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“El trabajo humanitario se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo”

Aleteia Team - publicado el 30/03/15

Bárbara Mineo habla de su trabajo como directora humanitaria de Oxfam Intermón

"Yo necesito el contacto directo con las personas, porque eso es lo que me devuelve la razón principal por la cual hago este trabajo". Bárbara Mineo (Siracusa, 1972) es directora humanitaria de Oxfam Intermón. Su tarea es asegurar que la organización cumpla con el mandato humanitario y elaborar, en coordinación con otros departamentos, las estrategias de acción cuando se produce una crisis."El trabajo humanitario se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo". En la entrevista explica en qué consiste su trabajo, la importancia del contacto con la población local, los riesgos de los trabajadores humanitarios, su primera experiencia africana en un campo para refugiados.

¿Tu trabajo es más de oficina que de terreno?

Porcentualmente es más de oficina, pero viajo a los países para reunirme y entender mejor cuál es la problemática específica. Y para verificar que como organización estamos brindando la asistencia tal y como la población y las organizaciones locales la quieren.



¿Qué cualidades conviene tener para poder desarrollar este trabajo?

Por un lado la experiencia en el terreno. Es muy importante estar en contacto directo con las culturas, que son diferentes a la tuya, para poder entender cómo puedes ayudarles. También tener la vocación de querer apoyar a los demás frente al sufrimiento de la mejor manera posible. Y te tiene que gustar este sector, porque a menudo hay que enfrentarse a situaciones difíciles.

¿Se ha vuelto más inseguro el trabajo humanitario?

Se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo. En las crisis debidas a conflictos, la situación es cada vez más compleja, con muchos actores interviniendo. Antes el trabajador humanitario estaba reconocido. Se sabía perfectamente que nos movemos de acuerdo con los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia, al margen de cuestiones políticas. Ahora esto no se reconoce y hay grupos extremistas que cada vez utilizan más a los humanitarios como moneda de cambio.

Tu primer contacto real con las crisis humanitarias fue en África. Me imagino que fue un impacto.



Cuando empecé a trabajar, fui con el programa de voluntarios de Naciones Unidas  a Kisenge, un pequeño pueblo de la República Democrática de Congo. Mi misión durante seis meses era la asistencia alimentaria en un campo de refugiados angolanos, el más grande en ese momento, con más de 40.000 personas. Fue mi primera experiencia y marcó mi camino profesional. Me impactó la situación de desnutrición en la que se encontraban los niños.



Un campamento de refugiados de 40.000 personas con dificultades, niños sin alimentos suficientes. ¿Cómo hace uno para no desanimarse?

Yo necesito el contacto directo con las personas, porque eso es lo que me devuelve la razón principal por la cual hago este trabajo. Un niño desnutrido es un niño que no tiene ganas de hacer nada, ni de jugar. No es un niño. Cuando ves que después de unas semanas se ha recuperado, ha retomado la sonrisa y vuelve a jugar como antes, me produce una alegría interna porque nuestro trabajo ha servido realmente.

Cuando no estás trabajando, ¿puedes separar y olvidarte por un momento de todo aquello?

Yo siempre digo a todo el mundo que estoy disponible las 24 horas, porque tú nunca sabes lo que puede pasar allí donde estamos. Yo me siento responsable, por las personas y por el trabajo humanitario. Creo que tengo desarrollado un nivel de alerta permanente más elevado de lo normal. Cuando estoy de vacaciones automáticamente sigo mirando la Blackberry y mi familia me pide que intente desconectar. Pero es difícil.



Volviendo al continente africano, por el que sientes especial afecto. Más allá de las crisis que conocemos, ¿ves mejoras?

Veo un cambio en países que quieren tomar las riendas de su propio desarrollo y dejar de ser exclusivamente receptores de asistencia humanitaria y ayuda.  Los movimientos juveniles son motor del cambio y la sociedad africana es una sociedad en fermento. Es importante que la gente lo sepa. Nosotros no vamos a sustituir al país, ni a los actores locales. Son ellos los que tienen que responder ante una situación de emergencia. Si ellos no tienen la capacidad, ahí estamos para apoyarlos. Pero es el gobierno el responsable del destino de su población.
 

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