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“Tres monjes rebeldes”: Sueña con más

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 01/05/15
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Una película sobre el nacimiento del Císter en la Iglesia
El otro día pude ver una película que invita a soñar muy alto: Tres monjes rebeldes. Una película realizada por unos jóvenes de Schoenstatt a partir del libro Tres monjes rebeldes de M. Raymond. En ella se cuenta la historia del nacimiento del Císter en la Iglesia.
 
Unos jóvenes audaces han vencido todos los obstáculos que se les han presentado durante varios años de trabajo y han logrado su sueño. Han creído que los sueños se pueden realizar. Y todo porque vieron cómo san Roberto comenzó un movimiento de renovación, de vuelta al origen, a la pureza de la regla de san Benito, creyendo en lo imposible.
 
Viendo el testimonio de este santo, ellos mismos se encendieron y lucharon por su ideal. María los condujo en su aventura. Ellos fueron audaces. Su manera de luchar y confiar es un ejemplo para todos. Si no soñamos alto, nunca llegaremos lejos.
 
En un momento de la película, el abad del monasterio al que entra san Roberto, exclama: “¿Hay alguien dispuesto a ser santo? ¿Hay alguien dispuesto a permanecer en la brecha de la muralla?”. Escuchando esas palabras el corazón de Roberto se enciende. También el mío. Yo quiero ser santo. Y también permanecer en la brecha de la muralla.
 
Roberto quiere ser un caballero de Dios. Quiere desenvainar su espada y no volverla a envainar nunca. Quiere ser fiel a la pobreza y la simplicidad siempre, sin conformarse con los mínimos, con lo diminuto. Sueña con ser un nuevo san Benito.
 
Y su sueño no es un acto de soberbia. Cree simplemente que Dios quiere que sea santo. Es la misma invitación que nos hace Dios a todos. Roberto lo tenía todo. Tenía posibilidades. Podía haber sido un gran caballero en el mundo, pero opta por otro camino. Quiere ser caballero de Dios. Quiere servirle a Él con su vida.
 
Y desde que entra al monasterio no está conforme con lo que vive. Sueña con más y decide vivir con radicalidad en la brecha de la muralla. Cada día, en cada trabajo u oración quiere ser santo. No quiere conformarse. No quiere adaptarse. Sabe que su vida merece la pena sólo si la entrega sin guardarse nada.
 
La solitaria estrella vespertina en el cielo rojo de una tarde le hace ver a Roberto su ideal de vida. El blanco de plata sobre el rojo del fuego. Mira la estrella de la tarde y el fuego se enciende en su corazón.
 
En noches de soledad, cuando llegue a dudar de la misión de su vida, volverá a mirar la estrella. En noches de pasión, cuando su ideal comience a vibrar en otros corazones, en otros monjes, la estrella dará su luz y él descansará en Dios.
 
El blanco de la estrella es para él su ideal de la pureza de la regla en Cristo. Vivir como Benito vivió, como Jesús vivió. Vivir sin contemporizar con el mundo, sin adaptarse a la debilidad de la voluntad que no quiere esfuerzo. Sin intentar contentar a los hombres pretendiendo seguir los pasos de Dios.
 
La radicalidad de vida, la lucha generosa, marcan su camino. Con el paso de los años, el blanco plata sobre rojo fuego significará la hostia blanca sobre su corazón enamorado. Su amor a Jesús le da sentido a todo. Jesús en la eucaristía le recuerda cada día hasta dónde ha de ser su amor
 
Es Cristo en medio de su corazón de fuego que palpita y arde por él. Roberto confía y deja que Jesús arda en su vida.
 
Podemos darnos por contentos con los mínimos. Podemos dejar de soñar con las alturas. Todo puede llegar a parecernos bien, prudente, lo que corresponde. ¿Qué significa realmente ser santos? ¿Qué supone estar en la brecha de la muralla luchando por defender la vida de tantos?
 
Nuestra vida se entrega para salvar a muchos. Decía el Padre José Kentenich: “La santidad no consiste necesariamente en el amor a la cruz, sino en la conformidad con la voluntad divina”. 

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