Hoy se cumplen 14 años de su creación como cardenal por mano de Juan Pablo II: “Cada ascenso entraña un descenso: hay que descender para servir mejor”, dijo entonces
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Hoy 21 de febrero se cumplen justamente 14 años del consistorio en el que el entonces monseñor Jorge Mario Bergoglio fue creado cardenal por el papa Juan Pablo II.
Desde ese momento, la opinión pública empezó a preguntarse quién era ese ‘cardenal venido desde lejos y que no ama el trato principesco’ designado a los purpurados de la época.
El sacerdote y poeta Juan de la Cruz decía en el mil quinientos: “El alma que está enamorada de Dios es un alma gentil, humilde y paciente”. Y es esa idiosincrasia la que acompaña la vida de Jorge Bergoglio como peregrino, pastor, Papa y hombre hasta nuestros días.
Antes del consistorio de su creación como purpurado, el futuro Papa era más conocido en el ámbito latinoamericano, pero ahora la birreta lo ponía bajo observación mundial como candidato a Pontífice. De hecho, en el año 2005 quedó segundo después de Ratzinger en la sucesión de Pedro.
Para el Consistorio de febrero de 2001, Bergoglio no quiso ser acompañado por nadie desde Buenos Aíres e invitó a sus amigos a que el dinero que se gastarían en el billete de avión lo donaran a los pobres o a obras de caridad. Después del cónclave de 2013 hizo lo mismo.
Esquivo y conciso, el jesuita no concedió entrevistas por doquier, comentando la noticia de su inminente creación. Dijo: “Ser cardenales significa una mayor cercanía al Papa y a un servicio a la Iglesia universal. Estoy absolutamente seguro que se trata de una atención especial y un afecto particular del Papa hacia la sede de Buenos Aires”.
En la única entrevista concedida antes de ser cardenal a Elisabetta Piqué, corresponsal en Italia de La Nación, Bergoglio cuenta cómo estaba viviendo esa espera.
“Yo lo vivo religiosamente. Es decir, rezo, hablo con el Señor, pido por la diócesis, y no lo vivo como haber llegado a algo. Según los criterios del Evangelio, cada ascenso entraña un descenso: hay que descender para servir mejor. Y quiero tomar esto con ese espíritu de servicio”, reveló.
Otro detalle que llamó la atención ha sido que el cardenal Bergoglio no compró vestidos nuevos para tan prestigioso momento. Como buen religioso que se respete, atento al voto de pobreza, mandó arreglar el de su antecesor, Antonio Quarracino, muerto en 1998. Por lo demás, se dice que aún hoy usa la misma mitra desde su ordenación como sacerdote.
La tradición dice que después del consistorio, todo nuevo cardenal tenga encuentros con familiares, amigos y fieles. Tras la ceremonia, el cardenal Bergoglio recibió efusivamente y con atención particular a cada persona, sin contar quién fuera, era suficiente estar allí como fiel. No aceptó ninguna fiesta u homenaje, ni siquiera cuando regresó a Buenos Aires. Austeridad total.
En ese consistorio también se marcó otro hito. El papa Juan Pablo II creó 42 cardenales, un número jamás visto en la historia de la Iglesia, sumando al colegio de purpurados 11 electores de América Latina y nombres internacionales como Kasper (Alemania), Rodríguez Maradiaga (Honduras), Hummes (Brasil), Mejía (Argentina), Re (Italia), entre otros.
Como menciona Il Sismografo, el blog de los vaticanistas, el papa Wojtyla había hecho el anuncio de los nombres de los futuros cardenales en dos ocasiones: en el Ángelus del 21 de enero, y luego, una semana después en el Ángelus del 28 de enero. En 9 consistorios, el futuro santo creó 231 cardenales de 69 diversos países y el del 2001 fue el penúltimo consistorio, que dio la birreta a monseñor Bergoglio.