La lucha contra la piratería ha durado décadas sin que realmente se lograsen avances significativos, hasta que llegó ella
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Esta semana hemos conocido interesantes datos relativos al tráfico de datos en Internet para las conexiones realizadas en Estados Unidos. Del análisis de los mismos destaca que un 70 % de ellos está relacionado con el streaming de vídeo, es decir, con el visionado online de películas y especialmente en los últimos tiempos series de televisión. Consumo procedente de plataformas legales que al estilo de Netflix, recién desembarcada en España, ofrecen a cambio de una tarifa plana mensual inferior a los 10 €/15$ (según modalidades) el acceso sin límites a un catálogo creciente de títulos.
En concreto, hablando de Netflix, quizá la más popular de este tipo de plataformas, hasta un 35 % del tráfico total de datos en Internet pertenecen exclusivamente a sus abonados. Lo repetimos porque puede que no seamos conscientes de lo que significan estas magnitudes: una cuarta parte del uso que se hace de Internet en Estados Unidos se corresponde a los usuarios de Netflix que están viendo series y películas. Todo legal, con imagen y sonido de calidad, con los autores percibiendo los ingresos a los que tienen derecho, los consumidores disfrutando de contenidos de calidad sin saltarse la Ley, con un floreciente negocio en plena expansión y arrinconando a la piratería y el consumo no estrictamente legal de contenidos audiovisuales a menos del 5 % del total sobre el volúmen de datos que se mueven en Internet.
Hace menos de un lustro plataformas como Megaupload y mecanismos como el P2P que permiten transferencia de archivos directamente entre ordenadores, eran un negocio lucrativo para quienes establecían sistemas de servidores donde almacenar ingentes cantidades de estos archivos que se intercambiaban con cifras mareantes de consumo de recursos en la Red.
Todo ello con dos mermas: la calidad de los contenidos que con frecuencia no alcanzaban unos mínimos estándares de calidad de imagen y sonido, dejados de lado por la pulsión frenética y casi enfermiza de ver una película incluso antes de que se estrene en el cine, sin importar que se vean píxeles del tamaño de azulejos de cuarto de baño y el sonido parezca proceder del fondo de un pozo donde conversan en su lengua madre dos bengalíes gangosos. Con subtítulos en ruso. Y por otro lado se merma el negocio de la creación de contenidos audiovisuales puesto que de la piratería ningún beneficio llega a los legítimos propietarios de los derechos de explotación comercial de esos contenidos.
La lucha contra la piratería ha durado décadas sin que realmente se lograsen avances significativos hasta que empresas como la mencionada Netflix han demostrado que hay un público dispuesto a pagar cantidades razonables por tener acceso a contenidos de calidad. Y abusando quizá de los símiles gastronómicos, se le ha dado la vuelta a la tortilla invirtiendo la cola que azota la cara de la pescadilla: en cuanto este tipo de plataformas ha comenzado a disponer de una audiencia que paga y apuesta por la calidad ha sido capaz el originario proveedor de contenidos de convertirse él mismo en generador de contenidos, en productor de series y películas. De calidad. Aceptadas cuantitativamente por la audiencia en forma de crecimiento de abonados. Reconocidas cualitativamente por la crítica en forma de premios.
Nos hemos referido a Netflix reiteradamente por ser la primera en adoptar exitosamente este modelo pero también por ser la primera que apostó por la producción propia. La serie “House of cards” fue la primera serie no producida por una cadena televisiva en obtener galardones en los prestigiosos premios Emmy, así como su protagonista Kevin Spacey. Después de esa serie pionera han venido otras, hasta 15 estrenadas este año y ya han anunciado que el año próximo estrenarán hasta 31 nuevas series.
Mientras otras “cadenas” surgidas bajo la sombra de los miles de millones de dólares acumulados por sus florecientes negocios tecnológicos alumbran a plataformas como Amazon o Hulu que también “emiten” a través de Internet pudiendo recibir el abonado sus películas, series, documentales… a través del ordenador, el móvil, el tablet o pequeñas consolas conectada al televisor.
Bien es cierto que el volumen de datos que necesita un minuto de vídeo en alta definición ronda los 100 Mb por lo que se explica el alto porcentaje de tráfico de datos consumido por este tipo de contenidos, pero la tendencia en el futuro más inmediato es que se incida en este uso de la Red. Teniendo en cuenta la capacidad cada vez mayor de las redes para soportar un ancho de banda mayor y unas conexiones más veloces, la capacidad de aumento de la resolución de los estándares televisivos (el FullHD ya se queda pequeño y el 4K será pronto el estándar en TV y dispositivos móviles) y la progresiva asunción por parte de los usuarios de la conveniencia de apostar por estas plataformas de pago para obtener a cambio contenidos de calidad en la tele o el móvil, no pasará mucho tiempo (ni siquiera años, meses) para que la proporción que indicábamos al comienzo (70 % de consumo de datos en Internet para vídeo) aumente hasta ser aplastante y rondar magnitudes del 90 %.
¿Cuántos de ustedes se plantearon hace tan solo dos años ver algún programa televisivo en el móvil? ¿Cuántos han usado este año el móvil o el tablet para ver aunque sea unos minutos decisivos de un partido de fútbol, una serie de televisión, un vídeo popular difundido en las redes sociales? Pues ahora imaginen los minutos que le estarán dedicando a ver series y películas dentro de dos años.
Y ahora toca mentalizarse de que quienes estén interesados en acceder a contenidos de calidad preferirán obtenerlos a cambio de cantidades razonables de dinero. Sobre todo cuando se generalice una modalidad de facturación del tráfico de datos que comienza a ofrecerse en Estados Unidos: el consumo de datos procedentes del visionado de contenidos de plataformas como Netflix no se descontarán del plan de datos contratado. Podremos ver todas las películas y series que queramos que no agotaremos los datos con los que navegamos por Internet, consultamos redes sociales o usamos las plataformas de mensajería online.
Definitivamente, la piratería de pelis y series en Internet está en vías de extinción.