Recorre la ruta de tres iglesias sacras y mestizas a más de 3400 metros de altura
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Rumbo al sur de la legendaria capital de los incas, en Cusco, se encuentran cuatro templos que forman parte de la ruta del barroco andino en Perú. Los lugares, considerados sacros e históricos, conservan la belleza y misticismo del arte hispano-peruano
El itinerario para conocer los 4 templos comienza con el Iglesia de la Compañía de Jesús que se impone majestuoso en la Plaza de Armas de la ciudad. Esta arquitectura es una de las construcciones más representativas del barroco colonial en América hispana y fue construida por los jesuitas en 1576 sobre el “Amarucancha” (Casa de la gran serpiente, en quechua), que era el palacio del antepenúltimo emperador Inca, Huayna Cápac.
Dentro de la catedral jesuita resaltan el altar mayor cubierto con pan de oro, el púlpito dorado, la sacristía, los altares y las diferentes decoraciones del recinto que muestran la majestuosidad del arte sacro mestizo. En los extremos del templo destacan los lienzos del pintor cusqueño, Marcos Zapata Inca, que representó algunos pasajes de la vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden Jesuita.
La segunda etapa de la ruta barroca continúa con la capilla de la Virgen Purificada de Canincunca, en Urcos, a 40 kilómetros de la ciudad del Cusco (o Qosqo, en quechua). Los estudios arqueológicos revelan que posiblemente el templo fue levantado sobre un antiguo adoratorio Inca o Waca, que era un lugar ceremonial prehispánico. La capilla colonial presenta una portada de piedra con dos campanarios y conserva celosamente un retablo dedicado a la Virgen Purificada de Canicunca. Los murales religiosos llaman bastante la atención, mientras se descubre con los ojos algunos lienzos pintados en el siglo XVII y a inicio del siglo XVIII.
Un kilómetro más hacia sur, siguiendo las huellas de la historia cusqueña, encontramos el templo San Juan Bautista de Huaro. Su construcción data del siglo XVI, luego de la llegada de los jesuitas a Cuzco en 1571. El templo está construido con adobe, madera rolliza y caña de aquel entonces. En medio de las decoraciones nativas sobresalen el altar renacentista y los murales de Tadeo Escalante, uno de los pintores más representantivos del arte cusqueño.
El recorrido de la ruta del barroco andino termina con “la Capilla Sixtina de América” o la Iglesia de San Pedro de Andahuaylillas, ubicada a 45 kilómetros de la ciudad de Cusco. El lugar, admirable por los frescos de los muros y las decoraciones con pan de oro, fue construido posiblemente a finales del siglo XVI.
Conocer la ciudad sagrada de los incas es como retroceder en el tiempo, pero visitar cada una de estas iglesias, casi escondidas entre los andes, es como ser un recolector de arquitecturas sacras en Cuzco.