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Religioso, diplomático, estratega, predicador: san Lorenzo de Bríndisi

LAWRENCE OF BRINDIS
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Dolors Massot - publicado el 21/07/15
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Este capuchino era muy piadoso, tenía éxtasis al celebrar la misa. Un día Jesús se le apareció y le dio la comunión

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Cesar de Rossi nació en Bríndisi, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una importante familia veneciana.

A los seis años ya llamaba la atención por su memoria prodigiosa. Supo repetir de memoria un sermón que había escuchado.

Pronto quedó huérfano de padre y fue acogido entre los niños oblatos de los franciscanos conventuales de Brindis.

Posteriormente, murió su madre y fue a vivir con un tío sacerdote en Venecia y estudió en el colegio de San Marcos.

En la ciudad conoció a los capuchinos y a los 16 años ingresó en el convento de esta orden en Verona.

Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que la vida que llevaría debía ser dura y austera.

El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá", respondió el superior.

Como capuchino tomó el nombre de Lorenzo.

Además de estudiar filosofía y teología en la Universidad de Padua, el santo tenía un dominio extraordinario de lenguas. Hablaba griego, hebreo, alemán, bohemio, francés y español.

Enseguida manifestó su don para la predicación, que decidió emplear para llevar almas a Dios. Hubo muchas conversiones.

Era un hombre mortificado, que dormía sobre tablas, se levantaba por las noches a rezar salmos, ayunaba comiendo solo pan y verdura, se esforzaba por estar siempre de buen humor y alegre…

Un sacerdote le preguntó un día: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?". Él respondió:

Ya como sacerdote predicó en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, se desplazó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden.

San Lorenzo conocía muy a fondo los textos bíblicos (en su lengua original) y el papa Clemente VIII le pidió que trabajara especialmente por la conversión de los judíos. Así fue y tuvo éxito en la tarea.

También fue un instrumento fiel en la lucha contra el protestantismo en Alemania, a donde le enviaron sus superiores.

Viajó con el beato Benito de Urbino y primero se dedicó a atender a las víctimas de la peste, para más tarde fundar conventos en Praga, Viena y Gorizia.

En 1602 fue elegido superior general de la orden de los Capuchinos. Trabajó con responsabilidad y prudencia en el cargo, pero en 1605 manifestó que no quería ser reelegido porque pensaba que Dios quería otro camino para él.

Cuando los turcos amenazaban en el Mediterráneo y Europa, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática y logró el apoyo de los príncipes alemanes.

Siendo capellán militar, san Lorenzo llegó a tomar decisiones cruciales. Fue prácticamente general en jefe del ejército.

Por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque sin armas y con un crucifijo.

Todos consideraron que la victoria había sido obra de san Lorenzo.

Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

De hecho, san Lorenzo de Bríndisi fue arrebatado varias veces en éxtasis durante la misa.

Y era esa poderosa vida interior la que le daba fuerzas para llevar una vida de actividad en el mundo a pesar de sus deseos de entregarse solo al silencio y la vida apartada en el convento.

Fundó un convento de capuchinos en Madrid aprovechando que viajaba en misión para pedir al rey Felipe II que se uniera a la Liga Católica.

En otra ocasión, cuando san Lorenzo ya estaba mayor, viajó de nuevo a Madrid y Lisboa al encuentro del monarca para pedirle que relevara al virrey de Nápoles, el duque de Osuna, que se comportaba tiránicamente con el pueblo. Felipe II así lo hizo.

Después fue nombrado nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga Católica.

En 1618, después de hacer mediador en varios conflictos reales, se retiró al convento de Caserta.

Allí falleció en paz el día que cumplía 60 años, el 22 de julio de 1619. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Dejó escritos 15 volúmenes de textos teológicos, entre ellos 800 sermones, un comentario del Génesis y varias obras contra Lutero. En 1959, el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia.

Oh Dios, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo y fortaleza, concédenos llegar a conocer, con ese mismo espíritu, las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la práctica después de conocerlas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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