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María, protectora de la naturaleza

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Manuel Bru - publicado el 27/06/15
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Que nos proteja de nuestro egoísmo ecológico, y nos ayude y nos enseñe a proteger la Creación

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“María, protectora de la naturaleza, ruega por nosotros”. No hace falta que añadamos a las letanías esta petición. Pero si que convendría, después de haber recibido el regalo de la encíclica Laudoto si del Papa Francisco, ponernos en manos de la Madre del cielo, y de la tierra, para que nos proteja de nuestro egoísmo ecológico, y nos ayude y nos enseñe a proteger la Creación pues, no por casualidad, Ella es Reina de todo lo creado.

Nos dice el Papa en su encíclica que María “no sólo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que conservaba cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios”.

De hecho, podemos ver en ella el mejor ejemplo de estilo de vida en armonía con la creación, pues ella es modelo máximo de las cuatro virtudes que el Papa Francisco nos propone para un estilo de vida necesario para afrontar el desafío ecológico: la sobriedad, la humildad, la paz interior y el amor.

Primero, la sobriedad “que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una vida de baja intensidad sino todo lo contrario”.

Segundo, la humidad, desaparición, “en un ser humano desaforadamente entusiasmado con la posibilidad de dominarlo todo sin límite alguno, sólo puede terminar dañando a la sociedad y al ambiente”. En María se cumple perfectamente el dicho popular que el Papa recuerda, que “menos es más”.

Tercero, la paz interior: que en todas las personas “tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos escucharlas en medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto a la apariencia? (…) Si los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores.”

Y cuarto, la caridad: “El amor fraterno sólo puede ser gratuito. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a nuestro control. El amor social alienta una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad”.
 

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