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¿En qué se parece un cristiano en Adviento a un salmón?

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Thomas Bjørkan

Jorge Graña - publicado el 13/12/15

“Creo que Adviento es la temporada más contracultural de los cristianos” P. Martin Pable, o.f.m.

El pasado 29 de noviembre la iglesia celebró el primer domingo de Adviento, dando comienzo a este tiempo litúrgico que antecede a la celebración de la Navidad. Los cristianos estamos llamados a vivirlo de forma tal que nos sirva de preparación espiritual mientras esperamos con gozo el nacimiento de Jesús, contemplando con esperanza y amor este misterio de la encarnación del Hijo de Dios que llega una vez más en la fragilidad y sencillez de un niño.

Desafortunadamente la cultura actual no ayuda a crear un ambiente propicio para este tiempo de espera. La sociedad vive atrapada en una espiral de consumo creada por las grandes corporaciones que controlan el comercio. La gente va y viene sin descanso buscando en las tiendas adornos, regalos, comidas y bebidas para celebrar los días festivos del mes de diciembre.

El secularismo impone nombres y costumbres borrando todo signo o palabra que haga relación a la verdadera razón que da sentido a esta alegría. Apenas se menciona la palabra Navidad y mucho menos Cristo. Todos, incluyendo a muchos católicos, sufren el estrés y la preocupación por obtener los artículos que quieren y hasta se sienten culpables si los regalos que ofrecen no se corresponden con la belleza, calidad y precio de los que reciben.

Sabiamente, la Liturgia de la iglesia nos ofrece durante este tiempo de Adviento una serie de lecturas y símbolos que nos ayudan a centrarnos en lo que realmente es importante y necesario. En el evangelio de ese primer domingo Jesús nos alertaba: “Procuren que sus corazones no se adormezcan por el exceso de comida, por las borracheras y las preocupaciones de la vida…” Lucas 21, 34

Meditando en esta frase y leyendo la breve reflexión del padre Martín Pable, pensé que el cristiano durante el Adviento debe imitar el comportamiento del salmón.

Este pez se encuentra regularmente en el mar pero su origen comienza en los ríos donde ocurre el proceso de desove y fertilización de los huevos. Los adultos regresan del océano nadando contra la corriente del río en un trayecto lleno de obstáculos y dificultades.

Al llegar a lo alto del río saben que no habrá comida para ellos y que solamente podrán, aparearse, desovar, fertilizar y morir. Sus antepasados lo hicieron así, pues cada salmón regresa al río donde nació para perpetuar la especie. Con su muerte el río se abastece de nuevos nutrientes para las crías que irán saliendo de los huevos. Los nuevos salmones tendrán comida hasta su etapa de adulto joven en la que regresan al mar y continúan un ciclo de vida que, en la madurez plena, los traerá de regreso al río donde nacieron.

Un “cristiano-salmón” lucha contra las tentaciones del consumismo y el hedonismo, nada contra la corriente anticristiana de la cultura moderna y da testimonio del verdadero espíritu de la Navidad en la familia y la sociedad. Si es necesario, al igual que el salmón, está dispuesto a morir por defender su fe y sus valores. Sobran los ejemplos de tantos cristianos que actualmente mueren mártires a manos de los extremistas islámicos.

El fraile Martin tiene razón al señalar que Adviento es una temporada contracultural para los cristianos. Propone tres puntos para reflexionar y vivir este tiempo de espera:

  • El silencio y la tranquilidad opuestos al ruido y la agitación. Es bueno que hagamos un alto durante estos días y nos tomemos un tiempo para leer y reflexionar con la Biblia o con libros de autores espirituales que invitan a la oración y la meditación.
  • Las noches son más largas durante el Adviento. Esta mayor oscuridad es un símbolo de la frialdad y la oscuridad que existe en el mundo cuando falta la luz de Cristo. El cristiano debe alumbrar y dar calor con su testimonio de vida en la caridad y el servicio. La Corona de Adviento que debemos tener en la casa es un excelente recordatorio de esta verdad.
  • La espera paciente opuesta a la agitación y el desespero de la sociedad durante estos días. Podemos convertir los momentos que pasamos en el tráfico, el trabajo, la escuela,  las actividades que realizamos cada día, incluso el tiempo que dedicamos a las compras navideñas, en ocasiones especiales para ayudar a los demás, amarlos y orar en silencio por ellos. Regalar un abrazo y una sonrisa no nos cuesta nada y puede cambiar la vida de quienes los reciben. En definitiva, como dice el padre Martín: “el propósito de esta venida de Cristo es hacernos más pacíficos y más amorosos”.

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