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11 verdades que el egoísmo nos oculta

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Revista Ser Persona - publicado el 26/01/15
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Cualquier persona es más valiosa que todas las cosas, posesiones o pertenencias, desear el mal a otro no me traerá un bien,…

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1- El desear mal a otra persona, porque esta tiene un bien que nosotros no tenemos, no nos traerá el bien que no tenemos, sino el mal que no teníamos. Responder con un mal (calumnias, difamación, hostilidad, etc.) ante un bien de otro (una habilidad que no tenemos, un éxito que el otro logró, aquello positivo que yo no tengo, etc.) constituye erróneamente un mal, y se manifiesta en otros males (el odio al prójimo, el daño que se le hace, el daño que uno se hace a sí mismo, etc.)

2- Cualquier persona es más valiosa que todas las cosas, posesiones o pertenencias.

3- Es más sano ocuparse de los demás que únicamente ocuparse de sí mismo.

4- Uno se enriquece tanto más, cuanto más contribuye al enriquecimiento personal de los parientes, amigos y compañeros.

5- El mejor camino para la autoafirmación personal es el servicio a los demás, el peor es la magnificación de la autovaloración.

6- El valor realizado por alguien, no se debe de desear para sí sin ningún esfuerzo, sino que se debe conquistar a través de un sano deseo de superación de uno mismo.

7- La prosperidad lograda por otros, no se debe de tomar como algo que nos perjudica o causa un perjuicio.

8- Se hace muy difícil establecer vínculos afectivos y auténticos, pues imposibilita el ser solidario con las personas.

9- Obstaculiza  la autoestima y el auto respeto, pues crea dependencia de las gratificaciones afectivas de otras
personas (alabanzas, mimos, etc.) y hace que la persona condicione su querer únicamente al hecho de que le quieran.

10- Confunde las discrepancias, desacuerdos y diversas maneras de ser, con manifestaciones de rechazo, animadversión y descalificación personal.

11- No se logra tolerar las frustraciones que tanto la amistad como la convivencia humana comportan, sin que por ello se rompa o destruya la amistad y afecto que se tiene a otras personas.

El egoísmo hunde en un abismo insondable y ruin, tal, que reduce la libertad de los hijos de Dios, pues los vuelve insensibles para agradecer los bienes materiales y sobre todo espirituales, de Él recibidos.
 

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