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¿El uso de las armas como “única solución” contra el ISIS? La Iglesia está en contra

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Aleteia Team - publicado el 25/11/15
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Sí, católicos (y no católicos): la Iglesia está CONTRA esa idea. Y sus motivos son bastante objetivos y claros 

En las redes sociales, la guerra ha sido apuntada por muchos internautas católicos como “la única solución” para “acabar con el Estado Islámico”.

¿Es así?

El Vaticano se ha declarado reiterada y explícitamente CONTRA una guerra, basándose en el mismo concepto de “guerra justa”, cuyas premisas, según el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. CIC, §2309), son cuatro y deben ser simultáneas:

  1. Que el daño infligido por el agresor a la nación o a la comunidad de naciones sea duradero, grave y cierto.
  2. Que todos los demás medios de poner fin a ese daño se hayan revelado impracticables o ineficaces.
  3. Que se reúnan condiciones serias de éxito.
  4. Que el empleo de las armas no acarree males y desórdenes más graves que el mal que se quiere eliminar.

Consideremos cada una de estas condiciones en el contexto del combate al Estado Islámico.

  1. QUE EL DAÑO INFLIGIDO POR EL AGRESOR A LA NACIÓN O LA COMUNIDAD DE NACIONES SEA DURADERO, GRAVE Y CIERTO.

Esta condición se cumple. El grupo yihadista se ha expandido no sólo territorialmente, sino también capilarmente por todos los continentes mediante estrategias de guerrilla ideológica, usando desde estructuras religiosas físicas hasta una vasta gama de canales virtuales para reclutar militantes y organizar atentados. Además de eso, ha conseguido la adhesión de otros grupos terroristas sanguinarios, como el salvaje Boko Haram, del África Occidental, actualmente más mortífero que el propio Estado Islámico.

  1. QUE TODOS LOS DEMÁS MEDIOS DE PONER FIN A TAL DAÑO SE HAYAN REVELADO IMPRACTICABLES O INEFICACES.

Esta condición no se cumple. Son imprescindibles al menos tres respuestas alternativas no bélicas para debilitar y derrotar al agresor, y estas aún no han sido dadas adecuadamente:

2.1. Respuesta logística

El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, propuso un “embargo planetario” para debilitar al Estado Islámico.

“La manera segura y más eficaz no creo que sean las armas, sino el embargo planetario, concreto y vigilado, contra esas fuerzas oscuras como el Estado Islámico. Desde el punto de vista político, nadie debería hablar con esas personas; tendrían que sentirse aisladas. Desde el punto de vista comercial, nadie debería comprar su petróleo barato ni venderles armas y comida. El aislamiento global, monitorizado, sin medias tintas y estrictamente controlado por la ONU, creo que es firmemente posible y la única respuesta eficaz”.

De hecho, el grupo terrorista cuenta como mínimo con la omisión de gobiernos de decenas de países. El Estado Islámico en seguida se apoderó de campos de petróleo iraquíes cuya producción es fácilmente vendida a compradores extranjeros, y también está detrás de una red de contrabando de riquezas arqueológicas y culturales (saqueadas de las ciudades milenarias que invaden), tráfico de drogas (como las cápsulas de captagon, que ellos mismos producen, consumen y venden a países como Arabia Saudita) y tráfico de mujeres y niños (con clientela en todo Oriente Medio).

El grupo también está abastecido de armas, provisiones y recursos tecnológicos traídos de fuera de sus dominios, además de operar transferencias bancarias internacionales con las que mantienen agentes en decenas de países, incluso del llamado “primer mundo”.

Un embargo planetario decidido y firme afectaría drásticamente a la organización.

2.2. Respuesta cibernética

El grupo de hackers activistas Anonymous anunció la semana pasada que “cazará” a los miembros del Estado Islámico y ya ha empezado tumbando 5.500 cuentas en Twitter ligadas al ISIS. Es sólo el primer paso de una guerra cibernética dirigida a destruir el principal mecanismo de reclutamiento del grupo terrorista, que atrae a la mayoría de sus jóvenes militantes a través de foros, chats y redes sociales.

