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​Periodistas mentirosos por vanidad: El caso de Williams de la NBC

Brian Williams – es

© David Shankbone

Salvador Aragonés - publicado el 14/02/15

La credibilidad, basada en la veracidad, sigue siendo la columna más importante de todo periodismo

La cadena televisiva norteamericana NBC ha suspendido temporalmente a su periodista estrella de los telediarios, Brian Williams por mentir en una información en la que se hacía pasar por héroe.

El presentador de la NBC era el número uno, el más escuchado en Estados Unidos con un share de 9,7 millones de media, aunque era seguido a poca distancia por las cadenas ABC (8,7 millones) y la CBS (7,3 millones).

La fidelidad de audiencia que tenía Brian Williams se debía a que no se casaba con nadie, decía lo que pasaba y sus informaciones eran incuestionables: lo que decía Brian Williams era “la verdad”. Cobraba 10 millones de dólares anuales, naturalmente por contar la verdad a sus espectadores. Renovó el contrato en enero pasado.

Todo ocurrió por hacerse el héroe, cuando no tenía ninguna necesidad. Contó hace unos días que en la guerra de Irak –que cubría como reportero– una vez viajando en helicóptero el aparato sufrió el impacto de una granada y tuvo que hacer un aterrizaje forzoso con riesgo de todos los pasajeros.

Esta versión la repitió algunas veces hasta que la pasada semana le escuchó uno de los que viajaban en el helicóptero, y dijo que Brian Williams no viajaba en este helicóptero y además estaba muy lejos. Llegó al cabo de una hora al lugar del suceso. Williams estaba en otro helicóptero que no sufrió daño alguno a cientos de kilómetros de distancia.

¿Por qué mintió Brian Williams? ¿Qué necesidad tenía de hacerlo? Sólo cabe una explicación: la vanidad.

La cadena NBC no puede permitir tener un periodista que tergiverse o mienta sobre los hechos. Es el modelo de periodismo en Estados Unidos, el que miente no tiene cabida en esa profesión, porque pierde su credibilidad antes los lectores, oyentes o espectadores. Lo paga con su dimisión y se acabó el periodismo para él.

En un país muy exigente con los periodistas, a los que se les exige que cuenten la verdad de lo que ocurre, no han faltado casos como el de Brian Williams.

Una periodista, Janet Cook, hasta llegó ganar el Premio Pulitzer por contar la historia de un niño, Jimmy,  tercera generación de adictos a la heroína, o sea hijo y nieto de heroinómanos. Jimmy nunca existió como se demostró después. El reportaje estaba escrito de forma genial, pero era falso.

Otro caso flagrante es el del periodista Jayson Blair del New York Times que con sólo tres años de profesión publicaba fantásticas historias desde distintos países del Oriente Medio. Eran crónicas de guerra, reportajes increíbles, por los que cobraba unas dietas suculentas, además de los viajes. Resultó que todo lo escribía desde su casa con el móvil.

Se le descubrió, tuvo que dimitir no solo él sino la cúpula del New York Times para el que trabajaba. Director y redactor jefe creían en él y sus historias aparecían no pocas veces en primera página. Eran exclusivas, pero eran falsas.

No vale en el periodismo aquel aforismo italiano de que “se non è vero è ben trovato”, o que una noticia no te estropee un buen titular. No se puede engañar nunca a los lectores. La credibilidad, basada en la veracidad, es la columna más importante de todo periodismo.

Como decía Charles A. Dana, periodista del New York Tribune, ya en el siglo XIX, “facts are sacred, opinios are free” (los hechos son sagrados, las opiniones son libres).

Lo dijo también el periodista liberal inglés Charles P. Scott, en 1921 en su ensayo con motivo del centenario del diario Manchester Guardian: “coment is free, but facts are sacret”.

Muchos son los periodistas que han seguido y siguen esta escuela, que desgraciadamente se ha visto criticada por el nuevo periodismo, especialmente de los países latinos.

Para este periodismo latino resulta al revés, “las opiniones son sagradas y los hechos opinables”. Y así tenemos abundante desinformación, porque ante un hecho lo importante es “el mensaje” que lleva y no el hecho en sí mismo, que es lo que hay que comunicar.

A Brian Williams la vanidad le ha costado la carrera, pues en el periodismo informativo el último debe ser el “yo”.
Y ahora se ponen en duda sus informaciones que hizo un tanto fantásticas sobre el huracán Katrina, y otras informaciones en las que el presentador de la cadena norteamericana era el protagonista.

Brian Williams no sólo ha hecho un daño irreparable a su carrera periodística, sino también ha dañado a la empresa para la que trabajaba y de la que ganaba una millonada (la NBC), y de paso al periodismo en general.

En mi opinión, hay algunos grandes periodistas que dejan de serlo cuando les invade el excesivo dinero, la vanidad o el interés personal por delante del interés de su público. 

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