1971 se inscribieron las primeras asociaciones de tendencia muy diversa: una organización internacional heterodoxa, de proselitismo muy activo (Yamaat Ahmadia del Islam en España), las comunidades de Ceuta y Melilla y una asociación destinada al encuadramiento de ciudadanos árabes que progresivamente abriría diversas filiales (Asociación Musulmana de España).
La segunda fase (1975-1982) supuso el reconocimiento efectivo de la libertad religiosa. Una etapa democratizadora y de internacionalización de España que estimuló el asociacionismo converso. La Constitución de 1978 extendió al conjunto de confesiones el compromiso adquirido con la Iglesia a través de Acuerdos bilaterales (art. 16.3). Los derechos y libertades del capítulo II (arts. 14 a 38) necesitaron un desarrollo posterior. En el caso de la libertad religiosa fue a través de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa (LOLR, 24-VII-80) que completaba el bloque de constitucionalidad en esta materia: personalismo, libertad ideológica y religiosa, neutralidad, separación, igualdad, cooperación, pluralismo y participación. Amplió el derecho de las iglesias, confesiones y comunidades religiosas con las que debían establecerse mecanismos de cooperación.
Estas entidades y sus federaciones vieron reconocida su personalidad jurídica a través de la inscripción en el nuevo registro. El proceso de diálogo para firmar Acuerdos quedó sujeto al reconocimiento de “notorio arraigo” (art. 7.1) por su ámbito territorial y número de fieles. De modo general, las Comunidades Islámicas valoraron esta coyuntura como una oportunidad histórica para conseguir una interlocución directa con el Estado, fomentando el incremento de asociaciones registradas.
Durante la tercera etapa (1982-1996) se debían concretar las características del modelo aconfesional propuesto por el ejecutivo socialista para el desarrollo de su programa secularizador a largo plazo. El proceso autonómico desarrollado entre 1982 y 1986, favoreció el “redescubrimiento” de las raíces del pasado andalusí. No como un paréntesis, sino como un elemento fundamental de la identidad histórica española. En la comunidad andaluza, el discurso nacionalista utilizó ese pasado para la difundir las señas de identidad de los “nuevos musulmanes”. Un “andalusismo” histórico que ha mantenido su influencia en el colectivo musulmán, entendido como contrario a la herencia cristiana. Para un amplio sector de los musulmanes, este planteamiento ha proporcionado una estrategia reivindicativa basada en su condición de “herederos de un pueblo oprimido”. Un victimismo administrado políticamente para denunciar las carencias de la minoría musulmana en la España democrática.
El horizonte simbólico de 1992 funcionó como límite para cerrar el ciclo normativo. En 1989 la Comisión Asesora de Libertad Religiosa aprobó el dictamen de notorio arraigo del Islam en España. Para ello, la comisión se basó en cuatro elementos que conviene tener muy en cuenta: relevancia histórica del Islam, su consolidada presencia internacional, la vecindad del Magreb y la potencialidad del fenómeno inmigratorio. Firmar el Acuerdo con la minoría musulmana requirió que los dos proyectos más relevantes se llegasen a un entendimiento y se uniesen en un solo organismo que fuese interlocutor ante el Estado. Así, la Federación Española de Entidades Islámicas (FEERI, 1989) y la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE, 1991) constituyeron la Comisión Islámica de España (CIE, 1992). Para las autoridades públicas, el Acuerdo de 1992 constituyó un objetivo en sí mismo que cerraba un ciclo de protección de las minorías religiosas en la España democrática. Sin embargo, para los musulmanes fue sólo el comienzo. Los primeros obstáculos en el desarrollo normativo surgieron en torno a la financiación y la enseñanza religiosa islámica (ERI).
La cuarta etapa (1996-2004) se caracterizó por un incremento muy significativo de los flujos migratorios y la disensión interna entre los líderes de las Comunidades Islámicas. Una rápida evolución que se complementó con una estrategia dirigida a materializar un estatus jurídico de igualación por arriba con la Iglesia Católica. El escaso interés del gobierno popular en profundizar en esta línea fue interpretado como un límite a su reconocimiento. A esta tensión, se sumó el ciclo internacional abierto con los atentados del 11-S. La sobreexposición en los medios de comunicación de la temática islámica relacionada con la violencia y los debates sobre convivencia hicieron que las Comunidades Islámicas reforzaran sus conexiones y colaboración con organismos internacionales. Aunque muchos de sus representantes han considerado esta etapa como “tiempo perdido” a nivel nacional, el crecimiento y alcance de sus iniciativas contradice esta percepción.
En España, la quinta etapa (2004-11) estuvo muy impregnada por el trauma del 11-M. El gobierno programó un plan para la prevención del radicalismo, difundido a través de las prédicas en las mezquitas. Intervención que era rechazada por los que interpretaban este control como contrario a la libertad religiosa y potenciador de las distorsiones sobre la naturaleza pacífica del Islam. La puesta en marcha de la Fundación Pluralismo y Convivencia reforzó la relación del Estado con las confesiones minoritarias como interlocutores sociales en crecimiento. Las estrategias nacionales e internacionales desarrolladas por el gobierno Zapatero para desarrollar la laicidad y la protección de las minorías reforzaron la consolidación institucional de las Comunidades Islámicas. Especialmente en temas como la insistente revisión de los Acuerdos del Estado con la Iglesia Acuerdos Católica, considerados como reductos de un privilegio que debía abrirse a todas las minorías.
- Anotaciones sobre el panorama actual
Desde 2011, los acontecimientos relacionados con el Islam en España y en el mundo se han multiplicado exponencialmente. Antes de su salida, el gobierno Zapatero puso en marcha el Observatorio del Pluralismo Religioso (actualmente denominado Observatorio para el pluralismo y la convivencia). Un organismo que revela las profundas transformaciones derivadas del pluralismo y los recursos invertidos en su gestión. Especialmente porque supone la institucionalización de una ideología pluralista, que fomenta la neutralidad del espacio público. No como espacio de presencia compartida, sino como ausencia de todo referente o símbolo religioso. Una concepción que ha aprovechado los planteamientos laicistas, dirigidos a contrarrestar la influencia social de la Iglesia Católica.
REFERENCIAS:
CORPAS AGUIRRE, M.A.: Las Comunidades Islámicas en la España actual. Génesis e institucionalización de una minoría de referencia (1960-2008), Madrid, UNED, 2010.