Entrevista al superior general de los Maristas, Emili Turú
Si no hay vocaciones, ¿qué va a a pasar en la Iglesia? La respuesta de este superior general de los Hermanos Maristas es clara y en línea con Francisco: esto no va a ocurrir aunque "han sido años duros, de caminar frecuentemente a tientas".
Usted ha podido mantener encuentros con el Papa Francisco. ¿Por qué motivo cree usted que ha querido dedicar el año 2015 a la Vida Consagrada?
Creo que se sitúa en la tradición de invitar a toda la Iglesia a prestar atención a un determinado grupo o a algún elemento importante de nuestra tradición; así, por ejemplo, se dedicó el año 2009-2010 a los sacerdotes, y el año 2012-2013 fue el “año de la fe”. En este caso, es una invitación a que todos los miembros del Pueblo de Dios descubramos más a la Vida Consagrada y profundicemos en su sentido.
La Vida Consagrada es, probablemente, uno de los grupos eclesiales que se tomó más en serio la invitación del Concilio Vaticano II a la renovación, y ha vivido, por tanto, en un período de tiempo relativamente corto, unas transformaciones formidables.
Han sido años duros, de caminar frecuentemente a tientas, tratando de ser fieles a las llamadas del Espíritu. Este período de transformación interna pedida por el Vaticano II creo que no está cerrado todavía, y por ello me parece muy positivo que el Papa confirme este esfuerzo de renovación e invite a la esperanza, como dice en su Carta apostólica con motivo del año de la Vida Consagrada: No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días.
En este mismo sentido, ofrece los objetivos para este año 2015: mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión, abrazar el futuro con esperanza.
– ¿La falta de vocaciones pone en peligro la vida consagrada?
El Papa Benedicto XVI dijo en 2010 que ante la disminución de los miembros en muchos Institutos y su envejecimiento, evidente en algunas partes del mundo, muchos se preguntan si la vida consagrada sea hoy también una propuesta capaz de atraer a los jóvenes.
Sin embargo, observó, la vida consagrada como tal tiene su origen en el propio Señor que escogió para Si esta forma de vida virgen, pobre y obediente. Por eso la vida consagrada nunca podrá faltar ni morir en la Iglesia: fue querida por el propio Jesús como parcela irremovible de su Iglesia.
La falta de vocaciones, pues, allí donde se da, no anuncia el fin de la vida consagrada, me parece, sino más bien el fin de una determinada manera de vivir la vida consagrada. Creo que los dolores actuales no son de agonía, sino de parto. Algo así como una crisis de crecimiento, de la cual la vida consagrada saldrá más reforzada y más evangélica.
– Y, ¿no cree que hablamos con frecuencia de la consecuencia y no suficientemente de las causas de esta falta de vocaciones? ¿Cuáles son, según usted?
Doy por supuesto que el Señor sigue llamando a jóvenes a la Vida Consagrada, por tanto, aun a riesgo de simplificar las cosas, diría que la falta de vocaciones se debe básicamente a dos razones: o bien los jóvenes no escuchan esa llamada, o bien lo que les ofrece la Vida Consagrada no les interesa.
Por tanto, me parece que hay un doble trabajo: en primer lugar, acompañar a los jóvenes y poner las condiciones para que puedan escuchar y aprender a discernir la voz del Señor y, segundo, que los religiosos y religiosas vivamos de tal manera que podamos ser reconocidos por los jóvenes por nuestra capacidad de riesgo y valentía, por nuestra alegría, por nuestra vivencia de la fraternidad evangélica, por nuestra presencia en las fronteras y los márgenes, por nuestra profunda espiritualidad…
– El Papa Francisco es jesuita, religioso. ¿Cuál cree usted que es su sueño para este año dedicado a la vida consagrada? ¿Cómo imagina Francisco la contribución de los religiosos a la Iglesia?
Hace poco más de un año, en el encuentro que los Superiores generales tuvimos con el Papa, éste resumió su visión de la Vida Consagrada en una hermosa expresión: ¡Despertad al mundo!
El mismo Papa es, efectivamente, miembro de una comunidad religiosa, por tanto creo que el significado de ese despertar al mundo lo podemos leer en su propia manera de vivir, y no sólo en sus palabras: ¿no está el Papa despertando al mundo y también a muchos cristianos que quizás dormitábamos desalentados?
Su cercanía cordial y sincera a cualquier persona, especialmente a aquellas que más sufren o que están marginadas en la sociedad; su voluntad de vivir la pobreza evangélica; su alegría contagiosa; su confianza en la providencia de Dios; su audacia y profunda libertad interior; su pasión por la salida misionera de la Iglesia… ¿no son claras indicaciones del tipo de vida religiosa que el Papa desea?