Además de minar las herramientas de reclutamiento del grupo, la estrategia de Anonymous mostraría la hipocresía de los líderes yihadistas, que mientras declaran su odio a Occidente, no hacen ascos a usar los recursos y tecnologías occidentales que ellos dicen que “apartan a los fieles de Dios”

Anonymous podría también acceder a las finanzas, las comunicaciones y la logística del grupo terrorista, además de informaciones de inteligencia reunidas (pero no suficientemente compartidas) por varias organizaciones gubernamentales. En años recientes, además, el grupo hacker ya invadió sitios de gobiernos como Canadá, Australia, Túnez y Turquía.

El riesgo de esta operación es que el ISIS lleve la guerra cibernética en serio y mejore sus estrategias, volviendo el combate online mucho más complejo y peligroso en un mundo que, igual que ellos, también depende de internet en su actual organización socio-económica.

2.3. Respuesta religiosa

El mismo cardenal Bagnasco reforzó la importancia crucial de que el mundo islámico también “levante la voz y condene esta barbarie”. No se trata de novedad alguna, ya que el papa Francisco repite este llamamiento a los líderes musulmanes con notable frecuencia.

Y varios de los líderes musulmanes más influentes del planeta están haciendo su parte y denunciando con claridad la salvajería e impiedad de los terroristas. Como el Estado Islámico se dice seguidor del islam sunita, es particularmente vehemente toda declaración hecha por líderes religiosos de esa corriente, como Ahmed al-Tayeb, el gran imán de la universidad egipcia de Al-Azhar, una de las instituciones sunitas más prestigiosas del planeta.

Al-Tayeb se ha pronunciado con frecuencia, incluso en encuentros formales con otros líderes musulmanes, contra “los crímenes bárbaros cometidos en nombre de las costumbres de esta religión” y declarando que los países musulmanes no pueden ignorar “su responsabilidad en la aparición del extremismo que hizo nacer a organizaciones como a Al-Qaeda y otros grupos armados”. Al mismo tiempo, denuncia que parte de la responsabilidad es también de Occidente, citando la invasión americana de Iraq y la injerencia occidental en Siria y pidiendo que la coalición antiyihadista “combata a los países que apoyan el terrorismo financiera y militarmente”.

Iyad Madani, líder de la Organización para la Cooperación Islámica, también ha condenado con fuerza los crímenes terroristas del ISIS, atribuyéndolos a la “decadencia intelectual, fragmentación política y abuso del islam, la gran religión de la misericordia”. Sus declaraciones son influyentes porque la organización reúne a 57 países y es el mayor bloque de países musulmanes que existe en el planeta.

Las respuestas oficiales de líderes islámicos son imprescindibles para que los seguidores del Corán en todo el mundo rechacen las interpretaciones radicales de su libro sagrado. Por eso, Al-Tayeb ha usado términos bastante fuertes al pronunciarse sobre la interpretación divulgada por el Estado Islámico: él define al grupo yihadista como satánico.

Al mismo tiempo, el Santo Padre ha insistido mucho en la necesidad de la convivencia civilizada, respetuosa y fraterna entre las religiones, independientemente de su discordancia teológica. El Vaticano fomenta abiertamente las buenas relaciones ecuménicas e interreligiosas desde el concilio Vaticano II. Juan Pablo II hizo historia al organizar el primer encuentro interreligioso en Asís, en 1986, repetido después por Benedicto XVI y seguido por Francisco al invitar a los líderes políticos de Israel y de Palestina para hacer un impensable encuentro de oración en el Vaticano.

El Pontificio Consejo para la Cultura está realizando desde hace varios años la iniciativa Patio de los Gentiles, encuentros entre creyentes de diversas religiones y no creyentes, para discutir juntos temáticas culturales, filosóficas, sociales, políticas y económicas, además de concretar iniciativas humanitarias conjuntas. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, declaró que los musulmanes deberían participar en las celebraciones del Jubileo de la Misericordia, convocado por el papa Francisco.

La respuesta religiosa “oficial” es determinante para combatir las manipulaciones sectarias de los contenidos religiosos por intereses y objetivos particulares.

  1. QUE SE REÚNAN CONDICIONES SERIAS DE ÉXITO.

Esta condición está muy lejos de cumplirse. Ni siquiera existe acuerdo entre los países capaces de combatir bélicamente al Estado Islámico respecto a la estrategia de ataque.

