Aleteia logoAleteia logoAleteia
viernes 03 mayo |
La Santa Cruz
Aleteia logo
Espiritualidad
separateurCreated with Sketch.

​Al final Dios no nos preguntará: ¿Cuántas reuniones has tenido?

Mirando al horizonte

© Luis Hernandez / Flickr / CC

Mar

Carlos Padilla Esteban - publicado el 28/07/15

No se trata de hacer mucho, al contrario, la vida consiste en dejarnos hacer

Creo que a veces podemos acomodarnos en nuestra vida. Vemos tanto dolor que pensamos: “No puedo calmar a todos, entonces mejor no calmo a ninguno”. No lo ofrecemos todo. No ponemos todo en la patena.

Somos muy egoístas con nuestro tiempo. Nos reservamos tiempo para nuestro descanso, para nuestro deporte, para nuestros amigos, para nuestra agenda llena de compromisos, para nuestros hobbies. Los hombres con hambre pueden esperar.

¿Cómo es mi forma de darme? ¿Me doy o soy cómodo y egoísta en la entrega? ¿Me cuido demasiado?

Decía el Padre Kentenich: “¡Cuánto trabajo y cuánto tengo que afanarme para convertir el mundo! Todo este afán se justifica si es querido por Dios. Pero también es bueno asegurarse de que no se trata de un activismo meramente natural. Cristo no quería nada que no fuese hacer siempre la voluntad del Padre[1]

A veces también podemos obsesionarnos con las almas y buscamos incansables convertir el mundo entero. Pecamos de exceso de protagonismo. Nos pensamos imprescindibles.

Tenemos que dejarnos conducir por Dios, incluso cuando pensemos que nos pide que no hagamos nada. A veces podemos sentir que hacemos pocas cosas y podemos sentirnos culpables por ello.

Los apóstoles siguieron a Jesús y estuvieron con Él. No hacían mucho. Escuchaban, hablaban, compartían con Él la vida, el camino, el descanso, la comida. No convertían muchas almas con sus palabras. No hacían muchos milagros. No sanaban muchos enfermos.

Nosotros nos creemos a veces indispensables para Dios. Podemos llegar a pensar que seríamos más útiles en otra parte, en tierra de misión, no en una sociedad acomodada y burguesa.

Corremos el riesgo de caer en el activismo o en el afán de protagonismo. Creemos que cuanto más producimos, más logramos. Nos pensamos indispensables para la conversión del mundo y para cambiar la Iglesia.

Nos olvidamos de algo fundamental: Dios recoge el fruto allí donde no ha sembrado. Dios lo puede hacer todo con pocos panes y peces. Por esto tenemos que confiar más. No se trata de hacer mucho, al contrario, la vida consiste en dejarnos hacer.

Decía Gustav Mahler: “Yo no compongo, soy compuesto por la música. Yo soy esa canción”. Dios quiere componer una canción con mis notas, con mis torpes acordes. Dice una

: “Tú, Señor, que sabes todo e interpretas melodías. Tú que usas bien mis notas, para componer el día”. 

Soy compuesto por Dios, no compongo yo. Pero se me olvida. Cuanto más produzco más orgulloso me siento.

Al final de nuestra vida no vendrá Dios y nos preguntará: ¿Cuántas reuniones has tenido? ¿A cuántos has convertido?¿Cuántos cursos de formación has hecho?¿Cuántas personas han encontrado la alegría gracias a tu entrega generosa? No, no será esa su pregunta.

Jesús simplemente me mirará y me dirá: ¿Cuánto has amado a los hombres con hambre? ¿Cuánto me has amado a mí en el silencio, en la cruz? ¿Dónde has dejado tu corazón como prenda? ¿Has dado la vida por aquellos que te he confiado?

Lo sabemos, pero se nos olvida y caemos en una espiral de hacer muchas cosas para agradar a Dios y sentirnos satisfechos, orgullosos de las melodías que creemos haber compuesto.

Si no hacemos nada nos sentimos culpables, si nos exigimos demasiado acaba pasando factura. A veces nos buscamos a nosotros mismos en todo lo que hacemos. No tenemos pureza en nuestra intención.

Creemos que haciendo mucho recibiremos mucho y estaremos más felices. Tapamos carencias con ese reconocimiento que tanto nos agrada. Vivir la gratuidad nos cuesta. Dar sin recibir nada nos parece impensable. Pero es el sello de Jesús, y debería ser el nuestro. Entregarnos por entero sin querer cosechar. Dar sin reservarse.

[1] J. Kentenich, Santidad, ¡Ahora!, 153-154         

Tags:
alma
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.