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Los Niños Índigo: ¿teoría científica o esotérica?

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Luis Santamaría - publicado el 03/09/15
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Una doctrina perniciosa de la Nueva Era que se quiere imponer en la educación y salud de los niñosEn Occidente, cada vez más niños son diagnosticados de una “nueva” enfermedad: el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad), algo discutido en distintos niveles y que ha llevado a algunos a reaccionar subrayando el carácter “especial” de estos niños, que en muchos casos no tendrían un trastorno psíquico ni comportamental, sino que serían Niños Índigo, el germen de una nueva humanidad.

¿Qué son los Niños Índigo?

Últimamente se está hablando mucho sobre los denominados, según los contextos, Niños Índigo, niños azules, niños cristal, niños de luz, niños de gracia… Se trataría de una nueva clase de infantes –obsérvense desde ahora los innegables matices racistas de toda esta teoría– que vienen al mundo y que son especiales. Y no sólo eso, sino que tienen conciencia de ser superiores a los demás, de estar en un estadio evolutivo superior. Muchos autores hablan hasta de un ADN diferente al resto de la humanidad.

¿Qué tendrían de especial estos niños? Los Niños Índigo son más inteligentes y creativos, con más intuición y fuerza interior, tienden a ser independientes y poco dados al comportamiento gregario (hasta ser tachados a veces de introvertidos y antisociales)… y no sólo eso, sino que tendrían unas capacidades espirituales y extrasensoriales especiales, que podrían llegar a calificarse de paranormales o sobrenaturales.

Su origen: entre los colores y los extraterrestres

Como puede suponerse –pero también hay que aclararlo–, la historia de los Niños Índigo no tiene ningún origen científico ni se basa en investigaciones racionales. Tras la idea está una parapsicóloga, Nancy Ann Tape, que en 1982 publicó su libro Understanding your life through color (“Entender su vida a través del color”), en el que, basándose en la supuesta lectura del aura de las personas (el campo energético que habría alrededor del cuerpo físico), proponía una clasificación de la humanidad según su color. Nada de ciencia, pues, sino esoterismo divulgado para las masas.

No habría pasado de ser un libro más entre la miríada de escritos de la Nueva Era si no fuera porque asumió la idea Lee Carroll, un californiano graduado en Negocios y Economía. Y ahora viene el excursus importante. Porque Carroll es uno de los “canalizadores” más significativos en la actualidad de la Nueva Era. Dentro del fenómeno del channeling o “canalización” –es decir, el contacto directo por vía telepática con entidades espirituales, superiores o extraterrestres–, destaca la transmisión de mensajes de Kryon al humano Lee Carroll.

¿Qué o quién es Kryon? Es, según Carroll, una entidad angélica o “ángel amoroso” que se comunica con él a partir del año 1989. Desde entonces, a lo largo de más de una decena de volúmenes, Lee Carroll ha publicado los mensajes dictados por esa entidad alienígena. En ellos se habla de muchas cosas: la situación crítica actual de la tierra, la inminencia de un cambio de época (que debería haberse producido ya en fechas como 1987 o 2003), la situación kármica especial del mundo, la ascensión de toda la realidad a una nueva fase de existencia sin pasar por la muerte, el cambio magnético del ADN…

Según sus seguidores, Kryon ha sido “enviado por un grupo de maestros extra-físicos que conocemos como La Hermandad”. Él y su grupo habrían comenzado a comunicarse con nuestro planeta en 1989 “para la Convergencia Armónica, cuando se realizó una medición de la energía y del potencial futuro de la humanidad. Como los resultados fueron positivos, el grupo de Kryon vino a modificar la rejilla magnética del planeta para apoyarnos a los humanos en nuestro camino hacia la iluminación”.

Pues bien, Carroll, junto con su “socia espiritual”, Jan Tober, coordinó el libro The Indigo Children (“Los Niños Índigo”), en el que participan varias personas de la órbita New Age, incluyendo la propia Tape, inventora de la historia de los colores. En dicho libro se enseña cómo educar a los Niños Índigo, considerándolos totalmente especiales y merecedores de un cariño y cuidado especiales. Como han señalado algunos autores, cabe preguntarse si el resto de niños no deberían recibir ese trato, ya que también se promueve la segregación, en muchos aspectos de su vida, de estas criaturas presuntamente únicas.

Según los libros de Carroll, en los que recoge las enseñanzas del “ángel” Kryon, los Niños Índigo “están llegando al planeta sin atributos kármicos de vidas pasadas”. Los defensores de esta teoría afirman que incluso los médicos que han asistido a los partos de estos bebés de la Nueva Era manifiestan que parecía emanar de ellos “una energía singular”. Sin embargo, su aparición en el mundo no responde a una alteración genética, sino que son “destellos evolutivos”, como señala Pedro Palao.

¿Una nueva religión?

Como ocurre siempre en la Nueva Era, el lenguaje psicológico y pseudocientífico se entremezcla con lo espiritual para plantear una nueva religión que vaya más allá de lo religioso institucional actual. Hablar de Niños Índigo no se detiene en la antropología y en la propia concepción de la evolución del hombre, sino que da un paso más al proponer una nueva cosmovisión que dé sentido a todo lo que existe y lo transforme de acuerdo a una nueva conciencia, radicalmente alternativa al paradigma actual, obsoleto ya por sujetarse a los cánones científicos y religiosos pasados. Como se dice en un libro, un Niño Índigo “no entiende muy bien eso del concepto del pecado, la culpa, las crucifixiones, las virtudes y los pecados capitales”, ya que “la espiritualidad nada tiene que ver con religiones o misticismos”.