Para empezar, EE.UU. y sus aliados occidentales tienen particular interés en derrocar al presidente sirio Bashar Al-Assad, mientras que Rusia quiere mantenerlo en el poder. Turquía está “aprovechando” la “excusa” de combatir al Estado Islámico para bombardear a los kurdos. Arabia Saudita “aprovecha” la “excusa” del Estado Islámico y de Al-Qaeda en la Península Arábica para bombardear al Yemen, empeorando el caos que ya era tétrico en el país. Respecto a la “modalidad” de guerra, EE.UU. y sus aliados defienden ataques exclusivamente aéreos, mientras que Rusia y la mayoría de los especialistas, incluso occidentales, afirman que los ataques por tierra son imprescindibles para destruir las bases yihadistas.

Aunque hubiera éxito inicial, la práctica histórica de la política norteamericana de armar a grupos violentos contra otros grupos violentos es de consecuencias funestas (entre ellas el fortalecimiento del régimen de Saddam Hussein, el surgimiento de Al-Qaeda y el poderío de los Talibanes, todos anteriormente “ayudados” por EE.UU. y después transformados en pesadillas). Las invasiones e intervenciones de EE.UU. en Oriente Medio, además, han sido invariablemente un retumbante fracaso a medio y largo plazo, siendo Iraq el ejemplo más evidente.

Más problemático aún: el Estado Islámico no es sólo un ejército físico y puntualmente localizado, sino una ideología capilarmente difundida y capaz de reestructurarse a corto plazo si no se dan las respuestas logística, cibernética y religiosa citadas en el punto anterior.

  1. QUE EL EMPLEO DE ARMAS NO ACARREE MALES Y DESÓRDENES MÁS GRAVES QUE EL MAL A ELIMINAR.

La versión laicista de la historia hizo polémica, a lo largo de los últimos 300 años por lo menos, de tergiversar una serie de hechos relacionados con la acción secular de la Iglesia, en particular la Inquisición y las Cruzadas. Estas últimas, en particular, fueron pintadas solo como una sucesión de guerras cobardes y motivadas por las ambiciones materiales e ideológicas de la Iglesia.

El actual horror del Estado Islámico han vuelto más comprensibles las verdaderas raíces de las Cruzadas, que, básicamente, fueron una justa reacción a 400 años de abusos sufridos por los cristianos bajo dominio musulmán en Tierra Santa (cf. este artículo de Aleteia se basa en la tesis del académico británico Paul Crawford).

Pero, el hecho es que las Cruzadas, a fin de cuentas, no sólo no resolvieron la situación de los cristianos en Tierra Santa, sino que la empeoraron, además de acarrear, como toda guerra, una serie innegable de abusos, cobardías y degeneraciones en pro de intereses particulares que nada tenían ni de religioso ni de humanitario.

El contexto, por lo demás, era muy diferente del actual. Si en esa época era comprensible la concepción de una cruzada, hoy tenemos una noción más completa de lo que implica una respuesta bélica y de la necesidad previa de respuestas no bélicas para que se afronte el origen de las agresiones, y no sólo sus concreciones externas.

A propósito: es habitual en las redes sociales, entre los defensores de la guerra inmediata contra el Estado Islámico, la afirmación de que “fue gracias a las Cruzadas que Europa se mantuvo cristiana”. En realidad, las tres batallas decisivas que impidieron el avance islámico en Europa fueron o anteriores o posteriores a las Cruzadas: la de Poitiers, que frenó la invasión de Francia de Carlos Martel por el Califato de Córdoba en 732; la de Lepanto, en que la Liga Santa derrotó la expansión mediterránea del Imperio Otomano en 1571; y la de Viena, en 1683, en que la coalición polaco-austro-alemán venció al mismo Imperio Otomano y detuvo su expansión por la Europa del Este.

Es obvio e innegable el derecho a la legítima defensa y es imperativo que la salvajería del Estado Islámico sea decididamente combatida y eliminada.

Lo que no es nada obvio ni innegable es que la “única forma” de legítima defensa ante el horror del Estado Islámico sea el uso de las armas como defienden ciertos gobiernos y ciertos comentaristas.

 

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