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Franz Kafka en cinco claves

Frank Kafka

© Public Domain

National Library Israel

Ignacio Pérez Tormo - publicado el 08/02/15

Algunas alertas ante la obra del enigmático escritor

Se conmemora el centenario de La metamorfosis, una de las obras más influyentes del s. XX y la más importante de su autor, Franz Kafka. Son diversas las instituciones que han programado actos de homenaje. Con esta ocasión hemos creído oportuno ofrecer a nuestros lectores la información sobre la filosofía que subyace en su obra.

Partiendo de esta premisa, propondremos las claves para conocer su obra. También identificaremos los principios que desgraciadamente, la desvirtúan. Para esto comenzamos con una disyuntiva, muy común en las familias en que, como la de Kafka, algún hijo es propenso a dramatizar. Al que siempre le quedará ser un gran escritor.

1. Mi  padre o yo

Al inicio de la La metamorfosis un viajante de comercio, Gregorio S., se despierta una mañana y se encuentra en su cama convertido en un  insecto monstruoso. Tan repugnante que la familia lo rechaza. Únicamente la hermana le muestra alguna compasión, aseándole en ocasiones el dormitorio.

Pero el padre es el que estará en el punto de mira del escritor, pues lo muestra como una persona que no ejerce las funciones propias. Así en lugar de educar y querer al insecto, le lanza objetos para espantarlo.

Esta aversión al padre se debe a que Kafka estaba marcado por la figura autoritaria del suyo. Los mínimos castigos que le imponía, que a cualquier chico equilibrado se le olvidarían en poco tiempo, a Kafka le provocaron un sufrimiento duradero. De ahí que pensara que mientras viviera su padre, él no conseguiría realizar nada en la vida. La suya estaba marcada por un temperamento que se refleja a simple vista.

2. Incapaz de amar

Si uno observa un retrato del escritor, puede ver una expresión extraña, un signo de frialdad en sus ojos. Y cuando estos se dirigen al amor, se pone de manifiesto una ruptura.

En el amor humano, el cuerpo y el alma deberían ir siempre juntos, normalmente comunicándose. En los seres humanos, lo corporal y lo espiritual van siempre de la mano.

Pero en el caso de Kafka, en lo que a su visión del amor se refiere, el cuerpo y el alma va cada uno por su lado. Separa la parte biológica, de la espiritual. Lo corporal, de lo romántico. En este sentido, su obra es un paradigma.

Quién busque el matrimonio en sus páginas, no lo encontrará. Los protagonistas de sus relatos nunca se casan.

Las mujeres sólo muestran un aspecto animalizado. Y siempre son utilizadas para fines perentorios. Así la secretaria de un abogado en El proceso, es utilizada para conseguir hora con el letrado.

En cambio, únicamente los hombres son capaces del amor romántico.

Esta ruptura entre cuerpo y alma, le provocaba una incapacidad no sólo en sus creaciones, sino también en su propia vida.

3. Inhábil para llevar una vida normal

En su vida rechazaba todo lo que tuviera que ver con lo corporal, pues sólo le interesaba lo espiritual. Pero no eran espíritus las sucesivas novias, sino que eran mujeres que deseaban tener una familia. Por esto fracasaron todos sus proyectos matrimoniales.

Sin duda estas frustraciones le resultaban dolorosas, pero nunca acudió a un psicoanalista. Después sus textos han sido estudiados por algunos psicólogos. La opinión es que Kafka padecía una anomalía en la psicología de las emociones.

Esta le impedía llevar una vida normal – casarse, tener hijos, trabajar. De hecho estas cosas eran para él muy lejanas, como la Tierra Prometida. Y de esta tierra, Kafka era un apátrida.

A nuestro particular apátrida, para no perderlo de vista debemos acudir al ámbito moral, pues a los escritores, como a cualquier ser humano, se les encuentra en alguna cualidad de su Creador. Y es su posición respecto a las cosas creadas lo que marca su humildad.

4. Humildad

No hallamos humildad en la generación de intelectuales anterior a Kafka, como Nietzsche o Sartre. El motivo es que tendían a negar la realidad objetiva. Es decir, negaban la existencia de las cosas.

Kafka, por el contrario, no niega la existencia de estas, sino que las afirma. Pero debido a sus limitaciones vitales, que le impiden gozarlas, las afirma para los demás. Kafka en este sentido representa a otro judío importante.

El referente bíblico del escritor era Moisés, que fue privado de entrar en la Tierra prometida, pero la señalaba siempre para los demás. Igual que Kafka, indicaba que las cosas existían y eran buenas para los otros. Aunque estrictamente, sólo representa a un Moisés laico.

5. Un paso a la humanización

Sólo laico, porque Kafka no es un converso, pues nunca se incorporó a una religión. Pero tuvo una elección ontológicamente más profunda. Intentó superarse en su limitación psicológica, para poder afirmar la verdad y la bondad de las cosas para los demás. Con esta actitud, había llegado a su madurez.

Es cierto que llevaba cuarenta años dando vueltas, igual que sus personajes. Pero al atardecer de su vida había logrado entrar en la Tierra Prometida. La Tierra Prometida de la humildad. El lugar de los comienzos pequeños.

Tags:
literatura
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