La imponente abadía, fundada en el siglo XI, es en sí misma un museo del renacimiento tardío del Véneto
A pocos kilómetros de las legendarias Termas de Abano, al pie de las colinas Euganesas, se encuentra la imponente Abadía de Praglia: un complejo arquitectónico excepcional, que si bien fue construido en el siglo XI, es en sí mismo una colección de obras de los grandes maestros del renacimiento tardío.
De la construcción medieval original sólo sobrevive el imponente campanario. En la medida en la que la Abadía ganó autonomía, gracias al mecenazgo de las familias más pudientes de Padua, las adiciones al conjunto original no se hicieron esperar.
La primera de ellas, el templo basilical dedicado a la Asunción de María, diseñado por el célebre –y polémico- maestro Tulio Lombardo en 1490, el primer artista en esculpir una pieza monumental enteramente desnuda –su Adán, que reposa hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York- desde la antigüedad clásica.
Al ver los frescos de Campagnola en el ábside de la basílica, y los altares de Varotari, Badile y El Veronese en las capillas laterales, cuesta creer que el monasterio haya estado abandonado por décadas.
En 1810 el monasterio cerró y durante años no fue usado sino como depósito de armas barraca militar. No es de extrañar: lo mismo sucedió con edificios tan paradigmáticos como el propio Partenón.
Los monjes no volvieron a la Abadía sino hasta inicios del siglo XX, cuando su inmensa biblioteca –adornada con frescos y relieves hechos por los maestros de la familia Lombardi- fue convertida nada más y nada menos que en la Biblioteca Nacional, un monumento nacional italiano, que alberga más de 120.000 volúmenes, antiguos y contemporáneos, y que es destino obligado de amantes de la historia del arte y del pensamiento occidental, que pueden albergarse en la Abadía con todas las comodidades que ofrece una larga tradición hospedera.