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Las mentiras en el matrimonio, pasaporte al fracaso

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Ava Randa

Orfa Astorga - publicado el 15/09/15

El mentirse es una forma de infidelidad muy extendida que se puede llegar a convertir en una enfermedad fatal

Muchos matrimonios no lo saben o admiten, pero el mentirse, aunque no sea por motivos graves, es una forma de infidelidad muy extendida que puede llegar a convertirse en una enfermedad fatal.

Mi esposa y yo pasamos un tiempo en que dejamos de tomar en serio nuestro trato personal comprometiendo gravemente nuestro matrimonio. Empezamos siendo cómplices de lo que considerábamos excusas prácticas. Desde el socorrido uso de la expresión: <> a quien llamaba por teléfono o tocaba a la puerta; hasta todos aquellos problemas o compromisos que queríamos evadir o darle un cierto sesgo, recurriendo siempre al: diremos que… de común acuerdo y conscientes ambos de que mentíamos.

Éramos jóvenes y realmente teníamos acentuados rasgos de inmadurez e inseguridad que debíamos resolver en sus causas, para evitar el mentir. Primero reconociendo la negatividad de la mentira y luego poniendo los medios, esforzándonos en adquirir las virtudes necesarias a partir de la humildad, para lograr ser veraces. Pero en vez de ello, decidimos darles carta de naturalidad a lo que no era verdad.

Aunque no lo admitíamos, poco a poco nos fuimos perdiendo la confianza, pues mintiendo a terceros terminamos mintiéndonos entre nosotros mismos, y no solo con palabras; aprendimos también a mentir con el tono, los gestos, y muchas expresiones corporales, en hábil manipulación de uno con el otro.

Así, nos instalamos en una forma de relación donde el lenguaje se convirtió en un inhumano parloteo que no manifestaba nuestra intimidad personal, la fuente de nuestro amor. Un amor que comenzó a menguar, pues el amor siendo personal, necesita a su vez de la humildad personal para rectificar los errores y reconstruirse en ese humilde regresar al otro. Al negarnos a ello, terminamos también mintiéndonos con nuestras acciones, desprestigiándonos, humillándonos mutuamente. Cuando por periodos cada vez más largos nos dejábamos de hablar, nos hacíamos un gran daño, pues el silencio es la mayor falsedad.

Mi esposa y yo recibimos ayuda profesional, hemos aprendido gradualmente y con esfuerzo a vencer la inercia de este mal moral. Hemos vuelto a la tarea de comunicarnos sobre la verdad de las promesas hechas en el consentimiento de nuestro matrimonio y evitar nuestra mayor mentira: ser un mal esposo o esposa.
En nuestra boda, escuchamos al sacerdote decir: prometes ser fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarle y respetarle todos los días de tu vida… Y la mentira no cabe en absoluto en esta promesa de amor pleno y total. Muchos matrimonios no lo saben o admiten, pero el mentirse aunque no sea por motivos graves, es una forma de infidelidad muy extendida que se puede llegar a convertir en una enfermedad fatal.

Las causas más comunes de la mentira en los matrimonios tienen solución, si con humildad se trabaja en ello, evitando que se propaguen en materias cada vez más graves.

Algunos ejemplos:

• Por trabajar mal y justificar un incumplimiento: pedirle al cónyuge que hable al trabajo y lo reporte enfermo, cuando realmente se desveló viendo televisión.
• Para evitar compromisos: no desear participar en una comisión en la sociedad de padres de familia de la escuela del hijo, o asistir a la boda de un pariente o amigo como padrinos.
• Por fallar a un compromiso: el olvido del aniversario de bodas, o asistir a cenar a la casa los suegros.
• Por aceptar un compromiso del que se duda cumplir, o se sabe con certeza que no se cumplirá: desde una deuda morosa, visitar a un enfermo o ayudar en una colecta para damnificados.
• Por desconfianza y temor a la reacción del otro: un accidente de coche o una infracción de tránsito.
• Para evitar incomprensiones: decir que no se está preocupado, que es solo un dolor de cabeza.
• Para evitar “un mal rato”: encubrir la mala conducta de un hijo, o el costo de una reparación doméstica.
• Por haber tomado una mala decisión y no reconocer un error o un fracaso: una mala inversión, un cambio de trabajo.
• Por tratar de no quedar mal y salir del paso: ante la pregunta del hijo que hace la tarea, o el olvido del encargo de una compra al regreso del trabajo.
• Por encontrarse rebasado en las aptitudes naturales y no aceptar una limitación personal: un trabajo difícil o excesivo, que se aceptó en el afán de ganar más dinero.
• Para manipular o imponerse egoístamente: decir que se siente muy enfermo para distraer sobre un mal comportamiento personal.
• Para ahorrarse el dar mayores explicaciones sobre donde ha estado y con quien: hablar por teléfono diciendo que lo hace desde la oficina con mucho trabajo, cuando se está en otro lugar con los amigos.
• Para no dar cuenta sobre el gasto de dinero: argumentar una descompostura mecánica o un gasto en un tema o área que no domina el otro cónyuge.
• Para impresionar, quedar bien tratando de construirse un falso prestigio: exagerar sobre logros del pasado que no pueden comprobar.
• Por temor a los celos: cuando aparece un cabello sospechoso en el saco del traje.
• Por resentimientos o animadversión contra alguien buscando compartir o imponer el sentimiento en el cónyuge: el clásico problema con el vecino.
• Por ironía burlona, el reírse de alguien buscando que el cónyuge participe: por envidia hacia alguien que tiene éxito profesional.

El lenguaje convencional no se debe usar de cualquier manera, sino que se debe emplear con virtud, es decir con veracidad. No hay mentiras útiles, inocentes, piadosas o blancas, todas son mentiras que son la carcoma del lenguaje y del espíritu. Mentiras que se convierten en la escuela de la ambigüedad, la doblez, el disimulo, el fraude, etc., y que desembocan finalmente en la pérdida de la confianza destruyendo las relaciones entre las personas.

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