Cómo un grupo del Movimiento de los Focolares revolucionó un barrio pobre de Recife
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En 1968 un grupo de personas aceptó la invitación de Don Helder Cámara de tratar de transformar la realidad local. Es así que llegaron a la Isla (un barrio pobre de Recife) llamada en una época "Isla del Infierno". Estudiantes, profesores, abogados, médicos, obreros y amas de casa que deseaban compartir la vida de los habitantes para encontrar juntos otro destino.
Esa misma búsqueda lleva también a muchos a migrar desde sus países de origen hacia otros países. En su camino aparecen personas que se convierten en ángeles que los acompañan en el tránsito de su vida siendo para ellos la viva presencia del Buen Samaritano.
¡Otro mundo está siendo posible!
Jonhson Pinto nació en una isla que parecía "olvidada por Dios y por los hombres"."Aquí no había ni agua, ni luz,-cuenta-, tener una casa era sólo un sueño. Por eso la llamaban "Isla del infierno". "Alguien me aconsejó que me fuera,-recuerda-, porque era peligroso estar aquí".
Pero él eligió quedarse y ayudar a transformar el lugar. Escuchó que un sacerdote jesuita que estuvo viviendo con ellos durante dos años, la noche antes de irse rezó pidiendo a la Virgen que enviase a alguien en su lugar.
En 1968 un grupo de personas del Movimiento de los Focolares aceptó la invitación del arzobispo de Recife, Don Helder Cámara, y así llegaron a la "Isla del Infierno" estudiantes y profesores, abogados y médicos, obreros y amas de casa que deseaban compartir la vida de los habitantes para encontrar juntos una solución a sus problemas.
“El Movimiento (de los Focolares) nos ayudó a organizarnos –cuenta Johnson-, a partir de comprender nuestra dignidad de hijos de Dios. Creamos una escuela, un consultorio médico…empezamos a llamarnos Isla de "Santa Terezinha", organizamos la Asociación de los habitantes de la Isla Sta. Terezihna", se emociona, feliz, contemplando con orgullo las obras realizadas, junto a su esposa y sus hijos.
"Nuestra escuela –completa la directora del establecimiento educativo fundado por ellos mismos-, quiere ofrecer una educación en la que el niño se sienta como persona insertada en una sociedad y capaz de cambiar su propia vida"."Ojalá que otras comunidades puedan hacer lo mismo, concluye Jonhson, que ya no disimula su alegría ni su agradecimiento a la Providencia de Dios. "Hay que organizarse, -dice-, todos juntos y con fe todo se puede".
Artículo originalmente publicado por CELAM