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Arzobispo de Baltimore: No somos “llaneros solitarios” sino parte de una comunidad

US-BISHOPS-CONFERENCE

© SHAWN THEW / AFP

Bishop of Bridgeport William Lori answers questions regarding sexual abuse in the church from the news media 11 November 2002 after a press conference during the US Conference of Catholic Bishops being held in the Capitol Hyatt in Washington, DC. The US Conference of Catholic Bishops met here 11 November to revise its policy on pedophile priests after the Vatican rejected its first "zero tolerance" recommendation to dismiss anyone accused of such crimes. Under pressure of a Vatican veto, for the next four days in a Washington hotel, some 288 bishops, including eight cardinals, will try to negotiate a new, more lenient text than they approved last June in Texas. AFP PHOTO/Shawn THEW

Zoe Romanovsky - publicado el 27/09/15

Mons. William E. habla de la llamada del Santo Padre a los obispos y a todos los cristianos

Monseñor William E. Lori fue nombrado en 2012, por el Papa Benedicto XVI, arzobispo de Baltimore, sede principal de la Iglesia en los Estados Unidos. Zoe Romanowsky, de Aleteia, ha hablado con él de la importancia de la visita de Papa Francisco y del significado de su mensaje para los obispos y los fieles.

Monseñor Lori, usted estuvo en la pista recibiendo al Santo Padre cuando llegó la tarde del martes ¿Qué es lo que espera de esta visita?

Cada vez que el Santo Padre visita nuestra nación es una gran bendición. Tenía muchas ganas de que viniera porque trae con él, de una forma muy especial, el Evangelio. En realidad, no ha parado de evangelizar cuando hablaba de temas sociales, cuando canonizaba a Junípero Serra, cuando nos animaba a cuidar la casa común, cuando nos hablaba de libertad religiosa. Lo fundamental es la evangelización, y esto es lo que abre nuestros corazones a la misericordia de Dios.

El mensaje del Papa a los obispos en la catedral de San Mateo en D.C fue muy conmovedor. Hay mucho que sacar de ahí. ¿Qué fue lo que más le llegó a usted?

Muchas cosas. En primer lugar, como obispo, el estar allí sentado. Me sentí muy fortalecido. Nos agradeció nuestro servicio a los pobres y a los inmigrantes, lo que supone un aliento muy grande para nuestras escuelas católicas. Entendió lo difícil que es gestionar la trágica situación de los abusos sexuales de los sacerdotes. Sentí que Papa Francisco expresaba de muchas maneras una gran solidaridad fraterna con nosotros los obispos. Es muy importante lo que él hizo, porque a veces a la gente le gusta crear tensión entre el Papa y los obispos. Pero fue todo lo contrario: solidaridad fraterna.

Al mismo tiempo, creo que el Santo Padre se da cuenta de que trabajar en cualquier cultura, incluida la propia, implica grandes desafíos. Como hizo en otros lugares, nos animó a ser pastores, respetando profundamente nuestras raíces. Nos invitó a tratar nuestros problemas con creatividad y desde el diálogo, intentando entender a la gente que es distinta de nosotros. Así que hay mucho que ver todavía. Fue una especie de mini-resumen de lo que la Iglesia dice a los obispos. Muy eficiente y muy conmovedor.

En su discurso, Francisco llamó a los obispos promotores de “la cultura del encuentro”. ¿Qué cree que significa?

Es la piedra angular de su enfoque pastoral. Para llevar adelante la misión de la Iglesia tenemos que abrirnos y actuar como pastores. Tenemos que serlo para cumplir con nuestra misión, sobre todo apoyándonos en la oración. Y no en cualquier oración. En una especial de intimidad con Dios. Es primordial encontrar a Dios en la oración diaria.

De este encuentro con Cristo obtenemos una profunda y preciosa capacidad de servicio hacia los que nos debemos. Significa acercarnos a los demás para poder comunicarnos y, así, comprendernos mutuamente. No quiere decir que renunciemos a nuestros valores, sino que seamos capaces de escuchar y seamos mensajeros de la misericordia y la luz del Evangelio. Esta es la obligación del pastor.

El Santo Padre también hablo mucho de unidad, diciendo que la misión de un obispo es, ante todo, consolidarla. ¿Por qué piensa que quería enfatizarlo tanto?

Ante todo, porque la unidad en la Iglesia, entre los creyentes, es esencial para la evangelización. En realidad es el centro de la misma, pues el mismo Cristo ruega que seamos unos para que el mundo pueda creer.

El Santo Padre sabe que cuando los cristianos nos peleamos públicamente, destruimos la credibilidad del Evangelio.

Todos formamos parte del Cuerpo de Cristo estando unidos. Si queremos ser fermento, hay que mostrar esta comunión a una sociedad muy dividida. Tendemos a pensar en ella como una sociedad fragmentada, pero es mucho más que eso. Vivimos en una cultura gravemente destrozada, individualista, narcisista, egoísta… Una que ignora a los pobres, a los vulnerables, a los enfermos y a los que ni siquiera han nacido. Hay que entrar en ella y ser un modelo de unidad.

Esto se hace desde el diálogo. Es nuestra manera de hacerlo. Pero debe ser un diálogo valiente, que nos saque de nuestra comodidad. Puedo decirte que he estado en lugares y hecho cosas que, cuando era un joven presbítero, jamás pensé que haría. Al anuncio de la Muerte y Resurrección de Cristo se pueden acompañar cuestiones como el bien común o la solidaridad.

Me impresionó la imagen que utilizó el Santo Padre sobre cómo deseaba que fuera la Iglesia en Estados Unidos. Debía ser “un hogar, una humilde familia”. También me gustó la idea de que “solo una Iglesia capaz de reunirse, como una familia, en torno al calor del hogar, puede resultar atractiva a los demás. Y este calor no procede de un fuego cualquiera, sino del fuego de la Pascua”. ¿Puede encontrarse aquí un mensaje para los laicos?

