Hacer de padre y madre. Esto es, junto al amor y las caricias tiernas de una madre, y sin confundir autoridad paterna con violencia, estas madres deben crear la disciplina y ambiente de orden y respeto que todo niño necesita. Asistir a los cursos de formación para padres que se ofrecen en muchos centros del gobierno puede serles de gran ayuda.
Relacionar los hijos con miembros de la familia o de la comunidad que sean una presencia masculina positiva. Los niños aprenden por imitación. Por eso, el abuelo, el tío, el entrenador de fútbol o el ministro de la Iglesia que sea un líder ejemplar, puede ser una imagen buena para ayudar a los hijos, especialmente los varones, a tener una sana identidad con su género, y a las niñas, una buena imagen masculina.
Evitar hablar mal del padre en presencia de los hijos. Ya sea que el padre los haya abandonado o que haya habido un divorcio difícil, los problemas de pareja son diferentes de la relación de los hijos con el padre. Y si no hay nada bueno que comentar, por lo menos evitar las críticas.
Reafirmar en los hijos la idea de que ellos han sido siempre deseados y esperados con amor, por parte de su madre, y recibidos con alegría en el seno de la familia de la madre, ayudará a los hijos a minimizar su sensación de ser “indeseados” o “ilegítimos”.
Si la madre encuentra otra pareja y se casa, es necesario incluir a los hijos de relaciones precedentes en las decisiones y ajustes a la nueva vida. Es muy importante asegurar igualmente que el padrastro no abuse de su autoridad, ni física, ni moralmente, y mucho menos sexualmente, como sucede con más frecuencia de la que se sospecha.
Finalmente, familiarizar a los hijos con el amor al Padre Celestial, fuente última de toda vida, les dará la base para saber que más allá de todos los vacíos emotivos que los errores humanos puedan acarrearles, sus vidas fueron siempre deseadas y amadas por el Padre Celestial, quien además cuidará siempre de ellos. Este Padre ha previsto también para ellos a la Iglesia, la familia universal que los acoge y nutre con su fe.
Y para todas estas madres solas, la compañía maternal y solidaria de María, la Madre de Dios, será un consuelo y guía en la formación de su familia.
Artículo originalmente publicado por Por tu matrimonio