Una divertida anécdota del viaje a Nápoles del sábado pasado
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El Papa Francisco, que recientemente se quejaba de que no podía “callejear” y comerse una pizza como solía hacer, finalmente la consiguió y además directamente entregada en su papamóvil el pasado 21 de marzo en Nápoles, la tierra de la pizza.
A lo mejor, esta pizza es producto de la confianza de Francisco, como los espárragos en tiempos de uvas que san Juan de la Cruz encontró al pasar por una huerta, como un pequeño “prodigio”.
Enzo Cacialli, propietario del restaurante Don Ernesto, se la entregó personalmente al Pontífice cuando este pasaba por el frente marítimo, durante la visita apostólica de un día que realizaba a la ciudad. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.0”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));
San Francisco de Sales y también san Juan de la Cruz decían que “la medida de la divina providencia a nuestra vista es la confianza que pongamos en ella”. Y es cuestión de confianza la que pone el Papa Francisco aceptado de los fieles el mate, la pizza u otras ofrendas alimentarias, aun cuando cualquier servicio de seguridad no lo aconsejaría para un personaje público.
De su vida anterior en Buenos Aíres, al Papa le falta “callejear”, pero en Nápoles no le faltó el contacto con la gente de la calle.
“Sí, lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera, e irme a una pizzería a comer una pizza”, le dijo hace pocas semanas a la vaticanista de Televisa, Valentina Alazraki. Sin duda, el Papa que ha preferido vivir en la residencia de Santa Marta para tener contacto cotidiano con las personas, no puede ir fácilmente a una pizzería napolitana.
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Enzo Cacialli realizó la pizza con sus propias manos y esperó pacientemente la llegada de Francisco para cumplir con este deseo del Papa. Además, en cambio del tomate rojo, utilizo tomate amarillo para simular los colores de la bandera del Vaticano. Esta no es la primera vez que Caccialli hace una pizza para un líder famoso: en 1994 le cocinó una al presidente de Estados Unidos Bill Clinton. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.0”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));
En Nápoles el Santo Padre también disfrutó de galletas y tortas elaboradas por unas monjas de clausura que literalmente le asaltaron cuando visitó la catedral de la ciudad. ¿Qué tal si fueran monjas normales?, dijo jocosamente el arzobispo de Nápoles, que había dispensado a las monjas de su clausura para que pudieran ver al Papa Francisco. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/it_IT/sdk.js#xfbml=1&version=v2.0”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));