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Hiena, o el infierno del crimen

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Ramón Monedero - publicado el 18/12/15
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Una película durísima sobre lo bajo que puede llegar a caer el ser humano

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Hiena. El infierno del crimen es una película muy dura. Aunque desde un punto de vista dramático es cierto que el film no nos propone nada nuevo, en lo que se refiere al peso específico de sus imágenes el largometraje resulta realmente turbador.

La película de Gerard Johnson nos cuenta la historia de Michael (un impresionante Peter Ferdinando), un policía corrupto de Londres. Un día, en una de sus rutinarias visitas a un delincuente de poca monta, Michael es testigo de un brutal asesinato. Machetes en mano, un grupo de albaneses desmiembra a un pequeño narcotraficante turco. El policía, oculto entre un montón de trastos no puede reprimir las lágrimas. Es curioso que un depravado agente de la ley al que vemos esnifar coca y apalear a delincuentes sin compasión se eche a llorar cuando es testigo de un acto de violencia atroz. Es el primer paso, aun así, Michael continuará en su descenso a los infiernos.

Hiena. El infierno del crimen es una película que nos presenta un universo turbio y confuso donde la moral no tiene lugar. Nunca habíamos visto la ciudad de Londres tan áspera y fría. Sus luces de neón, su pavimento perpetuamente húmedo como el rostro de sus personajes, sudorosos, sin afeitar y casi sin peinar, describen un paisaje que resulta incómodo moral y casi físicamente. Uno se cree que lo que estamos viendo podría ser real por esto, Hiena es un film especialmente duro. Johnson acerca su nerviosa cámara a los personajes sin pretender juzgarlos, entre otras razones porque la película se mueve en un universo de malos y rufianes y la cuestión no es quien es más malo, sino donde encontrar un residuo de humanidad.

El problema que tiene Hiena, decíamos líneas arriba, es su guion que poco o nada aporta al subgénero de gánsteres y policías de baja calaña. La puesta en escena del largometraje, sin ser ninguna osadía técnica o narrativa, encierra entre sus imágenes una constante tensión casi insoportable hasta el límite de lo tolerable. Incomoda un poco esa cámara que parece no estar quieta nunca, y que se mueve a base de volantazos, lo que viene a ilustrar de forma muy clara eso de que para rodar una escena confusa no es necesario ser confuso en su puesta en escena.

Aun así Hiena es una película interesante, sobre todo por el poso que deja su atmósfera, su entorno, su fotografía, sus interpretaciones y su asfixiante banda sonora. Desde luego no es un largometraje para todos los públicos ni si quiera para todos los adultos. Hay quien sencillamente no tolerará tanta violencia implícita en la misma atmósfera que transpira la película. Para los más osados, Hiena es un complejo ejercicio para rastrear resquicios de bondad o de humanidad.

Cuando al final Michael debe tomar una decisión que con toda probabilidad acabará en una carnicería, de nuevo se echa a llorar. Un antihéroe con brotes de humanidad. Tal vez lo más esperanzador que vamos a encontrar en una película como Hiena.

 

 

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