Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, camino a la Beatificación
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Esta semana se ha iniciado en la diócesis italiana de Frascati, el proceso de beatificación de Chiara Lubich. Nació en Trento en 1920. Su nombre de pila es Silvia, aunque ella, de joven, cambió su nombre por Chiara, en honor de la radicalidad evangélica de Clara de Asís.
De una familia muy humilde, se diplomó en Magisterio en 1938, dando clases particulares para mantener sus estudios. Fue maestra en un pequeño pueblecito en las montañas tridentinas. Apasionada por “la Verdad”, inició en la Universidad de Venecia sus estudios de filosofía, que deberá interrumpir por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
En medio de los bombardeos y teniendo que acudir al refugio antiaéreo hasta once veces al día, Chiara y sus primeras seguidoras comienzan a la luz de una vela a leer el evangelio de un modo que les resultaba completamente nuevo: aquellas palabras eran para vivirlas, una a una, en ese único momento presente que la vida les regalaba, y que se descubría más acuciante que nunca entre los bombardeos.
Un día leen en el Evangelio la oración sacerdotal de Jesús, en la que pide al Padre: “que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn17,21). Ésta llegó a convertirse en la “carta magna” del Movimiento de Los Focolares u Obra de María por ella fundado al que pertenecen más de siete millones de personas de 182 países, y al que se suman además muchos fieles de otras confesiones cristianas, de otras religiones y de convicciones diversas.
Miembro muy activo del Consejo Pontificio para los Laicos, era requerida en foros religiosos, sociales y políticos de todo el mundo, habiendo recibido la ciudadanía honoraria de grandes ciudades europeas, y decenas de doctorados honoris causa por la incidencia del movimiento por ella fundado en el campo de la economía, a través de la “Economía de Comunión”; de la política, a través del “Movimiento de la Unidad”; de la cultura, a través de la “Escuela Abba”; de la comunicación social, a través de la Red internacional “Net One”; y de prácticamente todas las disciplinas humanas.
Autora de cientos de libros traducidos en 20 idiomas, recibió, además, la Presidencia Honorífica de la Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz, y el Premio UNESCO de Educación para la Paz. Murió en Roma el 14 de marzo de 2008, cuando, creemos, pudo ya haberse encontrado en el Paraíso con San Juan Pablo II, que un día confesó que cuando se veía envuelto en preocupaciones le ayudaba mucho recordar un nombre y un rostro: Chiara.