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Cómo preparar la mejor Pascua de tu vida

mujer leyendo a orillas del mar

© makunin

SIAME - publicado el 16/02/15

La Cuaresma es como un gimnasio: estos son algunos ejercicios espirituales que nos llevan a Dios

El ejercicio espiritual del entendimiento sería conocer las obras de misericordia, reflexionar sobre ellas, meditar cómo puedo vivirlas desde mi estado particular de vida, pedirle a Dios ayuda para hacerlo, etc. Luego vendría el ejercicio de la voluntad: ponerlas por obra.

Con el Miércoles de Ceniza inicia la Cuaresma, preparación para la Pascua, celebración de los misterios centrales de nuestra fe: Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección de Nuestro Salvador Jesucristo. Pero hay quien se pregunta: ¿por qué una preparación tan larga? Hasta el dicho lo dice: “es tan largo como la Cuaresma”.

Porque el fruto que podemos obtener de la celebración de la Pascua depende de nuestra disposición interior y ésta de una serie de ejercicios que necesitan tiempo.

De hecho el cristianismo, al ser vida, requiere de ejercicio, y la Cuaresma es como entrar a un gimnasio en el que puedo intencional e intensivamente ejercitarme de tal manera que llegue con la mejor disposición de espíritu a celebrar la Pascua y obtener de ella sus frutos.

Así es, la disposición viene por los ejercicios del espíritu. Y ¿cómo ejercitarlo?  

Nuestra alma espiritual tiene dos facultades superiores: entendimiento (o inteligencia) y voluntad; ejercitarse en ellas es ejercitar el espíritu. Podríamos ejercitar estas facultades para cosas malas, pero esto en lugar de disponer el alma a las cosas de Dios, la indispone, la hace pesada, la esclaviza.

Veamos algunos ejemplos de los ejercicios espirituales que nos llevan a Dios.

Ejercicios espirituales del entendimiento: la oración, la lectura espiritual, la reflexión (personal o compartida), la audición de charlas, conferencias, retiros, etc.

Ejercicios espirituales de la voluntad: actos de domino de sí mismo, o en favor de otros, en miras a la moderación, la austeridad y/o el ayuno en:

a)     La alimentación (reducirme a lo necesario en comida y bebida),

b)    La locución (hablar sólo lo preciso, movido únicamente por caridad u obediencia);

c)     La audición (no escuchar cosas placenteras: música, canciones, pláticas, etc., que me turban o me dañan);

d)    La sensibilidad física;

e)     La mirada (evitar ver lo que pueda dañarme en televisión, internet o medios de comunicación en general etc.).

En ambos tipos ejercicios se trata de evitar lo que nos pueda perjudicar, resistiendo al mal con el bien, orientando nuestros sentidos a lo que nos pueda elevar hacia Dios.

¿En concreto cómo puedo practicar alguno de estos ejercicios?


Pongamos algún ejemplo con respecto a las obras de misericordia; privándome de algo para dar a otros.

El ejercicio espiritual del entendimiento sería conocer las obras de misericordia, reflexionar sobre ellas, meditar cómo puedo vivirlas desde mi estado particular de vida, pedirle a Dios ayuda para hacerlo, etc. Luego vendría el ejercicio de la voluntad: ponerlas por obra.

En concreto, por ejemplo: “dar de comer al hambriento”. Inspirados por el ejemplo de Jesús en el Evangelio, medito cómo lo hizo Él para hacerlo yo, de acuerdo con mis posibilidades y a la(s) persona(s) o asociación que pueda yo apoyar.

Después de meditarlo, orarlo y ordenar todo, viene el ejercicio de la voluntad: empiezo a ahorrar, no gasto en un gustito personal, etc., y doy lo que pensé dar.

Además, purifico la intención por la que lo doy: “por amor a Cristo”, sin hacer sentir mal a quien lo recibe, sin hacerlo con aire de superioridad, etc., sabiendo por la fe que se lo estoy dando al mismo Jesucristo.

Y todavía sería más completa si oro por quien se lo doy, por su conversión y salvación y lo ofrezco también por la mía y la remisión de mis pecados. Podríamos seguir los mismos pasos para practicar otra obra de misericordia ahora espiritual: “Enseñar al que no sabe”, etc.

¿Qué otros ejercicios podríamos hacer? Hay una cantidad innumerable, por ejemplo, de piedad, que miran a mi relación con Dios; los de penitencia, que miran a mi dominio personal, y los de misericordia, que miran a mi relación con los demás… piensa y pon manos a la obra.

Cualquier ejercicio de estos nos pondrá en condición para celebrar la mejor Pascua de nuestra vida. Llegará la Semana Santa con grandes deseos de participar en los oficios religiosos, no caeremos en la trampa de convertirla en un descanso desordenado que sólo hace perder la gracia de Dios.

Estamos a tiempo, al comienzo, anímate a pasar una Cuaresma distinta que te lleve verdaderamente a morir con Cristo para Resucitar con Él.

Artículo originalmente publicado por Aciprensa

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