Una misión que un día les llevará por todo el mundo desde las periferias existenciales a los centros de poder para reflejar el rostro de Cristo
El Papa Francisco presentó la carrera diplomática en la Santa Sede como un servicio y no como un privilegio, que significa seguir a Jesús, que “es la única fuerza que hace que sea universal y creíble para los hombres y para el mundo”, dijo, este 25 de junio a los estudiantes de la última edición del curso de la Academia Pontificia Eclesiástica (ACP).
Por ello, insistió que la vida diplomática en la Santa Sede refleja el rostro y el corazón de Jesús que bate en “su verdad, que no erige muros de división y exclusión, sino que se hace puente que construye la comunión y llama a la unidad de la humanidad. Esta es la potencia secreta que alimenta su esperanza tenaz, invencible pesar de los reveses momentáneos”.
En su alocución señaló que no se puede representar a alguien, aún más la Iglesia, “sin reflejar sus rasgos, sin recordar su rostro”. Y recuerda las palabras de Jesús: "El que me ha visto, ha visto al Padre”.
De hecho, la ACP es una institución de la Santa Sede que forma a los diplomáticos que trabajarán en las Nunciaturas, la representación de la Iglesia en los países con los cuales mantiene relaciones, y en la Secretaría de Estado.
En este sentido, les llamó a “no ser altos funcionarios de un Estado, de una casta superior”. Recordando que no son electos bienvenidos en los “salones mundanos, sino para ser custodios de una verdad que sostiene en profundidad a los que la proponen, y no al contrario”.
”Ustedes se preparan para representar a la Santa Sede en la Comunidad de Naciones y en las Iglesias locales a las que están destinados”, evocó.
El mundo que necesita de consuelo y esperanza
El Papa Francisco dijo que es una misión que se extiende a todos los rincones del planeta donde la Santa Sede tiene relaciones con los Estados. Porque la Iglesia les enviará: “a Europa, necesitada de despertar; a África, sedienta de reconciliación; a América Latina, hambrienta de nutrición e interioridad; a América del Norte, que quiere redescubrir las raíces de una identidad que no se define a partir de la exclusión; a Asia y Oceanía, desafiadas por la capacidad de fermentar en la diáspora y de dialogar con la inmensidad de culturas ancestrales”.
En el discurso que dirigió a los futuros ‘diplomáticos’ de Dios, el Papa subrayó diversos puntos de su misión.
“La Santa Sede es la sede del obispo de Roma, la Iglesia que preside en la caridad, que no se asienta sobre el vano orgullo de sí misma, sino sobre el valor diario de la condescendencia. Es decir, del abajarse – de su Maestro. La verdadera autoridad de la Iglesia Romana es la caridad de Cristo”, explicó a los estudiantes.
En el discurso les exhortó a que “cultiven raíces profundas, mantengan la memoria” para no olvidar porque siguen a Cristo en esta misión, “para que no desvanezca el rostro de Jesús”, durante el recorrido.
Al respecto, agregó: “Para conseguirlo es necesario que no incorporen en el entorno donde actúen, sus patrones de comprensión, parámetros culturales o antecedentes eclesiales”, invitó.
Construir puentes
Entretanto, ha hecho hincapié en la formación de la Academia que, les prepara “para convertirse en ‘puentes’, pacificando e integrando en la oración y el combate espiritual, la tendencia a afirmarse sobre los demás, la presunta superioridad de la mirada que impide el acceso a la sustancia de la realidad, la pretensión de saber ya lo suficiente”.
El Pontífice le habló de un llamado que “requiere la tutela de la libertad de la Sede Apostólica que, para no traicionar su misión ante Dios y para el verdadero bien de los hombres, no puede dejarse aprisionar por la lógica de las pertenencias, convertirse en rehén de la contabilidad de las facciones
, contentarse con la división entre cónsules, someterse a los poderes políticos y dejarse colonizar por los pensamientos fuertes de turno o por la hegemonía ilusoria de la ”corriente principal”, sostuvo.
Creatividad y pedagogía
De esta manera, insistió que en los futuro diplomáticos de Dios, están llamados a servir la Iglesia y los pueblos entre los cuales, esta sirve y vive, alentándolos a hacer siempre el bien.
“Para llevar a cabo lo mejor posible esta misión hay que dejar la actitud del juez y ponerse el traje de pedagogo, de aquel que es capaz de hacer brotar de las iglesias y de sus ministros el potencial para el bien que Dios no deja de sembrar”.
Por último, Francisco les exhortó a no “esperar que el terreno esté listo sino a tener el coraje de ararlo con sus propias manos – sin tractores u otros medios más eficaces de los cuales nunca podremos disponer – para prepararlo a la siembra, esperando con la paciencia de Dios, la cosecha, de la cual tal vez no ustedes no sean los beneficiarios; a no pescar en los acuarios o en los viveros, sino a tener el valor de dejar los márgenes de seguridad de lo que ya se conoce y echar las redes y cañas de pescar en zonas menos descontadas, sin adaptase a comer pescado enlatado por otros”.