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Whatsapp, el sínodo de la familia y la fragilidad afectiva

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Tiempo de Evangelizar - publicado el 06/02/15
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La madurez personal es una condición esencial para la plenitud existencial en el matrimonio y la familia
La noticia recorrió el mundo: el servicio de mensajería virtual “Whatsapp” habilitó un sistema que permite saber si el destinatario efectivamente leyó un mensaje. Las dos “palomitas azules”, como se las conoce en las redes sociales, ya dan lugar a todo tipo de comentarios.

En Twitter no tardaron en profetizar: “La causa de ruptura de las parejas de este siglo: “¡le mandé un whatsapp, me salió que lo leyó y no me contesto!” dijo un usuario. Incluso en el diario Abc de España publicaron una nota titulada “Un estudio confirma 28 millones de rupturas por culpa de Whatsapp”.

Allí se cita un estudio que señala que “aplicaciones como WhatsApp son "muy favorables" en una primera fase de las relaciones, pero con el tiempo empiezan a revelarse sus efectos negativos, acompañados del aumento de los celos y el control”.
 
En muchos casos, la irrupción del mensaje se produce en contextos en los que la persona no está disponible para responder y entablar un intercambio.

Sin embargo, no falta la persona ansiosa que sobreinterprete el silencio como indiferencia y comience un bombardeo que revela una gran fragilidad e inseguridad. Y el silencio dispara un círculo de reproches y reclamos que difícilmente se solucione sin la fuerza de un amor capaz de perdonar, entender y entregarse.
 
En otros casos, la persona que recibe el mensaje y no contesta muestra desdén y una falta de compromiso que se desentiende del otro y no quiere responder para eludir cualquier vínculo que limite la propia libertad. En definitiva, falta de compromiso, autorreferencia, celos y control se presentan como venenos que actúan sobre una relación que tendría que basarse en la libertad personal y la confianza, desde la entrega y, sobre todo, el amor.
 
La noticia nos sirve de ocasión para reflexionar sobre uno de los grandes temas que estuvo presente en el reciente sínodo de la familia: la fragilidad afectiva.

En efecto, el documento final señalaba que “la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no ayuda siempre a los individuos a alcanzar una madurez mayor” (Relatio Synodi, n. 10).

A lo largo de las deliberaciones y en los diversos documentos, la problemática de la madurez afectiva se hizo presente. En línea con el pedido del Papa Francisco de salir al encuentro de las periferias existenciales, también en este campo hay muchas necesidades y heridas.
 
¡Cuánta fragilidad en las relaciones si la falta de lectura de un mensaje provoca la ruptura! ¡Cuánta necesidad de diálogo, de confianza, de poner bases sólidas y duraderas a las relaciones, de perdón y entrega, de amor sólido en las relaciones afectivas!

Más allá de los temas que dominaron la agenda mediática, en el Sínodo se puede percibir una preocupación por la centralidad de la madurez personal como condición para la plenitud existencial en el matrimonio y la familia.
 
En este sentido, los Padres Sinodales nos proponen: “Es preciso ayudar a vivir la afectividad, también en el seno del vínculo conyugal, como un camino de maduración, en una acogida cada vez más profunda del otro y en una entrega cada vez más plena. En este sentido, hay que reiterar la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal, así como la importancia de un laicado que proporcione un acompañamiento hecho de testimonio vivo. Resulta de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo, hecho de ternura, de respeto, capaz de crecer con el paso del tiempo y que, en su apertura concreta a la generación de la vida, experimente un misterio que nos trasciende” (Relatio Synodi, n. 59).
 
Artículo originalmente publicado por Tiempos de evangelizar
 

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