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Papa: La rigidez clerical cierra los corazones y hace daño

Pope Francis General Audience

Antoine Mekary / Aleteia

Radio Vaticano - publicado el 14/12/15

En la homilía de este lunes 14 de diciembre en Santa Marta, Francisco recuerda la lección que le dio una abuelita en el confesonario

La esperanza en la misericordia de Dios abre el horizonte y nos hace libres, mientras que la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho daño. Es lo que dijo Papa Francisco la mañana de este lunes 14 de diciembre en la misa celebrada en la Casa Santa Marta.

La primera lectura del día, tomada del Libro de los Números, habla de Balaam, un profeta, observó el Papa, al que un rey ordena maldecir a Israel.

Balaam, explicó el Papa, “tenía sus defectos, incluso pecados. Porque todos tenemos pecados. Todos somos pecadores. Pero no os asustéis, exhortó el Pontífice: Dios es más grande que nuestros pecados”.

“En su camino, Balaam se encuentra con el ángel del Señor y cambia el corazón”, dijo Francisco.“No cambia de partido”, sino “que cambia del error a la verdad y dice lo que ve”: el Pueblo de Dios mora en las tiendas en medio del desierto y él “más allá del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”.

Ha abierto el corazón, “se convierte” y “ve a los lejos, ve la verdad” porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”, continuó, “es una verdad que da esperanza”.

“La esperanza, afirmó el Papa Francisco, es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace mirar a lo lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos “hace ver la belleza de Dios”.

“Cuando me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y está en un momento difícil de su vida, ya sea una enfermedad o una preocupación por un hijo o una hija, o alguien de la familia por cualquier motivo, pero tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene una ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá”, constató.

“Y esta es la esperanza -afirmó el Papa-. Esta es la profecía que la Iglesia nos da hoy: nos quiere hombres y mujeres de esperanza, incluso en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para encontrar una solución”.

En el Evangelio, están los jefes de los sacerdotes que le preguntan a Jesús con qué autoridad actúa, señaló el Papa, y advirtió: “no tienen horizontes”, “son hombres encerrados en sus propios cálculos”, esclavos de su propia rigidez.

Y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad”, mientras que “la esperanza nos hace ligeros”, subrayó.

“Qué bella es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre, de una mujer de la Iglesia. Y qué fea es y cuánto daño hace la rigidez de un hombre o de una mujer de Iglesia, la rigidez eclesial, que no tiene esperanza”, añadió.

“En este Año de la Misericordia, hay dos formas: está el que tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre: Dios perdona siempre, todo. Más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón”, dijo.

“Y también están los que se refugian en sus propias esclavitudes, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no les ha salvado”, advirtió.

El Papa concluyó la homilía contando un suceso ocurrido en 1992 en Buenos Aires, durante una misa para los enfermos. Estaba confesando muchas horas seguidas cuando llegó una mujer muy anciana, de ochenta años, “con los ojos que veían más allá, estos ojos llenos de esperanza”.

“Yo le dije: ‘Abuela ¿vienes a confesarte?’, porque en ese momento ya me iba a ir. ‘Sí’. ‘Pero usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero ¿el Señor no los perdona?’, ‘Dios perdona todo’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, pregunté. ‘Porqué si Dios no perdonase todo, el mundo no existiría’”.

“Ante estos tipos de personas: el libre -la esperanza, lo que te lleva a la misericordia de Dios- y el cerrado -el legalista, el egoísta, el esclavo de la propia rigidez-, recordemos que la lección que esta anciana portuguesa me dio: Dios perdona todo, solo espera que te acerques”.

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