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Cuida así tu matrimonio y nunca te cuestionarás por qué te casaste

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 11/08/15
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El primer ámbito de intimidad siempre es mi marido o mi mujer, el otro es para mí la prioridad

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Creo que es importante encontrar espacios en los que crecer en nuestro camino. Cuidar la complicidad cuando estamos juntos, en privado o en público. Tratarnos con delicadeza, sin herirnos.

No dejar nunca solo al otro. Que sienta que estoy ahí, con él, a su lado, caminando en su vida, cuando está cerca y cuando está lejos. También cuando estamos con más gente.

No contar nuestra vida más íntima a otras personas. Lo que vivimos entre nosotros es nuestro y nadie tiene derecho a conocerlo. No reírme ni quejarme de él delante de otros. Vivir la castidad es guardar su dignidad, su honor, su fama, su nombre, su imagen.

El primer ámbito de intimidad siempre es mi marido o mi mujer. Nunca un compañero de trabajo, un amigo, ni siquiera debería serlo el sacerdote. Lo que tenemos entre nosotros es sagrado y no se lo contamos a cualquiera.

Es importante cuidar la intimidad matrimonial en todo momento. Cuidar ese espacio en el que podemos darnos por entero. Cuidar el descanso y el diálogo. Que podamos estar juntos sin interferencias.

A veces los móviles, internet, el trabajo, las aficiones, la televisión, las series, pueden privarnos de momentos sagrados para cuidar el amor. Y lo sabemos, el amor tiene que ser cuidado.

Debería bastarnos con estar juntos sin más, sin tener que recurrir a amigos o a planes maravillosos. Es importante cuidar esos tiempos sagrados en los que compartimos la vida.

No queremos desparramarnos. La castidad es elegir y hacerle sentir al otro esa elección. Cuidar lo nuestro. La pasión y la complicidad. La intimidad y el pasarlo bien juntos.

No dispersarnos en los hijos, en los amigos, en reuniones familiares, sociales, apostólicas. El otro siempre es lo primero, tiene prioridad.

Por el otro hago cosas que no haría en mi vida por nadie y dejo de hacer otrasque me gustaría hacer. Y lo hago sin amargarme, feliz, porque le quiero por encima de todo.

Por él lo dejo todo. Por él comienzo de nuevo. El otro es para mí el amor único, mi prioridad en todo.

Cuando nos enamoramos de novios, vimos en la otra persona algo que nunca habíamos visto antes en nadie, algo que nos completaba, que nos complementaba, que nos encantaba. ¿Qué era eso?

Ahora con más motivo lo vuelvo a recordar. ¿Sigue vivo en mi alma? El otro es mi camino. Mi vida. Mi hogar. El lugar en el que descanso y me encuentro con Dios. ¿Qué es eso único que tiene y que me completa, que me hace feliz?

La castidad sólo es posible desde la verdad. Desde mi verdad me doy por entero. Y acojo la verdad del otro con alegría. Por eso es fundamental no mentir nunca, no ocultar cosas importantes que debería saber.

No mentir ni con pensamientos, ni con palabras, ni con secretos. No hay doblez ni puntos oscuros. Mi vida es limpia para el otro. Trasparente. Quiero que sepa siempre en qué estoy, qué siento, qué me preocupa.

Mi mirada importa mucho. La mirada franca y verdadera. Pura y auténtica. ¿Cómo miro a mi marido, a mi mujer? ¿Soy trasparente, auténtico, verdadero?

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