En algunos libros sobre los Niños Índigo podemos leer reflexiones acerca de las “misiones índigo”, que ponen al ser humano en el centro de toda la realidad. Un hombre “que es llamado por los seres supremos para cambiar el mundo”, cuya presencia “es imprescindible para la vida del planeta” y que, de esta forma, lo transformará “con su luz especial”. Se trataría, en último término, de “la gran y definitiva evolución humana”.

Las religiones habrían fracasado en su misión al no asumir la evolución espiritual del hombre y al no saber ofrecerle las respuestas que necesita. Por ello, y ya que el ser humano se está desconectando de lo superior, “la esencia energética y divina que nos conecta con el origen de la Creación requiere un cambio de actitudes para alcanzar la trascendencia final”. De esta manera, los Niños Índigo, en palabras de Histro Randelself, “son el germen de la nueva especie. Ellos nos enseñarán el camino que facultará el cambio hacia la luz”.

Ni ciencia ni conciencia

Carlos A. Quintana, en su libro Señor Pata de Cabra. Crítica a la sinrazón pura, explica que en las revistas de medicina pediátrica “no existe un solo estudio sobre la existencia de Niños Índigo o de algún fenómeno similar que le pueda ser referido aunque sea por una aproximación grosera”. El biólogo Edgardo Sepúlveda ha demostrado lo mismo al analizar las principales revistas científicas del mundo después de ver que los defensores de los Niños Índigo se remiten a “estudios realizados en la Universidad de California” que, por supuesto, no existen. Por ello, concluye, “las afirmaciones citadas una y otra vez a los clientes del fenómeno índigo son una absoluta mentira”.

¿Qué dice la ciencia, entonces, sobre todo esto? Como resume Quintana, “los Niños Índigo no existen como una categoría objetiva de la diversidad humana, no se los puede definir ni diferenciar inequívocamente de otras personas ya sea desde un aspecto cultural o biológico y en el ámbito científico especializado nunca se detectó esta supuesta nueva categoría humana”. Lo dice la ciencia… y el sentido común.

Pero el problema no es sólo de índole científica. No es difícil observar el determinismo al que puede llegar la creencia en esta doctrina a la hora de educar a los niños. ¿Cómo crecerá un chaval al que su entorno pedagógico –sobre todo padres y maestros– considere así de “especial”? Veamos, por ejemplo, lo que afirma Pedro Palao sobre los “efectos secundarios” de ser Niños Índigo: “la mayoría de los índigo no se sienten comprendidos, les cuesta integrarse en la sociedad, pueden vivir períodos de aislamiento, perciben que el mundo que los rodea no está hecho para ellos y, si no reciben ayuda, pueden caer en depresiones y alteraciones emocionales serias”. En resumen: o se les trata como “especiales”, o lo van a pasar necesariamente mal.

Una educación peligrosa

Es más: ¿cómo se va a educar a un niño que fantasea –seguramente inducido por sus padres o alguien muy cercano– y a cuyas fantasías, sean las que sean, se va a dar categoría de verdad indiscutible? En un manual de preguntas y respuestas para padres de estos supuestos hijos especiales he leído lo siguiente: “efectivamente, hay Niños Índigo que, con gran seguridad, afirman que antes eran Ángeles o que nunca habían vivido en este planeta, o que su auténtica familia no es la terrenal… Un Niño Índigo puede conservar perfectamente su memoria no racional de donde estaba antes de encarnar”. A todo ello, responden, habría que reaccionar con total naturalidad.

Qué fácil es, pues, que un supuesto Niño Índigo no acabe siendo más que un niño malcriado… y educado en una serie de fantasías irracionales y sin fundamento alguno. También es posible un cierto aislamiento social, al separarlo del resto de niños por su carácter supuestamente especial. Podríamos afirmar, como lo ha hecho una autora crítica, Eliana Pérez-Egaña, que se trata de “un fraude disfrazado de misticismo”. Y atención: no sólo se ha considerado “Niños Índigo” a chavales afectados por el TDAH, sino también a algunos con Síndrome de Asperger y otros trastornos del espectro autista.

Como señala en una de sus publicaciones el Centro de Información y de Advertencia sobre las Organizaciones Sectarias Nocivas del Gobierno belga (CIAOSN, por sus siglas en francés), “algunos padres angustiados por la hiperactividad de sus hijos son seducidos por la teoría de los Niños Índigo. Esta teoría les hace considerar que su hijo, de origen ‘cósmico-divino’, sufre más de inadaptación a nuestro mundo que de una enfermedad que deba ser tratada por los médicos”. Así se apunta directamente a los peligros de seguir esta doctrina de la Nueva Era, tal como lo ha hecho el organismo interministerial francés dedicado a las sectas en varios de sus documentos, que advierte sobre el riesgo de aplicar un concepto esotérico a niños enfermos o inadaptados.

 

Para más información:

– Francesco Bamonte, “Una nueva forma de espiritismo: el channeling”, Aleteia, 17/08/15.

– Blog ¿Los niños índigo? (recopilación de artículos críticos)

– MIVILUDES, “Les dérives sectaires dans le domaine de la santé”.

 

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