Desinterés político-económico y autoridad moral
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Es de admirar lo concreto que es, en todo, el Papa Francisco. Se trata de una concreción que no sólo se refleja en sus gestos cotidianos y en su magisterio, sino también en todas las acciones, incluidas las diplomáticas, que para el líder mundial con más predicamento del mundo no es tarea baladí si sirve para la paz y el progreso de los pueblos.
Cuando el presidente de EEUU visitó al Papa, el 27 de marzo de 2014, según ha revelado en una entrevista publicada en la revista Vida Nueva el cardenal de la Habana, Francisco le pidió explícitamente que acabara con el bloqueo de Cuba, que a todas luces era algo obsoleto.
Obama lo reconoció, y hasta le comentó que el bloqueo a Cuba existía ya antes de que él naciera. Pero que no era una medida factible por la cuestión de los prisioneros. El Papa le insistió y le propuso dar el primer paso liberando prisioneros cubanos para que Cuba liberase a su vez a los estadounidenses. Obama no lo veía. No se trataba sólo de una medida política, sino que intervenía la justicia norteamericana.
Entonces el Papa le dijo: “Mire, esto no es sólo un bien para el pueblo Cuba, que ha sufrido mucho, sino para su Gobierno y para su persona, para la política de su país con América Latina. Si no hay una solución, ustedes seguirán muy distantes de América Latina”. Al parecer esto hizo pensar mucho a Obama.
El desenlace de la historia todos lo conocemos. Este ejercicio de la diplomacia, como se dice en el argot popular, sí que mola: es concreto, es realista, es eficaz.
Pero ni siquiera es fruto de una estrategia política, sino que está avalada por dos características propias de la diplomacia del Papa.
Esas dos características son el desinterés político y económico, por un lado, y la autoridad moral, por otro. El Papa es el único jefe de Estado del mundo cuyo país, es decir, la Ciudad del Vaticano (que ya no tiene nada que ver con lo que fueron, hasta el tratado de Letrán, los Estados Pontificios), no tiene intereses políticos y económicos en el resto del mundo.
El único interés político de la Ciudad del Vaticano es la defensa de la paz y de la libertad religiosa en todo el mundo, y el único interés económico es propiciar la justicia social y la solidaridad internacional.
En cuanto a la autoridad moral, pues ya lo sabemos. Ningún líder mundial se le asoma ni de lejos.
Esas son las “divisiones del Papa” que desconocían Stalin y Hitler. Y a esas hay que añadir la credibilidad moral mundial sin precedentes de Francisco.