El fin del conflicto está más cerca que nuncaEl 26 de agosto del 2012, en la Casa de Piedra, de El Laguito, el complejo de mansiones de la diplomacia cubana, se firmó el documento que marcó el comienzo del proceso de paz. Ese día se cerraban seis meses de conversaciones confidenciales que habían comenzado el 23 de febrero en el mismo lugar, luego de un largo periodo de intercambio de mensajes entre la guerrilla y el gobierno, que facilitó el empresario del Valle Henry Acosta.
Al primer encuentro asistieron por parte de las FARC, Mauricio Jaramillo y Rodrigo Granda, como cabezas de delegación. Meses atrás se había previsto que la delegación estuviera encabezada por ‘Timochenko’. Pero la muerte de Alfonso Cano, luego de un bombardeo en noviembre del 2011, obligó al cambio. Los acompañaban en la parte técnica Marcos Calarcá, Andrés París, y Hermes Aguilar.
Por parte del Gobierno, la delegación estaba encabezada por el alto comisionado, Sergio Jaramillo, y Frank Pearl, acompañados por Enrique Santos, Alejandro Éder y Jaime Avendaño.
Se habló de entablar conversaciones y se dejó claro que el objetivo del diálogo sería el fin del conflicto. Ambos estuvieron de acuerdo pero las posiciones eran totalmente distantes. En realidad, extremas.
El Gobierno llegó con una propuesta de agenda restringida al desarme y las garantías para el retorno a la vida civil. No más. Las FARC pusieron sobre la mesa su plataforma bolivariana y retomar la agenda que había quedado pactada en el Caguán, que tocaba temas tan amplios como el modelo económico. Propuesta rechazada por el Gobierno.
Por eso comenzó una etapa de diseño de una nueva agenda que al cabo de seis meses constaba de seis puntos y un preámbulo. El Gobierno quería hacer un cronograma de tres meses, seguramente porque tenía previsto anunciar los diálogos en la Cumbre de las Américas, lo cual resultó imposible.
En el segundo encuentro se empezó a hablar de los contenidos y metodología de las conversaciones, pero en el tercero hubo una crisis que llevó a que ambos se pararan de la mesa y dijeran “adiós, no se pudo”. El tema de la discordia era la entrega de armas, término que las FARC no aceptaban.
Ya estaban redactando los comunicados para informarle al país no sólo que había acercamientos de paz, sino que estos se habían frustrado antes de comenzar, cuando los garantes, Cuba y Noruega, así como el presidente Hugo Chávez, hicieron las movidas necesarias para encontrar una fórmula.
En medio de ese esfuerzo diplomático se construyó una frase aceptable para todos: “dejación” de armas. Término que aún hoy causa controversia. Lograr el documento marco obligó al final a las delegaciones a trabajar, durante julio de ese año, 17 días de corrido, sin parar.
En la Casa de Piedra se instalaron tableros acrílicos y cada delegado tenía marcadores, entre todos iban construyendo las frases, borrando y poniendo palabras, mientras se movían fumando o tomando café por la amplia sala de la mansión.
El 12 de agosto de ese año por fin estuvo listo el texto y las partes salieron a consultarlo con su gente. Los delegados del Gobierno con el presidente y las FARC con su dirección ampliada. Hubo reparos. Algunos en la guerrilla creyeron que sus delegados habían cedido demasiado. Los puntos de la agenda eran lo que han llamado algunos analistas muy “acotados” y temas como el modelo económico brillaban por su ausencia.
La contradicción se resolvió dentro de las filas guerrilleras con la idea de que el preámbulo del acuerdo era muy amplio y permitía hablar de todo lo que no estaba en los seis puntos pactados. Ese fue el principal motivo de discordia cuando se hicieron públicos los diálogos: las FARC consideraban vinculante el preámbulo y el Gobierno no. Y ha sido parte de una constante contradicción en las retóricas de ambas delegaciones.
A pesar de que hubo episodios tensos y crisis, en la fase exploratoria se construyó una confianza que nunca se ha logrado replicar en la fase pública ni transferir a las nuevas delegaciones. La confidencialidad ayudó mucho a que las posiciones fueran más sinceras.
En la fase pública, que empezó en septiembre del 2012, las retóricas y demandas políticas de cada una de las partes, ha generado distancia. Demasiada, quizá. Luego de las consultas, el documento fue firmado ese 26 de agosto, en la Casa de Piedra, con presencia del canciller de Cuba. Pocos días después, un borrador (no el final) del documento se hizo público por filtraciones en Telesur y RCN Radio.
El 4 de septiembre Santos y ‘Timochenko’ hicieron oficial el inicio del proceso de paz en sendas intervenciones en televisión. El presidente dijo que sería un proceso de meses y no de años. La realidad es que la Mesa necesita tiempo para diseñar los acuerdos y hacerlo bien. Y que las tensiones políticas del país han interferido en el proceso mismo.
Tres años después, el tiempo sigue siendo una de las presiones fuertes sobre el proceso. Pero ya pocos dudan de que se llegue a un acuerdo. La pregunta es si el acuerdo que se logre será aceptable y tendrá la calidad suficiente para cambiar algo en un país con tantos problemas.
El proceso que empezó hace tres años está entrando en su etapa definitiva. Falta mucho tiempo aún, pero el fin del conflicto está más cerca que nunca. Y esta foto será recordada como un momento clave en la historia de Colombia.
Artículo originalmente publicado por Tierras de América