Lo hay. Es una llamada a ser discípulo. Cuando habla de “discípulos misioneros”, ser dirige en realidad a los pastores, pero también a cualquier “cristiano de a pie”. Pero no podemos ser discípulos si antes no hemos sido tocados por el fuego del Espíritu Santo. Es un fuego que nos perdona los pecados y calienta nuestros corazones de modo que podamos salir fuera para hablar a los demás sobre la verdad, la bondad la belleza y el amor de Cristo. Esa imagen también me sorprendió. A partir de ahora no predicaré sobre la Vigila Pascual de otra manera.

Al final de su discurso Francisco hizo dos recomendaciones a sus hermanos obispos. Una, que debéis ser buenos padres para vuestros sacerdotes; y otra, que debéis abrir las puertas a los inmigrantes acogiendo los cambios que esto suponga para la Iglesia. ¿Por qué cree que escogió estas dos cuestiones?:

Me alegraron mucho estas dos últimas recomendaciones que nos hizo. A medida que pasa el tiempo desde que soy obispo -y hace 20 años que fui ordenado- aprecio más profundamente la dedicación de mis hermanos sacerdotes y los desafíos que afrontan. Son los que verdaderamente están en primera línea. Tengo presentes a los pastores que estuvieron en Baltimore durante los disturbios sucedidos en abril de este año. En los de esos barrios especialmente. No estaban de paso por esos suburbios. Todos los días eran testigos de esos problemas.

Tengo que decir que, en Baltimore, he encontrado a un grupo de sacerdotes estupendos, muy generosos. Aunque no siempre están de acuerdo con lo que hago, los sacerdotes son amables y acogedores, y además, grandes colaboradores. Me gustó que el Santo Padre dijera eso. Tengo que admitir que los obispos nunca apoyan suficientemente a sus sacerdotes.

Baltimore siempre ha sido una iglesia de inmigrantes, de muchas lenguas. Recibimos un gran flujo de inmigración desde México, América Central, África, Haití y otros lugares. Creo que el Papa nos pide que les demos la bienvenida como Jesús lo haría. Pero esto no es una cosa unilateral.
Ellos nos hacen un favor a nosotros. Nos traen sus culturas, sus lenguas, su piedad, los dones de su gracia y su manera de ser que enriquece la Iglesia local. Siempre ha sido así. Desde el principio de los Estados Unidos lo hemos hecho y necesitamos mantener ese tipo de Iglesia.

Gran parte de la homilía de Francisco en la Misa de Canonización, que realizó en español, se centró en la llamada misionera de la Iglesia, salir al mundo tal como es. ¿Qué debería tomar la Iglesia actual del desafío del Santo Padre y cómo debería incorporarlo a la Nueva Evangelización?

Me pareció estupendo que el Papa propusiera a Junípero Serra como modelo misionero para nosotros. Uno de los lemas de Fray Junípero Serra fue siempre: “seguir hacia delante”. Lo primero y más importante: no podemos dormirnos en los laureles y mirar hacia atrás pensando que la vida de la Iglesia era más feliz y más sana en el pasado. Vivimos el presente y tenemos que seguir siendo discípulos misioneros que nos hemos encontrado con Cristo en la oración, y nos ha cambiado el corazón. No somos “llaneros solitarios” sino parte de una comunidad.

Si formas parte de una parroquia, no importa quién seas, te das cuenta de que no es suficiente tenerla bien cuidada y con bonitos programas. Tienes que preguntarte quién falta. ¿Por qué la Iglesia se llena en Navidad y en Pascua, y luego muchos no vuelven? ¿Dónde están esas familias? ¿Qué ha sido de su fe? Las parroquias se tienen que mover, trabajar hacia fuera y pensar modos de encontrar a esas personas. Averiguar qué hay en sus corazones, sus preguntas y sus preocupaciones. Entonces se abrirá la posibilidad de que puedan volver a escuchar la llamada y a ser miembros activos del Cuerpo de Cristo. Sobre esto escribí una carta pastoral llamada “A Light Brightly Visible”. Esto es lo que más me ha resonado de las palaras del Papa.

Este Papa provoca muchas reacciones, dentro y fuera de la Iglesia. ¿Qué ha aprendido de él la Iglesia de Estados Unidos? ¿Cuál es el don que nos ha regalado?

Creo que nos ha dejado muchas cosas. Lo primero: el don de su presencia. Hemos estado con él estos días y no solo somos afortunados por acompañarle físicamente sino por haber podido disfrutar de su atención y amor pastoral. Ha sido un precioso regalo.

Nos ha animado a continuar con la evangelización, a continuar defendiendo nuestras creencias y seguir con la misión, a proteger nuestra libertad y a usarla para lo mejor. Nos alienta a acoger y a ser una Iglesia orientada hacia afuera. Es todo muy bueno. Finalmente nos ha incita a ser un modelo de unidad en una cultura fragmentada por varias razones.

Una cosa más: creo que el Santo Padre ha venido sobre todo a defender la familia. A animar a estas parejas que están tratando de que sus matrimonios funcionen, las relaciones fundamentales de las que habló en su discurso al Congreso. Lo más destacable del viaje es el Encuentro Mundial de las Familias. Así que creo que lo más importante es y será su apoyo a la vida familiar. Es imprescindible para la Iglesia y la sociedad.

Zoe Romanowsky es Editora de Estilo de Vida y Lifestyle Editor and Video Curator for Aleteia

Tags:
estados unidosevangelizacionpapa franciscoviaje apostólico
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