La Asociación Colombiana de Centros Comerciales ratifica que “la mayoría” de estos espacios celebra Misas los domingos
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Leíamos recientemente en aleteia que más de 400 sacerdotes tomaron el centro comercial Gran Estación de Bogotá y, durante dos días, celebraron la que llamaron la “confesatón” para expiar los pecados de los visitantes.
Indudablemente el lugar adecuado y digno para celebrar la Misa es el templo pero, hay circunstancias que pueden aconsejar nuevos espacios para el culto público a Dios.
Un prestigioso centro comercial de Bogotá, con 30 años de existencia, adoptó una estrategia, poco convencional, que parece darle buenos resultados: patrocinar Misas dominicales para los compradores.
La iniciativa, que ha sido imitada por otros centros comerciales de la capital y por algunos de Cali y Medellín,
“Busca que las compras de fin de semana tengan un tinte más familiar”, afirma la gerente de Mercadeo de Unicentro, la empresa que hace ocho años tuvo la idea de juntar fe y comercio.
“Dios puede estar en una cárcel, en una playa o en un centro comercial”, dice Diego Cataño, de 30 años, que el Día de Todos los Santos se confesó entre una cafetería con vasos de cartón y el multicine del Bulevar Niza, en el oeste de Bogotá.
Los sacerdotes buscan afianzarse en la vida cotidiana de los fieles y “aumentar su presencia donde hay tantas personas ávidas de Dios“, explica Arnoldo Acosta, que lleva 17 años celebrando Misa en este espacio y donde cada vez tiene una comunidad más fuerte.
“Responde a la nueva pastoral de la Iglesia: no podemos esperar a que la gente venga a los templos, hagamos que la Iglesia también se aproxime a ellos”.
María Concepción Mosquera, un ama de casa de 65 años, empieza sus domingos con su clase de gimnasia. A tiro de escalera mecánica, a las 11, va a Misa, donde se encuentra con sus hermanas, y cuando acaba, tiene el supermercado unos pisos más abajo.
“Las Misas en centros comerciales han incrementado hace algunos años. Es una manera de aprovechar que cuando la gente va a hacer sus compras, los centros los atraen todo el día”, explica José Elbert Rojas, portavoz de la Conferencia Episcopal de Colombia.
“El fenómeno ya se registra en gran parte de las ciudades del país. Gente que viene a hacer compras de repente escucha una Misa y dice ‘¡Ay no, nos quedamos de una vez!'”, agrega Luz Mariela Cañón, química industrial pensionada de 57 años, que canta en las eucaristías.
Con este tipo de iniciativas, el papa Francisco está haciendo “una revolución en la Iglesia. Está tratando de dar a conocer nuevas tendencias de Dios”.
“Como hicieron los apóstoles, nos insertamos en un lugar pagano para difundir la buena nueva”, dice el padre Rojas, que asegura que “esta tendencia no vacía las parroquias, sino que es una alternativa”.
Condominios de viviendas, parques e incluso una “sacristía ambulante” en un autobús son algunos de esos lugares insospechados en los que la Iglesia está presente para los católicos en Colombia.
Después de la Misa, debajo del domo del Bulevar Niza, María Alejandra Cuervo, una arquitecta de 31 años, afirma convencida: “Este no es un templo del capitalismo. También puede ser un lugar de Dios”.
“La experiencia ha sido grata pero más exigente porque estamos rodeados de almacenes y no de banquetas”, dijo el sacerdote Andrés Barrero, vicario de la Parroquia de San Juan de Ávila, cercana a Unicentro.
Barrero oficia desde hace 14 meses la misa alrededor de la fuente principal de Unicentro, el más antiguo centro comercial del país.
“Las personas vienen a hacer sus compras, comulgan y participan de los cantos, mientras atraemos al Evangelio a aquellos que hacen una actividad diferente”.
La Misa dominical, que Unicentro organiza desde hace ocho años, genera tal devoción entre los compradores adultos que incluso hay quienes traen sillas de sus casas pues las 250 que facilita el centro comercial resultan insuficientes.
Se calcula que alrededor de 450 personas asisten a la misa cada domingo y ocupan hasta las escaleras y barandas de los dos pisos que circundan la fuente.
“Sigo esta costumbre de vez en cuando desde hace dos años, cuando supe que acá se hacía Misa dominical. La idea es pasar bien el día, recorrer las vitrinas, pasear y escuchar la liturgia, que es muy bonita”, dice Ana Camacho, una septuagenaria que asiste con su esposo a la celebración.
Según Espinosa, unas 98.000 personas en promedio recorren diariamente los 312 almacenes de Unicentro, pero gracias a la Misa el número de potenciales compradores se incrementa en un cinco por ciento.
A diferencia de cualquier templo, en el centro comercial el sacerdote y el diácono que lo acompaña no tienen sacristía para cambiarse, por lo que visten los ornamentos delante del público.
Juan Andrés Quintero, también del departamento de Mercadeo de Unicentro, junto con otras dos personas, se encarga cada domingo de preparar desde los amplificadores de sonido hasta las hostias que comulgarán los fieles.
“El centro comercial provee todo para la Misa”, dice, y explica que mensualmente se invierten 20.000 pesos (unos nueve dólares) en la compra de hostias, y cada domingo se gastan cerca de 500.000 pesos (unos 224 dólares) en el pago de los músicos que acompañan la eucaristía.
Agregó que “el sacerdote no tiene que preocuparse por nada, ya que le facilitamos también el copón, las flores y las veladoras” e incluso el centro comercial se encarga de llevar a la lavandería los ornamentos después de cada Misa.
Preguntado sobre si la iglesia “da su bendición” para las Misas en centros comerciales, el sacerdote Marco Antonio Montero, director del Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal Colombiana, declara que “siempre y cuando el lugar sea digno, es decir, algo diferente a un bar, que no despierta ninguna fe”, el Arzobispado otorga el permiso.